Camila nunca había leído nada igual, tan absorbente que le costaba dejar de leer. En los últimos meses se había leído los cinco libros que componían la colección hasta el momento. Por desgracia, había acabado el último hacía pocos días y se lo había pasado a su madre. Le costaba dormir cuando no tenía un buen libro entre manos, y el que había sacado de la biblioteca el día anterior resultaba soso, comparado con el fascinante mundo de Hal Hunter.
—Seguro que me vendrá bien limpiar esa casa mañana. —se dijo— Acabaré agotada y dormiré bien.
Entonces se le ocurrió que debía llamar a Lauren Jauregui para informarle de los planes del día siguiente. Podría resultar un poco extraño que una persona distinta apareciera en su puerta al día siguiente sin avisar.
Camila puso en marcha el lavavajillas y subió al piso de arriba. Esa vez fue a la cuarta habitación de la casa que había convertido en un pequeño despacho cuando puso en marcha la empresa. No era muy grande, pero sí lo suficiente como para que cupiera su ordenador.
Enseguida encontró el archivo del cliente y marcó su número.
—¿Sí? —contestó una voz profunda, impaciente y algo gruñona.
—¿Señorita Jauregui? —preguntó Camila, sentada en su silla, con su voz más formal—¿La señorita Lauren Jauregui?
—Soy yo. ¿Y usted quién es?
—Mi nombre es Camila. Camila Cabello, de...
—Basta. Sé que es tu trabajo, pero estoy harta de llamadas de telemarketing a todas horas del día y de la noche. Este es mi número privado y lo uso para llamadas personales. Si quiero algo, voy y lo compro, directamente en la tienda. Ni siquiera compro por internet. Y tampoco contesto a encuestas. ¿Se lo he dejado claro?
Como el agua, pensó Camila, sintiéndose a la vez comprensiva y molesta. A ella también le molestaba recibir llamadas de vendedores telefónicos, y había empezado a dejar a un lado la educación cuando llamaban por las tardes. Pero ella podía haber tenido la decencia de asegurarse de que iba a intentar vender algo para decir eso... Camila abrió la boca para identificarse cuando oyó el inconfundible clic de fin de llamada.
Giró la cabeza y se quedó mirando el auricular. ¡Le había colgado! ¡Qué imbécil!
Después de colgar de un golpe, Camila se quedó un minuto entero sentada en la silla masticando su rabia. Nunca en su vida le habían colgado el teléfono. ¡Nunca!
Su mente le decía que no se lo tomara de modo personal, pero era complicado no hacerlo. Ella había sido muy, pero que muy maleducada.
¿Qué hacer? Probablemente volviera a colgarle el teléfono si intentaba llamarla de nuevo, y si lo hacía, a ella le sentaría fatal. Camila echó un vistazo a su hoja de datos. No tenía dirección de correo electrónico, o no había querido dársela. Estaba claro que era una de esas personas celosas de su intimidad. O no le gustaban los ordenadores. O internet. Tal vez escribiera a mano.
Tenía un número de fax; podía enviarle un fax explicándole los cambios del día siguiente, pero Camila se rebeló contra aquello. No quería darle a Lauren Jauregui ese trato correcto que ella no le había dado por teléfono, aunque desconociera su identidad.
No, se presentaría delante de su puerta por la mañana y observaría con gran placer su rostro avergonzado cuando le explicara quién era.
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Princesa de hielo - (Adaptación Camren G!P)
FanfictionCamila Cabello es una joven de treinta años, viuda, madre y dueña de una empresa de limpieza. Totalmente centrada en su trabajo y su hijo, Camila huye de las relaciones y, especialmente, del sexo. Lauren Jauregui, una seductora escritora, llegará a...