Como ya os he dicho, Katay llevaba diez años ocultando su verdadero nombre, resguardada bajo la protección de otro clan que no era el suyo, pues de su patria solo ella portaba la línea sanguínea. Estaba sola, y era la última Croanoem de Danadríe, solo que ella no sabía exactamente lo que era portar ese apellido, no sabía qué tenía de importante aquel nombre como para tener que ocultarlo siempre, pero aun así, a pesar de todas las veces que quiso preguntar a alguien más al respecto, informarse aunque fuera un poco, jamás corrió tal riesgo. Sus padres se habían encargado de aleccionarla sobre aquello.
"Nunca digas quién eres" habían repetido una y otra vez hasta que llegó el día en que dejaron de existir para siempre.
Lo que la joven Katay no sabía, era que antes de que sus padres vieran con sus propios ojos que su hija portaba el poder del primogénito de una familia sin serlo, no habían llegado a pensar jamás en obligar a su hija a esconderse de manera tan férrea. Si no eres el primer hijo, no eres un Kellay, y si no eres un Kellay, no te persiguen.
Pero Katay, a pesar de haberse transformado una sola vez en su vida y ni siquiera recordarlo, estaría en un grave peligro si se descubría la verdad. Por consiguiente, nuestra protagonista, Elisabeth para los humanos, y Asthed para las familias Kellay, no tenía idea de prácticamente nada sobre su mundo, sobre los malos y los buenos, sobre los peligros y las obligaciones como portadora de sangre mágica que pronto llamarían a su puerta de la manera más imprevista e indeseada.
Su familia adoptiva, un matrimonio en el que ninguno era un Kellay, pues la mujer, llamada Granad, era segunda hija de la familia Hosk Taed, y el hombre, Dedrit, era tercer hijo de la familia Xenas Jal, habían acogido a Elisabeth con amor y cariño, pues la primera y única hija que ambos tuvieron hacía muchos años, la cual, al ser la primogénita, nació como Kellay, había sido asesinada hacía ya tiempo. El matrimonio, destrozado, y con un gran vacío en su corazón, halló paz en su vida cuando la pequeña Elisabeth llegó a su casa para quedarse para siempre, y la criaron como a la hija que una vez tuvieron, con mimo y devoción, tanto, que por protegerla aún más, jamás la informaron sobre la situación real en la que el mundo Kellay se encontraba. Lo único que Elisabeth sabía sobre los de su especie, era que los primogénitos de cada pareja portaban el poder de la transformación, y que por tanto, los segundos, terceros y demás hijos no tendrían la capacidad de transformarse en el ser característico de su estirpe, pero sin embargo, cuando tuvieran a su primogénito, éste nacería como Kellay. Así funcionaba, aunque no portaras el poder de la conversión, tu primer vástago sí lo haría, y por tanto, correría peligro.
El por qué los Kellay debían mantenerse escondidos, eso, Elisabeth, no lo sabía. Pero aquello no la intranquilizaba, pues ella, segura de ser segunda hija, y viviendo junto a un matrimonio en el que ninguno era primogénito, jamás correría peligro. Nadie se interesaría por ellos.
Cuán equivocada estaba.
También sabia de la existencia de otras familias, incluso algunos primogénitos que aún quedaban vivos, pero no conocía a ninguno en persona. Básicamente Elisabeth se dedicaba a vivir la vida normal de una joven de 20 años, de una humana que no tenía más preocupaciones más allá de tener buenos estudios para lograr un trabajo decente en el futuro, y algún día, adoptar algún niño cuando encontrara el amor. Ella sabía que era mejor no tener hijos propios, a no ser que los tuviera con un humano, en cuyo caso, la sangre mágica sería corrupta y sería imposible que su primer hijo naciera Kellay.
Pero como toda buena narración, ésta da comienzo con un giro de los acontecimientos que acabaría con la acomodada vida de humanos corrientes que llevaban Elisabeth y sus tutores legales. Al fin y al cabo, eran lo que eran, y por tanto no podrían rehuir por siempre de sus propios cimientos como raza.
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Sangre de Kellay
FantasyEl Baedrik, líder de la resistencia mágica y el Kellay más poderoso, sospecha que Asthed posee otra identidad, quien lleva toda su vida escondiendo su verdadero nombre. Lo que ella no sabe, es el por qué es tan peligroso pronunciar en voz alta el li...