El Baedrik

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Asthed se encontraba frente a la puerta de su casa, aterrorizada. No le había pasado desapercibido el coche de cristales tintados que había aparcado en el porche, amenazante, anunciando de forma sombría la presencia de visita. El Baedrik estaba ya con sus tutores, y ella aún no había hecho acto de presencia.
Probablemente aquello empeoraría las cosas...
Tragó saliva con fuerza, consciente de su propia ignorancia frente a los altibajos de su propio mundo. Ella poco sabía del mundo Kellay, de las leyes que lo gobernaban, o de qué carajo quería ese energúmeno que había aparecido allí a ponerlo todo patas arriba.
Abrió la puerta de su casa. La mano le temblaba tanto que sintió miedo solo de que alguien pudiera preguntarse por qué estaba tan nerviosa.
Al entrar, en la oscuridad de la entrada, percibió la presencia de dos robustas figuras, una femenina, y otra masculina.
Asthed estuvo a punto de chillar.
- Asthed Gorthan Loek, Su Excelencia la estaba esperando - gruñó con desaprobación la mujer, tan alta que daba miedo y tan musculosa que hacía cuestionarse si era buena idea llevarle la contraria.
- Señorita, vamos a proceder a registrarla- anunció el hombre de poblada barba con cara de pocos amigos.
Cuando nuestra protagonista fue consciente de que ambos sujetos se acercaban a ella para cachearla de arriba abajo, se estampó contra la puerta, al borde de un ataque de pánico, temiéndose lo peor.
-¿E-eh? ¿Qué me vais a hacer?- graznó como un pajarillo indefenso.
¿Y si aquello era una trampa? ¿Y si querían acabar con ella, o lo que era peor, com Granad y Dedrit?
En un segundo, las peores pesadillas que la habían atormentado durante la mitad de su vida la atravesaron como una lanza.
-Oye, será mejor que se tranquilice y nos deje hacer nuestro trabajo. Si tanto miedo tiene, espérese a ver a Su Excelencia disgustado por su tardanza-le reprimió una voz femenina con tono divertido.
-Chiquilla, no vamos a hacerle daño-se burló el hombre, tratando tal vez de tranquilizarla como si de una niña pequeña se tratara.
Abrió los ojos lentamente, alarmada, dándose cuenta con vergüenza de que se había cubierto el rostro con ambos brazos. Lentamente los bajó, tratando de apaciguarse y convencerse de que todo iba a salir bien, de que el Baedrik era de los buenos, de los que protegían a los clanes refugiados. Suspiró con fuerza un par de veces para controlar su respiración y dio un paso adelante.
-Hagan lo que sea preciso- dijo con voz neutra.
La enorme mujer se acercó a ella, poniendo sus manazas con brusquedad sobre su cuerpo y sobándolo de arriba abajo.
Desde luego, no fue una experiencia agradable.
- No tiene nada- anunció con aburrimiento, como si hubiera deseado encontrar algo sospechoso para desquitarse con Asthed.
Asthed le lanzó una mirada furibunda.
-Diríjase a esa puerta- ordenó el barbudo señalando al fondo del estrecho pasillo, a la sala de estar.
Asthed sintió ganas de gritarle que aquella era su casa, que ni él ni nadie se creyera en el derecho de actuar como si fuera el dueño de esas paredes. Pero en vez de eso, se calló, pensando que sería lo más sensato. Anduvo con lentitud hasta donde le habían indicado. La puerta se encontraba cerrada, se oían voces a través de ella. Aquel temor punzante volvió a asentarse en su pecho.
Nadie debía saber quién era. Por nada del mundo.
-¡Eh! Entra de una maldita vez- ordenó aquella desagradable mujer.
Asthed tragó saliva con fuerza, hizo de tripas corazón, y abrió la puerta.

La escena que se encontró era exactamente como la había imaginado. Alrededor de la pequeña mesa cuadrada de madera había tres personas sentadas, Granad y Dedrit estaban sentados a ambos lados del Baedrik, y justo frente a él, había una silla vacía. Con desesperanza Asthed supuso que se tendría que sentar allí. Desde donde estaba, el supuesto líder de la resistencia le daba la espalda. Solo podía distinguir su pelo blanco como el reflejo de la luna en el agua. Nadie cesó su conversación para dirigirse a ella, sin embargo, Dedrit y Granad le lanzaron una mirada de profunda desaprobación.
Llegar tarde ante la visita de aquel hombre no era algo tolerable...
-S-siento la tardanza... - murmuró con pesar. Agachó la cabeza y fue hasta la vieja y desgastada silla para sentarse, sin atreverse a levantar la mirada.
Ingenuamente pensó que si se quedaba en silencio y sin mirar directamente a nadie a los ojos, todo pasaría rápido y sin oportunidad de ponerse en entredicho. Y entonces fue cuando se dio cuenta de que todos habían callado. Se revolvió incómoda en su asiento y levantó la mirada para ver qué pasaba, arrepintiéndose inmediatamente.
Dos ojos celestes y fríos como el hielo la atravesaron sin compasión.
-Veo que no te han enseñado modales- soltó el Baedrik con una mueca de desprecio.
Asthed se quedó congelada en el sitio, incapaz de asimilar que aquel ser bello y perfecto pudiera ser el que estaba hablando. Abrió y cerró rápidamente los ojos, tratando de asegurarse de que no estaba alucinando. No era posible que alguien pudiera ser tan perf...
- Asthed, deberías disculparte ante Su Excelencia por semejante comportamiento bochornoso-la reprendió Dedrit, sintiéndose profundamente avergonzado ante la actitud de Asthed.
-¿Eh? ¡A-ah! Cl-claro- balbució torpemente, hipnotizada por aquellas facciones masculinas tan magníficas.
Sin saber muy bien qué debía hacer, se levantó abruptamente y se arrodilló en el suelo ante él de forma reverencial.
Granad se tapó los ojos con las manos, horrorizada.
-L-lamento...mucho...s-si lo he ofendido. Le r-ruego...me perdone- tartamudeó- Su Excelencia- añadió.
Cuando lo miró para comprobar si aquello era suficiente, vio que la observaba con una ceja arqueada con incredulidad y una sonrisa burlona pintada en aquellos labios carnosos.
-¿Sabes lo que significa arrodillarse ante alguien de esa forma, señorita Gorthan Loek?
Asthed se puso en pie rápidamente, sabiendo que probablemente la había pifiado. Miró a sus padres adoptivos en busca de apoyo, y solo vio espanto en sus ojos.
-N-no- confesó.
El Baedrik miró con enojo a Granad y a Dedrit alternativamente, sin entender cómo era posible que no la hubieran educado adecuadamente en la cultura Kellay. Entonces volvió a mirar a Asthed, haciendo que ésta se encogiera ante aquellos penetrantes ojos que parecían leer en lo más profundo de los secretos.
-Cuando te arrodillas así ante alguien significa que le estás ofreciendo tu virginidad- explicó con seriedad, aunque en sus ojos podía leerse la sorna- Lo llamamos Aeteh' Shae. "La súplica por el primer placer".
En ese momento Asthed se atragantó literalmente con su propia saliva. Sus mejillas se tiñeron de un intenso rojo.
-¡Yo no...! Y-yo no...pretendía... -trató de explicarse sintiendo que había hecho el mayor ridículo de su vida.
Aquel hombre de pelo blanco y sedoso hizo un ademán con tanta elegancia que casi pareció que lo había practicado.
-No es culpa tuya no saber nuestras costumbres. Aunque agradezco el intento- sentenció con ironía, culpando en silencio a sus tutores legales- Y ahora, haz el favor de sentarte- ordenó sin posibilidad de réplica.
Se sentó rápidamente, con el corazón a punto de salírsele del pecho. No podía creer que nada más conocer al supuesto líder de la resistencia, al Kellay más poderoso, primogénito de primogénitos, ella...le hubiera insinuado semejante cosa.
Dios santo, quería que la tierra se la tragase.
Se hizo un silencio denso y sobrecogedor. Tanto Dedrit como Granad estaban tensos en sus sillas como las cuerdas de una guitarra.
-¿Por qué no la habéis criado en nuestras enseñanzas? -les reprochó al fin el Baedrik, con evidente desencanto.
Fue Granad quien respondió con nerviosismo y culpabilidad.
-Después de todo por lo que tuvo que pasar a tan temprana edad..., no queríamos imbuirla en un mundo de guerra, muerte y odio. Queríamos que...
-Que viviera como si de una vulgar humana se tratara- finalizó el joven de ojos azules como océanos.
Ambos se encogieron, temiéndose lo peor.
-Ella no pertenece a una familia importante, su Excelencia, y no es primogénita, jamás pensamos que fuera necesario... -trató Dedrit de excusar el comportamiento del matrimonio.
El Baedrik mandó a callar a Dedrit con una mirada feroz.
-¿Sabéis cuál es la Ley de Obligación de Sangre? - les preguntó con mortal indiferencia.
Asthed vio con creciente alarma cómo ante aquella pregunta a Granad se le escapaba un sollozo. Dedrit se hundió en su asiento como si todo el peso del universo recayera sobre él.
-Sí, Su Excelencia, conocemos esa Ley-admitió Dedrit con voz estrangulada y carente de emoción.
Entonces, aquel ser esculpido por ángeles, sensual y elegante en cada pequeño movimiento que realizaba, se apartó con un grácil movimiento un mechón de pelo blanco de sus ojos, y miró con seriedad a Asthed, quien no estaba entendiendo a qué derroteros estaba llegando esa conversación. Y por una vez, no fue su desorbitada belleza lo que la dejó sin aliento, sino lo que dijo a continuación:
-Toda mujer con sangre Kellay en tiempos de guerra está obligada a dar a luz a su primogénito.
-P-pero... -trató de hablar Granad-Ella aún no tiene ningún pretendiente...
El Baedrik puso cara de pocos amigos.
-Ya me he encargado de ello. Te casarás con el sexto hijo del clan Gaduh Annay.

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⏰ Última actualización: Aug 23, 2018 ⏰

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