Cuatro años después de que se mudara a Rusia. Arrendaba un departamento de dos piezas aunque la verdad no era nada más que él quien vivía allí, la cocina era muy grande para una persona, pero no le molestaba mucho, le gustaba los espacios abiertos y cocinar allí era cómodo. No se sentía solo pues a menudo recibía visitas de varios compañeros de pista o su familia y amigos que venían del extranjero a verle, además, Viktor dejaba a al ya viejo Makkachin quedarse en su departamento mientras él viajaba por una u otra entrevista así que eran muy pocas las veces en que la soledad lo abordaba, no podía quejarse si era honesto.
Sin embargo, allí se encontraba, en el sillón de su sala de estar, con su rostro escondido entre sus brazos consumiéndose en una tristeza que él aborrecía. No lloraba, ni tampoco lo deseaba, pero el pesar que le recorría le impedía hacer la cena de aquella noche y aunque no quería hundirse en los pensamientos que lo agobiaban la verdad es que no quería hacer más.
Le causaba vergüenza admitir la razón de su pesar, unos celos tontos eran lo suficientemente fuertes como para deprimirlo, realmente parecía una joven enamorada o algo así suspirando y entristeciéndose de esa manera por ver como el muchacho rubio rechazaba su invitación con tal de ir con su amigo que estaba en Rusia de visita. Si lo pensaba mejor eso siempre había ocurrido, pero ahora que esos sentimientos, que antes desconocía, comenzaban a aflorar, se veía afectado por esas pequeñeces.
De todas formas ¿Qué hacía gustando de alguien ocho años menor?
Rascó su cabeza con fuerza, regañándose en silencio al escuchar el gruñir de su estómago, se levantó con pesadez y fue a prepararse la cena.
Iba a ser su último año como patinador, las cuatro medallas de oro parecían indicarle que ya era suficiente y él no podía estar más de acuerdo, todo lo que quiso demostrar en la helada pista lo fue demostrado y podía hablar con orgullo sobre todo sus fallos y victorias, su círculo social fue marcado por rusos.
El ganador de tres medallas de plata seguidas, Plisetsky, era una de las personas más cercanas de su pequeño grupo de amigos, solía ir a su piso a comer algo o iban a algún lugar para pasar el rato y hablar sobre nimiedades, el rubio ya era varios centímetros más alto —llegaba a superar a Viktor—y ahora con su cabello corto no evitaba atraer a más de una mirada por las calles, aunque si hablaba con la verdad, no había notado el atractivo del otro hasta hace poco, justo cuando ese cariño pasaba de una amistad a algo más cuyo nombre no quería pensar.
Si intentaba encontrar una fecha exacta debía estar un buen tiempo pensándolo, entre negarse, avergonzarse y recordar acababa hecho un lio, además, todo parecía tan lento en sus memorias que era complejo decir si había comenzado una sonrisa, un gesto o una palabra, incluso llegaba a pensar de que siempre hubo dentro de sí un sentimiento mayor a la proclamada amistad que tenían. Sin embargo, si pudiese escoger un momento donde fue consciente de que sus mejillas eran teñidas de rojo por algo más que la fiebre, sería un día de invierno en Rusia. En su cumpleaños número 26.
Quizás el hecho de que el ruso le invitó a su casa junto con los demás o tal vez era el momento en que ambos cocinaban la combinación de piroshkis y katsudon en completa armonía. Solo sabía que cuando ambos probaron su creación y se sonrieron el uno al otro al saborear el éxito, el corazón del mayor dio un brinco, sacándolo de la calma en la que estaba, los ojos esmeraldas y sus cabellos dorados resaltaron y su rostro sonriente, que ahora poseía facciones masculinas, le pareció inmensamente atractivo. Casi caía de la impresión ante los sentimientos de los cuales se acababa de percatar.
Se fue a duchar una vez cenó, y antes de entrar a la ducha no pudo evitar verse al espejo. Yuri había crecido y adoptado facciones maduras y atractivas, sin embargo, él que era mayor que el ruso, se encontraba con su misma cara y cuerpo, quizás su cabello estaba un poco más largo, pero al fin al cabo seguía igual que siempre dando la idea de ser una persona frágil y poco agraciada. Suspiró, aunque se convenciese de su poco atractivo y simple personalidad, no podía ser capaz de dejar de lado la calidez que afloraba en su pecho cada vez que veía al menor.
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Oneshots | YuruuriWeek2017
FanfictionOneshots sobre la pareja YuurixYurio para la Yuururi Week. Día 1 "Festival de las Estrellas" Confesiones.