《2》E.

7.3K 380 7
                                    

5 años después...

[Liseth]


Habían pasado ya cinco largos y casi insoportables años, me faltaba un año para salir de la preparatoria, dónde habían pasado tantas cosas. Mi mejor amigo Tomás, ya había cumplido sus 16 años, y seguía siendo el mismo niño asustadizo y tímido de siempre. No me había imaginado que los juegos con muñecas y salidas a jugar, se iban a volver un constante aburrimiento, por qué ya no era lo mismo, la edad me había cambiado y eso era nuevo para mi, cuando antes pensaba en sólo jugar, disfrutar de mi niñez, aunque si bien quería crecer y ser como mi madre, no quitaba el hecho de que ya no podría culpar a mi edad por mis errores. Las responsabilidades llegaron a mis hombros de manera sorpresiva. No sabía que llegar a la adolescencia iba a ser un trauma completo, y que lamentablemente ya no podría devolver el tiempo.

En la escuela todo cambio, e incluso el edificio. Pasamos a una preparatoria como de tres pisos, dónde una habían adolescentes, próximos graduados y demasiadas hormonas alborotadas, para ser sólo un pequeño pueblo donde todos se conocían. Pero que se le hacía, el humano era así.

Respecto a la chica de cabello rosado, que ya no era tanto de ese color, por qué sus puntas se habían vuelto negras, le veía casi siempre seguirme, y eso de algún modo me intimidaba, por qué mis ojos se iluminaban de una manera poco natural, e incluso de color azul, cuando mis ojos eran verdes claros, como los de mi madre. Me pasaban cosas demasiado extrañas cuando estaba presente, mis poderes parecían descontrolarse. Y terminando ese tema, no imaginaba tener algo más que el poder de mover algunas cosas y hacer crecer pasto muerto. Era algo que se salía de control.

Tomás, mi amigo, el que nunca se había separado de mi, con toda y su timidez, consiguió una nueva amiga, que también me tomó por sorpresa. Yo no era de tener amigos, él era el único y con eso me bastaba, e incluso cuando me gustaba un chico, me reservaba mis distancias, no era algo conveniente cuando podrían tenerme por algo que para ellos era totalmente desconocido.

No sólo me había tomado por sorpresa su comportamiento repentino, si no que además de eso parecía ocultarme algo bastante profundo, que al cabo de preocuparme, cambiaba el tema o decía que todo estaba bien. Obviamente nada lo estaba, y aunque buscaba indicios de lo que ocultaba, era bastante bueno.

Al cabo de los años fui conociendo más a fondo mis poderes, y lo que podía lograr hacer con ellos, aunque mi madre y yo seguimos la duda de donde había salido tal poder, no era normal, y ella no recordaba ningún familiar que haya tenido tal poder, ni siquiera la familia de mi padre, antes de él abandonarnos. Tenía el mal presentimiento de que el se había por eso, por qué no podía vivir con nosotras y ese poder, por qué no quería que supieras alguna terrible historia que nos haría temblar hasta los huesos, pero también estaba la posibilidad de que sólo usó a mi madre y en su momento más difícil, la abandonó sin corazón. No le deseaba ningún mal, al fin y al cabo me había dado vida, y me había dejado al cuidado de una hermosa madre.

Realmente no se me hacía raro que un pueblo como el nuestro, alejado de la ciudad, dónde no pasaban cosas muy normales, una niña cómo tuviera poderes sobrenaturales, un don que no se sabía dónde había salido.

Era la feria anual del pueblo, y algunas personas de la ciudad venían vendiendo sus productos actuales y alegraban la gente con sus parques, traían juegos atractivos. La feria duraba al menos tres días, comenzando desde el viernes, día y noche. Normalmente iba con mi madre, los padres de Tomás, él y yo. Pero como ya casi saliamos, nos permitieron ir sólo nosotros a la feria, junto con los compañeros de la escuela, aunque realmente no íbamos con ellos.

-¿Lista para la feria, chica que se demora mucho en arreglarse? -preguntó Tomás, acomodado en el sofá viendo la televisión, después de esperarme por media hora mientras me vestía.

-Que exagerado -rodé los ojos con una sonrisa-. Eres un llorón -lo empujé un poco al tenerlo a centímetros de distancia, después de apagar la televisión y levantarse de su puesto. Rió en respuesta, tomándome por los hombros-. ¿Vamos?

-Si, por supuesto, quedé de encontrarnos con Wallas en la entrada de la feria, le dije que no tardaríamos -se adelanto a mi, para abrir la puerta y salir a la calle. Me quedé en mi puesto, intentando digerir el nudo que cada vez se formaba más fuerte en mi garganta. Me sentía ahogada, y era una sensación irritante.

-Pensé que iríamos solo tú y yo, como todos los años. Es nuestra tradición -mencioné un tanto decepcionada, al alcanzarlo.

-Linda, no estés así, es nuestra amiga ahora. No hay que dejarla sola, además tú le caes muy bien -besó mi frente, intentando convencerme de sus no tan creíbles palabras. Sentía un extraño cosquilleo en la nuca, indicios de ira, la cual nunca había tenido, si no era fingida. Tenía seca la garganta, el estómago vacío y mis pensamientos volaban por todos lados, confundiéndome. Quizás eran celos, pero celos inocentes. No quería quedarme sola, y pensar en ello, prendía un extraño ardor en el corazón y el resto de mi cuerpo.

-Odio, o eso creo, que la estés prefiriendo a ella estos últimos años, antes que a mí. La persona que siempre estuvo para ti, incluso cuando tu padre te abandonó -otro nudo, pero esta vez en mi estómago. El dolor era horrible, inexplicable, quería entenderlo, comprender el hecho de sentir tales cosas en la etapa que estaba atravesando. ¿Era normal?

Me alejé, tomando la delantera en el camino, recorrido que creía necesario para pensar, pero el sabor agrio que me dejaban los pensamientos poco usuales de odio, era intolerante. Mis manos se sacudían por doquier, creyendo internamente que eso pararía el sentimiento, que pararía el fuego que me quemaba por dentro, como si de la nada se fuese a apagar el incendio. Tan mal me encontraba que no entendía nada, mis pensamientos se confundían, se mezclaban entre si, creando imágenes que deseaba jamás volver a ver en mi vida. La oscuridad, la soledad, me reinaba, todo me daba vueltas en la cabeza. Quería dominarme.

Cada vez más crecía, era incontrolable, el frío me abrazaba, haciendo presión en mi piel. Me dolía, me dolía el hecho de perder a la única persona que podía considerar mi amigo, temía no volverle a ver. Su nombre lo oía por todos lados, haciéndose eco en mi cabeza, provocando irritación. Más que odiar su nombre, me ponía los pelos de punta su presencia. Se sacudía mi cuerpo en una constante vibración, una más fuerte que la anterior. No sabía de que podía ser capaz, incluso al sentir el despegue de ese fuego que me quemaba por dentro, fuera de mi cuerpo.

El sonido fuerte a unos metros de mi, llamó mi atención. Me había hecho desconcentrar de todo pensamiento vago, para notar un pequeños incendio al lado de un árbol grande, en el bosque. Normalmente no pasaba mucha gente por esos lados, pero allí había visto una camioneta, que luego se encontraba envuelta en llamas. Una cabaña, que no había notado, descansaba a mi costado.

Salió un hombre estupefacto, con los brazos en su cabeza. Estaba sorprendido o realmente no podía ver que era lo que sentía, tampoco es que podía estar tranquila después de aquello. Mi poder no podía haber sido el culpable, tan siquiera conseguía levantar un cuaderno o una piedra al aire, y eso era hasta difícil para mí.

Lucifer; Oscuros Deseos © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora