Mareada la cabeza suelta un grito ahogado ¡DONDE ESTÁS!
Quiero saber que hiciste con mis joyeros de sombras
Los demonios atacan de noche, despacio se apoderan del espíritu, ese, que corre cobarde
no se atreve a plantarse frente al oscuro
Y el humo espiralado del miedo,
que petrifica músculos, inútiles artefactos que se contraen y relajan
al compás de un latido torpe e inquieto.
Algo duele normalmente que ahora no se siente, no se ubica
Es ese alivio ciego que maquilla moretones y calla silencios asesinos