Día 7. Kairosclerosis.

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Kairosclerosis: el momento en el que te das cuenta de que eres feliz. Dazai se había encontrado con ese concepto en alguno de los manuscritos más cultos que había leído, pero siempre era algo que los protagonistas de estos negaban. La felicidad nunca fue un elemento recurrente en sus novelas y cuando aparecía, lo hacía envuelta en una nube de mentiras, teñida del augurio de un pronto y devastador final. Y con esas palabras él la había conocido. Nunca como algo duradero, siempre como algo doloroso. No creía en su existencia, o no creyó hasta aquella mañana.

Cuando se despertó en la cama de Kunikida por enésima vez en toda su vida, le dio por ponerse a cavilar. Quizá el aroma del suavizante de las sábanas le instó a hacerlo. Y una sonrisa se formó en sus labios. Acurrucándose para robarle el calor al rubio durmiente, empezó a pensar que aquello no estaba nada mal.

De los labios del idealista se escapó un murmullo indescifrable antes de que, de manera inconsciente, rodeara al suicida con sus brazos. Era muy común en él moverse y balbucear mientras aún dormía, sobre todo cuando Osamu se encontraba especialmente cerca suyo.

-Qué calentito... -Suspiró el moreno enterrando la cabeza en el pecho musculoso, quizá demasiado para un hombre que daba clases de matemáticas, del otro.

De nuevo, un balbuceo extraño que parecía el nombre del ex-mafioso. Dazai sonrió. Sí, la verdad es que eso estaba bastante bien.

Fue instintivo el acto de alzar la cabeza para besarle la barbilla y el cuello, únicos lugares a los que llegaba en ese momento. Doppo emitió algo parecido a una risita, como si los labios de su pareja le hicieran cosquillas. El abrazo con que lo rodeaba se apretó más en torno a su delgado cuerpo, encajando uno en el cuerpo del otro y entrelazando las piernas. En su piel sin vendas, el suicida notaba el roce de las sábanas y de los pantalones del pijama contrarios. De ahí también emanaba calor. Realmente, su amado idealista era una especie de estufa humana. La idea quiso hacerle reír, y se le acabó escapando una leve carcajada al sentir los labios del idealista en su coronilla. Estaba despierto, él lo supo no por su beso, sino por como unas manos traviesas comenzaban a pasearse por su espalda, acariciándolo muy suavemente con las uñas.

-Pensaba que no te gustaba el sexo mañanero.

-No digas tonterías, a mí me gusta el sexo siempre.

-A menos que tengas exámenes que corregir como sucedía anoche.

-Los tenía atrasados, no podía seguir dándoles largas a mis alumnos con la excusa de que mi novio es medio ninfómano.

-¿Les dices a tus estudiantes que tienes un novio medio ninfómano?

-A veces. Otras les hablo de la suerte que tengo por salir con un hombre tan guapo.

-Vaya... parece que alguien tiene muchas ganas de hacer cosas de mayores... y está muy ahí abajo...

-Es culpa tuya. ¿Cómo se te ocurre despertarme con esos besos? 

Kunikida lo miraba adormilado. Al ver al ex mafioso sonreír con picardía quiso comerle la boca como pocas veces hacía.

-Yo sólo quería ser cariñoso. -Todavía abrazados, paseó sus dedos por el pecho desnudo del rubio-. ¿No te gusta?

-Me gusta demasiado, por eso me quejo.

-Pues menos mal que hoy tenemos el día libre, ¿no?

-Sí... ¿no te parece que el jefe nos da últimamente demasiados días libres?

-Querrá que me hagas un hijo o algo. 

-O que te mantenga ocupado para que no nos denuncien.

-También puede ser. Y precisamente por eso estás ahora mismo tocándome el culo.

Especial Kunikidazai WeekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora