C U A T R O

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Capítulo cuatro

La lluvia no se había detenido en ningún momento. Hajime respiraba exaltado, había corrido bastante junto a Etsu buscando un techo para descansar y evitar que la lluvia les siguiera cayendo encima.

—¡Estoy agotado!—exclamó Hajime.

Levantó la mirada y se dio cuenta entonces que aquel lugar se encontraba cerca de su casa. Al volver su madre le regañaría, de eso estaba seguro y aunque no era la mejor opción, no tenía a dónde más ir.

—Etsu ¿Te... gustaría ir conmigo a mi casa?

Hajime se encontraba nervioso. Sus manos temblaban ligeramente y su mirada se había desviado.

—A donde vayas iré.

—Lo tomaré como un "sí".

Etsu hizo una sonrisa a penas visible, pero que para los ojos de Hajime no pasó desapercibido

—Dime, Etsu, ¿cómo es que siempre llegas a donde estoy? ¿eres algún tipo de acosador?

—Casualidad.

—No me vengas con eso. No creo que hayan sido más de dos casualidades juntas.

—Entonces... Una corazonada.

Hajime suspiró y terminó por rendirse. Comenzaron a caminar aprovechando que la lluvia se había calmado un instante.

—Eres una persona de pocas palabras al parecer...

—El silencio es muy hermoso como para ser desperdiciado.

Miró de reojo a Etsu y éste observaba hacia adelante, con la vista fija en el camino. Para Hajime le fue imposible no detallarlo nuevamente. Su perfil era hermoso, sus largas pestañas hacían resaltar aún más aquellos bellos ojos.

Etsu, por su parte, sintió la penetrante mirada del menor puesto en él y giró lentamente hasta dar con los ojos del chico. Éste, sorprendido, no dejó de mirar a sus ojos, incluso pudo jurar que se había acercado un poco más a él.

Hajime aún no se acostumbraba a los desconocidos e infinitos ojos de Etsu. Cuando le observaba, le era difícil apartar la mirada de él, y aunque éste se percatara de aquello, seguía sin lograr apartarse.

—Llegamos.

—¿Qué?—preguntó Hajime.

Al principio no entendió a lo que Etsu se refería. Incluso sus ojos se desviaron hasta sus labios cuando éste habló.

—Que llegamos.

Hajime pudo separarse de la mirada de Etsu y observó a su alrededor. Efectivamente habían llegado.

Las mejillas del menor se arrebolaron y bajó su mirada, avergonzado. Abrió con dificultad su puerta y los dos entraron completamente empapados a casa.

—Arriba está mi habitación, es la última por el pasillo, espérame allí, ¿está bien?

—Está bien.

Etsu subió lentamente por las escaleras y Hajime se dirigió a la cocina, donde sintió un par de platos chocar despacio.

—Llegué, mamá.

—¡Dios!—su madre se llevó la mano hasta su pecho, asustada.—¡casi me matas de un susto!—suspiró.—Hajime, estás empapado, ¿cómo puedes salir con este clima? ¡Nunca obedeces mis órdenes!

—Lo siento. Por cierto, traje un amigo—comentó mientras tomaba dos manzanas de la mesa.

—¿Un... amigo? ¿Quién?

Una ilusión llamada Etsu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora