2. Faraon

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Notas del capitulo:
HOLA MIS QUERIDOS LECTORES!..OWO!

Jejeje, aqui actualizo Ave de oro owo espero les guste nwn
Nos vemos! disfruten el cap!..nwn

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Capítulo 2: Faraón.

En los pasillos del palacio del faraón los sirvientes se movían inquietos, sumamente apurados. Uno de los sirvientes de cabellos rubios, tenía en sus brazos unas copas de cristal. Sus ojos dorados mostraban algo de nerviosismo. Se movía entre los pasillos casi corriendo cuidando que esas copas no se cayeran de sus manos.
-Que tonto fui...-murmura aquel sirviente- se me había olvidado por completo las copas, hoy vendrán todos los pudientes de Egipto para felicitar al próximo faraón y a mí se me olvida poner las copas...-se reclama a sí mismo- ¡¡Y con lo mal humorado que es ese maldito heredo a faraón, mi cabeza rodara!!
Mientras el sirviente se reclamaba a sí mismo, por accidente choca de frente con el consejero real del faraón. El sirviente da un paso atrás y se cae por accidente una de las copas, la cual se rompe en pedazos al tocar el suelo.
-Ah maldita sea...-murmura el sirviente mirando hacia el suelo.
-¿No deberías haber entregado esas copas hace tiempo?... -murmura el consejero alzando una ceja mirando al sirviente.
-Perdone consejero Mahad...-se inclina ante el- se me había olvidado, merezco ser castigado...-murmura el sirviente con la cabeza baja.
-Ah...-el consejero de cabellos color avellana suspira pesadamente y pone una mano en el hombro del sirviente- no se preocupe, vaya rápido al salón ceremonial ahora no hay nadie y puede aprovechar para poner las copas... además no vendrá tanta gente, una copa menos no será notada...
-Muchas gracias, Mi señor...-murmura el sirviente sonriéndole, rápidamente el rubio se pone en camino nuevamente hacia el salón ceremonial lo más rápido que podía.
-Ah, Joey no ha cambiado en verdad...-murmura mirando al rubio perderse en los pasillos, sus ojos violeta claro se llenan de nostalgia- creo que es el único que no ha cambiado dentro de este amargo palacio...- suspira un poco, el consejero se encamina nuevamente por los pasillos. Se adentra aún más en el palacio y llega hasta los aposentos del próximo faraón. Tomo una gran bocanada de aire y seguidamente dio tres golpes suaves a la puerta- Atem, soy yo Mahad....-anuncia en voz suave después de tocar la puerta.
-Pasa...-dice una voz ronca y profunda detrás de la puerta, el consejero abre la puerta lentamente y entra a la habitación. Ve al próximo faraón arreglando su joyería frente a su espejo, se queda en silencio observándolo, el heredero a la corona poseía un hermoso cabello negro que le llegaba por debajo de los hombros, combinado con varios mechones rubios en su flequillo, que tapaban muy levemente los profundos ojos color rojo sangre que tenía junto con esa mirada profunda y penetrante, llena de frialdad que había adoptado con el tiempo.
-Atem es momento de salir...-dice en tono respetuoso aquel consejero.
-No me hables en ese tono Mahad...-murmura el heredero dándose vuelta mirando al consejero a los ojos- Puede que sea el próximo faraón, pero tú no dejas de ser mi mejor amigo Mahad, puedes hablarme como siempre....
-Pero soy tú consejero primero que todo, tengo que tener cierto respecto hacia ti y más ahora Atem...-lo mira a los ojos.
-Estoy a dos semanas de mi coronación, en ese tiempo... te suplico que me hables como siempre, quiero disfrutar el poco tiempo que me queda de libertad....-murmura el pelinegro cerrando los ojos- en dos semanas deberé seguir con el legado de mi padre, tengo que preparar a mi reino para la guerra que tendremos con esos malditos romanos...
-....-Él consejero baja la mirada- Atem, ¿No crees que esta guerra ya se ha vuelto absurda?...-murmura en voz baja- Egipto ya ha sufrido mucho, nos estamos quedando sin soldados y las riquezas de nuestro pueblo se han desvanecido...
-¿Supones que me rinda ante esos malditos romanos?...-murmura con odio en su voz mirando con algo de ira a su consejero- ...Jamás...- susurra- ¡jamás les daré lo que quieren a esos malditos romanos!- dice con una voz llena de odio- ganaremos esta guerra, aunque tenga que dejar mi palacio en ruinas para eso...
-Atem...-murmura mirándolo preocupado.
-Mahad olvidemos ya este tema, vámonos se nos está haciendo tarde....- murmura el pelinegro pasando a un lado del consejero. Este suspira pesadamente y sigue al próximo heredero saliendo de la habitación. El consejero suspira largamente, después de breves segundos se digna a seguir al heredo de la corona, en silencio como siempre. No podía culpar a Atem por su forma de pensar, su padre le había inculcado el odio y la guerra desde pequeño, ahora el próximo en listo estaba totalmente contaminado de rabia ciega, ese hecho entristecía la consejero puesto que esté había crecido con el príncipe y fue muy amargo ver como su mejor amigo se contaminaba día tras día sin poder hacer nada para evitarlo.
Ambos caminaron manteniendo silencio. El largo pasillo del palacio del faraón parecía ser infinito, a veces el consejero pensaba seriamente que un día iba a perderse en esos pasillos y ahí estaría hasta el final de sus días buscando la dichosa salida de ese palacio. Después de dar algunas vueltas por fin llegaron a su destino, el cual era el salón de fiesta del palacio. El consejero observo como los sirvientes iban de aquí para allá preparando y afinando los últimos detalles, pronto la sala comenzó a llenarse de la gente importante del palacio.
Mahad observo como los guardias personales del próximo en trono se acercaron. Uno de ellos era un hombre alto, fornido de piel color tierra. Su cuerpo estaba bien formado y marcado pero no llegando a un grado excesivo. Sus cabellos eran de un hermoso color rubio cenizo su pelo era recogido por una cola alta, sus ojos eran finos y penetrantes de un color violeta. Muchos que lo conocían afirmaban que el poseía una mirada de desquiciado, aquel guardia vestía una camisa de seda manga larga y unos pantalones anchos de seda igualmente en su cinturón portaba un machete. Aquel guardia llevaba el nombre de Marik. El otro guardia era tan alto como Marik, su piel era bronceada y su cuerpo era marcado pero no en demasía. Sus cabellos eran de un color blanco opaco y lo llevaba suelto dejándolo caer hasta la cadera, sus ojos eran de un hermoso color rojo carmín casi de la misma tonalidad de la sangre, no llevaba camisa y solo portaba unos pulseras de oro y un cinturón de oro donde tenía escondido en su punta un machete, llevaba pantalones color tierra de seda. Su nombre era Bakura.
-Su majestad, Consejero síganos por favor los llevaremos hasta donde está el trono...-murmura marik con una voz seria y fría. El consejero y el heredero siguen al guardia hasta el trono real, el heredero se sienta en el trono de oro, adoptando una pose de autoridad y superioridad, clavando su vista en el frente manteniendo un temple serio. Los sirvientes iban de aquí para allá afinando los últimos detalles del evento que estaba a punto de comenzar, las puertas del salón se abren lentamente dando la señal de que los personajes más influyentes de Egipto y Arabia habían llegado, las mesas estaban puestas y la comida preparándose, todo estaba coordinado como un reloj de cuerda, poco a poco por la puerta del salón llegaban príncipes, duques, sacerdotes y gobernantes de diferentes partes de Egipto y algunas partes de Arabia Saudita, siendo anunciados por uno de los sirvientes y siendo saludados por el heredero poco después en forma de un gesto con la cabeza.
Pasado la hora la mayoría de los invitados habían asistido, el sirviente que los anunciaba se preparaba para cerrar la puerta, pero antes de hacerlo otro sirviente le entrega un pergamino, este lo toma y lo abre leyéndolo.
-Como últimos invitados....-anuncia el sirviente leyendo el pergamino- tenemos a un príncipe que proviene de la lejana Siria...-al decir esto el desconcierto reina en el salón, Siria no era muy acercado a Egipto, el consejero del próximo faraón se encontraba sorprendido miro a su alrededor buscando alguna respuesta en los guardias o en sus compañeros pero nadie le daba razón.
-¿Qué hace alguien de Siria aquí...?-murmura- ¿Quién lo invito...?-se pregunta el consejero totalmente confundido, mira por el rabillo del ojo a su amigo de infancia el cual se encontraba totalmente sumergido en su temple serio y frío.
-Bienvenido sea, acompañado de sus guardias personales el Joven príncipe Yugi Sahir...-anuncia el sirviente en medio del desconcierto cruzando el portal de la puerta se presenta tres personajes que dejan atónitos a los presentes, especialmente al faraón y sus guardias, el joven príncipe como fue anunciado vestía ropas de seda y oro, joyas de distintas clases, rubíes, diamantes y esmeraldas, usaba una tiara de cristal y oro y en sus brazos habían una serie de tatuajes desde el hombro a las muñecas con varias simbologías egipcias adornadas de plata y oro, sus dedos vestían anillos de bronce y sus pies descalzas tenían una pequeña red fina hecha de plata, un delicado paño de seda tapaba la mitad inferior de su rostro solo mostrando los bellos ojos que poseía, esos ojos amatistas intenso que brillaban como las joyas del faraón. A ambos lados de él estaban sus guardias a su derecha estaba un chico alvino totalmente, vestía de seda y lana egipcia, cubierto de pies a cabeza de ropas muy finas portando en su mano un machete de plata, su cara estaba cubierta igualmente mostrando sus hermosos ojos pardos y su pelo blanco era recogido en una cola alta que estaba sujeta con un broche de bronce. A su izquierda estaba un chico moreno, vestido de lana y seda egipcias, cubierto de pies a cabeza con ropas finas y joyas de bronce en su mano portaba un machete de bronce, su pelo caía suelto en su espalda y su cara igualmente tapada, dejando ver sus ojos violetas oscurecidos y tenues, en su pelo tenía un pequeño velo de seda transparente color tierra.
-Es un honor estar aquí...-murmura aquel príncipe, mirando de forma fija al próximo faraón- Joven hedero...

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Notas finales:

MUCHAS GRACIAS POR LEER!
Se les quiere! bye bye!

Ave de OroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora