A su alrededor grandes sectores de áreas verdes en el que se encuentran varios grupos de chicos y chicas cuchicheando. Estudiantes leyendo o simplemente durmiendo, mientras la agradable brisa los guía a un mundo de sueños.
Alfred camina observando todo con especial atención pero procurando no llamar la atención de los otros a su alrededor, mientras examina el lugar que va hacer su hogar por algún tiempo, a lo lejos escucha una voz seria y con una obvia molestia en ella. De a poco se acerca al lugar proveniente de la voz doblando en una esquina hacia donde se encontraba una gran estatua, ve a su compañero Arthur regañando a un par de chicos, que solo mantenían la cabeza gacha recibiendo el sermón sin protestar. Dando grandes pasos, va hacia el Ingles quien tenía los brazos en jarra mientras veía como el par de chicos se alejaba de aquel lugar casi corriendo. Algo que le causo gracia al Norte Americano, pues le sorprendía que alguien tan pequeño como Arthur pudiese imponer tanto miedo en las personas.
— Hey — Dice en forma de saludo.
Lo toma tan sorpresivamente que da un respingo, dejando de expedir esa aura de imponencia gira su cabeza.
— Da un suspiro aliviado— Solo eres tú — Poniéndose la mano en el pecho.— I'm sorry — Dice recobrando su aire de correcto presidente de consejo estudiantil — Me tomaste tan por sorpresa que me asuste...— Pone una expresión de extrañeza. Llamando la atención del otro.
— ¿Qué sucede? — Pregunta Alfred.
— ah, no... Solo pensaba que es realmente raro que me hayas tomado por sorpresa. En general siempre siento las pisadas de las personas que se acercan, pero — Lo mira entornando los ojos — No sentí las tuyas.
Sorprendido por los grandes sentidos de su compañero. Nunca pensó que sus silenciosos pasos, que en incontables ocasiones le habían permitido acabar con sus enemigos y finalizar con éxito sus misiones, pudiese ser algo evidente para otras personas. Con la expresión más serena posible se encoje de hombros restándole importancia a ese detalle.
— Que puedo decir, soy de pies ligeros — Sonríe mostrando los dientes, haciendo que el otro relaje la expresión en su cara.
— Entonces bien, ¿qué necesitas? — Dice sin intercambiar más palabras.
Por unos segundos, la sonrisa de Alfred es reemplazada por nuevamente una expresión de sorpresa.
— Ah yo, solo...— Mira al otro que no hace más que mirarlo esperando una respuesta a su pregunta — Nada, solo trataba de conocer los alrededores y te vi.
Ahora era el turno de Arthur de sorprenderse — Ya, ya veo...—Se rasca nervioso la nuca, sin saber que decir.
Le saca una sonrisa, la manera en la que el otro nerviosamente se rasca. Por lo que decide, ayudarlo a salir de aquella situación en la que el mismo se había puesto.
— Pero ahora que se dio el caso, quizás puedas ayudarme siendo mi brújula.— Saca una mano de sus bolsillos y le muestra el pulgar de manera enérgica.
— ¿Ah?... Cierto, había olvidado que no conoces la escuela. Por favor acepta mis disculpas — Dice de manera caballerosa, de aquella forma que solo tienen los ingleses — Será un placer hacerte un tour por el campus, por favor sígueme.
Y así comienza el tour de Alfred por el campus de la escuela.Mientras que en otra parte del edificio, se encuentra un malhumorado castaño caminando por los pasillos junto a un alegre español.
— Nee Romano, ¿Porqué no quieres ir a comer paella? Yo invito — Dice haciendo un puchero.
— Ya te dije que no, bastardo. Deja de preguntarme eso— Dice con su "habitual" mal humor.
— Pero, Romanito. Si la Paella es deliciosa y estoy seguro de que te gustara— Le insiste.
— ¿Cuántas veces tendré que decirte que no? No, es no —Dice cruzándose de brazos, con la mirada decidida ante la insistencia del otro.
Antonio se detiene al ver que no será nada fácil convencer al italiano de ir a comer un poco de su plato favorito. Triste, mira el suelo y decide jugar su última carta, su preferida y deliciosa carta.
— Pero, tiene tomate...-Murmura.
Romano se detiene. Aunque estuviese a más de diez pasos por delante del español, aquel comentario lo había escuchado como si el propio Antonio estuviese a su lado. Antonio levanta la mirada al ver que una sombra se ponía delante del lugar que miraba con detenimiento. Y al hacerlo se sorprende de ver a Romano frente a él, con las mejillas sonrojadas fingiendo mirar en otra dirección. Se alegra al ver que su última carta hubiese funcionado, es más no sabía porqué había dudado de aquella carta. Siempre funcionaba, era su carta de triunfo, tanta era su alegría que al momento de darse cuenta de lo que hacía, el Italiano se encontraba atrapado entre sus brazos en un fuerte abrazo, gruñendo.
— Maldicione, suéltame bastardo— Dice atrapado en el abrazo.
Ríe avergonzado— Lo siento, no me di cuenta de lo que hacía jeje— Lo suelta inmediatamente y se soba la nuca.
— Sí, sí lo que sea...— Mira hacia otro lado sonrojado y susurra algo inentendible.
El español se acerca un poco al no entender lo que Romano le decía.
— ¿Qué fue lo que dijiste? no te pude escuchar.
El italiano solo se sonroja más y al cabo de unos segundos, vuelve a repetir lo dicho pero un poco más fuerte lo suficiente como para que la cercanía que impuso el español, le permitiese escuchar con claridad.
— Yo, yo quiero comer Paella —Susurra
Antonio, lo mira sin poder creer lo que decía. Feliz, toma las manos de Romano, quien al ver sus manos atrapadas entre las del otro lo mira sin entender lo que hace, hasta que habla.
— No sabes cuánto me alegra el que digas eso, Romano. ¡Te prometo que no te arrepentirás!
Y dicho eso, suelta una de las manos del Italiano, y comienza a correr en dirección al comedor para conseguir unos cuantos ingredientes y preparar su amada Paella. Arrastrando consigo a un estupefacto Italiano. Por fortuna el corredor se encontraba prácticamente vacío, con excepción de algunos estudiantes que caminaban de aquí para allá sin nada que hacer. Con rapidez Antonio que lleva consigo al castaño, pasa junto a vario de esos estudiantes, quienes los miran con extrañeza ante la prisa y entre aquellos estudiantes se encontraba un par asiático.
— ¿Esos no eran Antonio y Romano-aru?— Pregunta un Chino.
— Me parece que si Yao-san— Ladea la cabeza, mirando en dirección a ese par que se encontraba ya lejos— Me pregunto porque tendrán tanta prisa Mmmm...
— ¿Alguna de sus otras tantas locuras, tal vez-aru?— Dice rascándose la nuca con extrañeza mirando en la misma dirección. Cambiando de expresión mira a Kiku, feliz— Entonces, ¿vamos-aru?— Emocionado.
— Pues ya que insistes tanto, como decirte que no Yao-san
— ¡Sí!- Aru— Celebra el otro mientras el japonés ríe con una gotita tras su cabeza— Bien, entonces el sábado a medio día ¿está bien?
Y sin esperar a que el japonés respondiera, se aleja despidiéndose con la mano mientras grita una excusa
kiku suspira cansado— ¿Por qué siempre acabo concediéndole en todo lo que me pide?— Dice al vacío, más como una pregunta para sí mismo que para alguien en especial. Mira a lo lejos la espalda del Chino y sin poder evitarlo una sonrisa se asoma por la comisura de sus labios.
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Palabras:
Maldicione: Maldición
Gracias por leer :D y si es que hay alguna falta ortografica no fue mi intención u.u
Gracias y hasta el próximo capitulo :3
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La misión
Non-FictionAlfred Jones es un agente secreto enviado para averiguar y detener los planes de la gran y poderosa empresa mafiosa "Ryonk" junto a su compañero Romano Vargas. Para ello Alfred y Romano tendrán que asistir a la prestigiosa "Hetalia Gakuen" y hacers...