— ¡Tada!— Exclama dejando un gran y vaporoso plato sobre la mesa frente a Romano— ¡Paella!
El italiano mira el plato levantando una ceja, inspeccionando los ingredientes a la vez que se le hacía agua la boca. Asiente con firmeza y toma el tenedor sin esperar la incentiva del otro. Los sabores mezclándose en su boca hacen que sus ojos brillen fascinados ante el increíble plato y Antonio al ver esta reacción no puede evitar sonreír.
Romano sube los ojos para mirar la cara del español sentado frente suyo, frunce el ceño ante la notoria felicidad del otro. "Bien, ganaste, esta delicioso. Pero eso no quiere decir que vaya a admitirlo, Bastardo" piensa dejando de masticar. Ganándose una mirada confusa de su compañero.— ¿Qué sucede Romano, necesitas agua?— Alzando un vaso y un jarro con agua.
Pero Romano no responde, solo mira las acciones del otro hasta que el vaso con agua es puesto delante de sus ojos, lo toma y bebe un sorbo.
— Ya probé tu plato, ahora me voy-Dice levantándose a la vez que deja el vaso sobre la mesa ruidosamente.— ¿Qué, por-por qué?!— Levantándose también, sin entender.
— Dijiste que dejarías de molestarme una vez que hubiese probado tu plato, ¿no?— Lo mira- Pues bien, ya lo probé así que ahora no me molestes— Se voltea alejándose del herido español.
Una vez caminando en la soledad del pasillo, raro dado que quince minutos antes habían aunque sea unos cuantos alumnos caminando por aquí y por allá con el aburrimiento de acompañante. Pero ahora no había nadie por los alrededores. Instintivamente se detiene y escucha atentamente su alrededor, aves cantando, el viento corriendo tan silencioso como siempre, pero ningún ruido de voz humana cerca. Sigue caminando, alerta a cualquier cosa después de todo no había podido investigar toda la escuela debido a la constante presencia del español a su alrededor, pero en esos momentos parecía una perfecta oportunidad para investigar. Salas vacías y nada que pareciese fuera de lo normal, pero alto. Un ruido procedente de un pasillo llama la atención de Romano, un sonido tan bajo que nadie que no hubiese pasado por los duros entrenamientos de la base podría oírlo, haber desarrollado un agudo sentido de la audición en aquellos casos le convenía, pero la mayoría del tiempo sufría un terrible dolor de cabeza con los sonidos tan fuertes y claros que podía escuchar de su entorno. Mientras avanza con suavidad, la expresión de dolor mezclada con sorpresa de Antonio le viene a la mente, sintiendo un desagradable sentimiento de culpa. "Tch, no debería estar sintiéndome culpable por ser directo... Es su culpa por querer acercase a mi". Se pone de cuclillas frente a la puerta de la sala de la que provenía el sonido, sube la mirada para poner su mano sobre la perilla y al hacerlo una socarrona sonrisa aparece en su rostro "Que casualidad ¡Já! Tendré que agradecérselo más tarde a el estúpido de Antonio".
Repentinamente recuerda todo lo que le había dicho y compone una amarga expresión. Hablar con él español creía que desde ese momento en adelante ya iba a ser casi imposible, después de todo las personas normales son más sensibles y receptivas a las palabras que personas como él, que son entrenadas y acostumbradas a no mostrar sentimientos casi como a no tener.
Abre un poco la puerta dejando una pequeña rejilla para poder ver hacia dentro de la habitación. Oscuro, la oscuridad inunda la habitación excepto una esquina que era escasamente alumbrada con una pequeña lámpara a las espaldas de una figura sentada en el sillón ¿Quién es él? Se pregunta Romano, pero la repentina aparición de una segunda figura no le deja tiempo para razonar. La segunda figura le hace entrega de lo que aparenta ser un vaso, pero desde donde se encuentra Romano puede ser cualquier cosa, la oscuridad no lo deja ver bien y no tiene algo que pudiese usar como binoculares o algo parecido. La primera figura recibe pero más que recibir prácticamente se lo quita. Se abre, el objeto se abre "Evidentemente ya no es un vaso" Entonces, que? ¿Un teléfono? No, demasiado plano y curvo para ser uno ¿Un regalo? Regalo no sería exactamente la palabra que yo usaría, el otro casi se lanza por el objeto. La primera figura junta lo que posiblemente pueden ser sus manos y las mueve con nerviosismo "El director" Reconoce Romano, esa era la forma que le había visto hacer una vez cuando caminaba por los pasillos mirando a los alrededores con disimulado nerviosismo ¿Pero quién es la otra? Se ve que es un hombre, pero ¿Quién? Quiere saberlo, quiere saber si acaso ese objeto puede ser la clave de la misión que le fue asignada a él y a Alfred.
Y para saberlo decide arriesgarse y abrir un poco más la puerta rezando para que con mucha suerte ninguna de las dos figuras se den cuenta del repentino aumento de luminosidad entrando en la habitación, pero antes de pode siquiera abrir un centímetro la puerta siente como su boca y sus ojos son tapados mientras que sus brazos son a sujetados.
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La misión
Non-FictionAlfred Jones es un agente secreto enviado para averiguar y detener los planes de la gran y poderosa empresa mafiosa "Ryonk" junto a su compañero Romano Vargas. Para ello Alfred y Romano tendrán que asistir a la prestigiosa "Hetalia Gakuen" y hacers...