Pegamento (Gerita)

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Mientras todos los estudiantes de la prestigiosa escuela, paseaban de un lugar a otro, hablaban entre sí, se reían a carcajadas. Dos de nuestros personajes se encuentran ajeno a todo esto, en uno de los dormitorios.

— Ve ~ Doi-Doitsu— Lloriquea un pequeño Italiano-Me- me duele...

— Aguanta un poco más, Veneciano- Dice un gran y fornido alemán, con unas cuantas gotas de sudor en su frente.

— Ngh! No- no puedo...— Le dice, mordiéndose el labio inferior
— Solo un poco, ya casi— Dice con esfuerzo.

El italiano solo lloriquea, tratando de pensar en cosas felices aunque su intento es inútil, el dolor es más fuerte.

— Doi-Doitsu!!

El otro no hace caso a su suplica y continua con su labor. Cuando las lágrimas apunto de resbalar por el rostro del Italiano, Ludwing grita la victoria

— ¡Listo! Ya se despegaron- Dice limpiándose el sudor de la frente con el antebrazo.

Veneciano mira impresionado sus dedos sin rastros de pegamento en ellos, emocionado se tira a Ludwing.

— Grazie, Doitsu. Mile Grazie— Dice restregando su rostro contra el del otro— Pensé que se iban a quedar pegados para siempre

Suavizando el ceño, acaricia el cabello de su amigo—No tienes de que agradecer. Esta no es la primera vez que se te pegan los dedos, pero...Es la primera vez que costo tanto despegarlos— Levanta una ceja, inspeccionando el escritorio donde minutos antes trabajaba el Italiano, con una maqueta.

— Es que use otro tipo de pegamento, ve~ — Comenta feliz
— ¿Otra clase de pegamento?

Veneciano asiente y se aleja de él, dirigiéndose al escritorio. Toma el pegamento y se lo muestra

— Es este— Lo señala— Pegamento ultra resistente, perfecto para reponer vidrios rotos, fierros, entre otros— Leyendo la etiqueta del pegamento.

Ludiwng cierra sus ojos, frunciendo nuevamente el ceño— No sé porque ya no me sorprendo— Agarrándose el puente de la nariz con sus dedos.

— ¿Mmm? ¿Qué sucede?— Dice sin entender el menor.

— Usaste pegamento industrial, Veneciano— Lo mira, con su típica expresión seria. Acercándose a el, se lo quita de las manos— Acá —Señala— "Pegamento Industrial".

— Ve ~ Pero en las letras pequeñas dice que es perfecto para maquetas— Inocente.

— ¿Letras pequeñas?— Mira con más atención a la etiqueta y efectivamente había letras pequeñas, donde salía el reciente comentario del Italiano. Suspirando, devuelve el pegamento a la mesa— Eso ya no importa, lo importante es que logramos terminar la maqueta sin que ninguno haya salido gravemente herido.

— Ve ~ Claro— Dice, poniéndose firme con una mano en su frente, a lo tipo militar— Pero Doitsu.

— ¿Si Veneciano?— Dice Ludwing, que parado frente a el actúa como general aunque con el atuendo desordenado.

— Tengo que informarle de que el trabajo es para la próxima semana, no teníamos porque terminarlo tan rápido, señor— Feliz, sigue con la posición erguida.

Ludwin quien había faltado ese día de clase por haber agarrado gripe, solo se había enterado que tenía que presentar una maqueta a escala de los aviones que se usaron en la segunda guerra mundial y que le habían asignado como pareja a Veneciano.

— ¿Para la próxima semana?- Dice con el brazo de la chaqueta bajo su hombro y el cabello desordenado después de haber pasado la noche en vela.

El italiano asiente, actuando como un buen soldado— Si, señor. Y si queríamos podíamos pedirle al profesor unos días más para poder finalizar el trabajo, señor.

Con un tic en el ojo, el Alemán mira al inoportuno Italiano— Yo- Dice acercándose a la cama, consternado.

— ¿Doitsu? - Dice bajando el brazo y mirándolo preocupado.

— Yo...— Se ríe antinaturalmente— Teníamos una semana más y nosotros aquí sin dormir— De pronto la risa se detiene y mira a su amigo, con su típico ceño fruncido, excepto que esta vez daba miedo— ¿! Porque no lo mencionaste antes!?

— ¡Vee!— Da un brinco, ante la aterradora cara del otro— Es-es que no preguntaste y luego se me había olvidado hasta que terminamos el trabajo— Dice con lágrimas en los ojos mientras juguetea con sus dedos.

— ¡Veneciano!— Dice levantándose de la cama y acercándose a paso lento hacia él.

— ¡Mi dispiace!— Grita a la vez que sale corriendo de la habitación y como bien saben, los Italiano a la hora de la huida son realmente rápidos, tanto como para dejar muy atrás a Ludwing, quien intenta alcanzarlo, inútilmente.

Una vez aceptando el hecho de que había perdido de vista a Veneciano, disminuye su corrida hasta que se vuelve una caminata, mira a su alrededor, sin prestar realmente mucha atención. Está bien, había sido muy duro con el pobre de Veneciano y era normal que haya huido con esa velocidad, que aún no terminaba de sorprenderle. Se arrepentía de haberle hablado así de duro, él era la única persona que siempre estaba a su lado, inclusive cuando le hablaba de esa forma. No se habría enojado tanto, si no estuviese tan cansado como lo estaba en esos momentos, tras haberle bajado la fiebre y ponerse al corriente con las materias comenzó inmediatamente la maqueta, tal vez no debió haber sido tan estricto y haberle preguntado primero. Pero ya de nada servía lamentarse por eso, ahora lo único que tenía en mente era encontrar al italiano y pedirle perdón.
Mientras pensaba en la forma de disculparse, se detiene al darse cuenta de que había llegado al patio de la escuela, a la parte más lejana de esta. Confundido y sin saber cómo llegó hasta ese lugar, decide dar marcha atrás pero a mitad de camino un pequeño sollozo, llama su atención. Conocía ese sollozo, lo conocía tan bien que se sorprendió de comprender que era Veneciano el que sollozaba, escondido tras un árbol. Despacio, se acerca hasta él sin que se dé cuenta, pero al parecer sus pasos eran bastante traicioneros. Veneciano levanta la cabeza al escuchar a alguien acercase, dejando ver las lágrimas que caían por sus mejillas, y sin pensarlo dos veces Ludwing se pone de cuclillas frente a él y le limpia las lágrimas que obstinadas salían. Veneciano, sorprendido ante la suavidad con que este le secaba las lágrimas, deja de llorar.

— ¿Ludwing?— Dice con sorpresa, pero al recordar la noche en vela que tuvo que pasar por su culpa baja la mirada, triste.

—...Perdóname, Veneciano— Las palabras salen de su boca al tan solo ver la expresión dolida del otro— No quería hablarte de esa forma, es solo que me sentía cansado, vengo saliendo de una fuerte gripe yo... Verzeihen sie mir— Dice, desviando su mirada, arrepentido por haberle dado ese trato. Pero la vuelve a dirigir cuando siente que este le tocaba la mano que aún mantenía en su mejilla, con una suavidad increíble. Sonriéndole con gran cariño niega con la cabeza.

— No, perdóname tu Doitsu— Apoya toda su mejilla en la mano del otro— Si tan solo te hubiera dicho antes del proyecto, no hubieras tenido porque pasarte la noche en vela, con alguien tan torpe como yo solo siendo una carga más— Mientras decía aquello, su voz iba haciéndose cada vez más baja.

Asombrando al otro, Ludwing le dedica una sonrisa torcida, poco común en él. Con la mano libre, le acaricia el cabello, tranquilizándolo— No eres una carga Veneciano, bueno no para mí.

Y con eso, Veneciano quien más sorprendido que nunca asiente feliz y con rapidez. Para luego tirarse a los brazos de Ludwing, quien no se había esperado eso, y cae hacia el césped, de espalda.

— Grazie, Doitsu... Grazie— Y de apoco sus ojos se cierran, producto del cansancio y lloriqueo. Quedándose dormido sobre el pecho de un sonrojado alemán, quien solo suspira ante lo ocurrido y tras mirar al durmiente sobre él, decide que descansar también no sería una mala idea. Con el perfecto clima invitándolo a una relajante siesta, y el viento velando por sus sueños. Cae dormido, abrazando al menor de forma protectora.

La  misiónWhere stories live. Discover now