Capítulo 2.

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Por fin habían terminado los dos días de reposo absoluto así que decidí que no iba a pasarme otro día encerrada en casa. Me levanté y fui directa a la ducha. Me vestí con unos tejanos, mis converse blancas y un jersey con un tono rosa pastel. Desayuné algo rápido y salí de casa. Era extraño pero parecía que ya nada me dolía. Me sentía mucho mejor. Anduve durante un rato sin rumbo fijo pero en cuando reconocí el lugar en el que me encontraba me quedé quieta. ¿Cómo narices había llegado yo hasta allí? Sin saber cómo, me encontraba en el bosque. Cerca del lugar donde había ocurrido mi pequeño accidente. Sentí como si algo me empujara a llegar al lugar del accidente así que en unos segundos allí estaba, enfrente del barranco. Di una vuelta sobre mi misma para observar todo aquello que me rodeaba. Noté un pequeño mareo y en cuando abrí los ojos vi el bosque con otros ojos. Me sentí como en casa. Una mezcla de felicidad y tranquilidad recorrían todo mi cuerpo. Era extraño pero me sentía libre. Sin apenas notarlo, mis sentidos se agudizaron. De repente podía distinguir con claridad el olor del bosque. De los árboles y plantas que me rodeaban. Pude distinguir que detrás del grande pino que tenía delante de mis ojos, se escondían unas pequeñas flores silvestres. Me aproximé al limité del precipicio y cerré los ojos. Como un susurro escuché unas fuertes pisadas en la hierba. Por la fuerza de las pisadas supe que aquella persona estaba corriendo. Abrí mis ojos y observé todo aquello que me rodeaba en un intento de encontrarme con el dueño o la dueña de las pisadas pero allí no había rastro alguno. Volví a cerrar los ojos y me concentré. Entonces supe que aquella persona apenas había entrado en el bosque pero que se dirigía hacia donde yo me encontraba a una velocidad totalmente inhumana. Instintivamente olfateé el aire y supe que a pesar de su velocidad se trataba de una persona. Concretamente de un chico ya que pude distinguir el aftershave que debía haber utilizado aquella misma mañana. Di un par de pasos hacia atrás. ¿Qué había sucedido? ¿Cómo había sido capaz de adivinar todo eso? Es más, ¿des de cuándo era yo capaz de escuchar con tanta claridad sonidos tan lejanos? ¿Por qué había sido capaz de distinguir el olor a aftershave en el aire? Noté como si la cabeza me fuera a estallar. Ese olor me era familiar, muy familiar pero las fuertes punzadas me impedían saber el porqué. Las pisadas sonaban muy fuertes. En apenas unos minutos me encontraría de frente con la persona que había entrado corriendo al bosque. Me entró un ataque de ¿pánico? No sabía qué me sucedía así que todo lo que fui capaz de hacer fue trepar el pino que tenía enfrente y me quedé escondida entre las ramas más altas. Miré hacia abajo. Esto no podía estar pasando. Nunca había sido hábil. Es decir, era un completo desastre con el deporte o con cualquier cosa relacionada con ella y, ahora me encontraba en las ramas de un árbol. Un árbol que había escalado en apenas unos segundos. Cuando volví a fijar mi vista en el bosque pude divisar como un chico salía de entre los arbustos. A pesar de saber que me encontraba lejos pude ver quién era. Su rostro me resultaba de lo más familiar pero cuando mi mente intentó procesar la información otra punzada apareció. Sin quererlo solté un gemido apenas audible pero fue suficiente para que el chico observara hacia mi dirección y después desapareciera a una velocidad imposible. En dos saltos me planté otra vez en “tierra firme”. ¿Qué demonios terminaba de suceder? Me sentía nerviosa, inquieta. Tenía la necesidad de correr. YO. CORRER. Eso era casi más surrealista que todo aquello que terminaba de suceder. Pero sin pensarlo dos veces hice lo que me pedía el cuerpo y salí corriendo. Me invadió la felicidad. Me sentía libre y a la vez tan viva que no quería dejar de correr. Por desgracia tuve que hacerlo ya que me encontraba en plena calle, a escasos metros de mi casa y no era necesario que mis vecinos me tomaran por la loca del barrio. Miré el móvil para comprobar la hora. Eran las ocho y yo apenas había notado que había anochecido y lo extraño era que mi visión a estas horas era excelente. Mucho mejor que hacía un par de horas cuando todavía era de día. ¡MIERDA! Había pasado casi todo el día fuera de casa.

-Effie ¿qué te pasa?-pregunté en voz alta parada enfrente de la puerta de mi casa- ¿des de cuándo pierdes tú la noción del tiempo en el bosque?-suspiré.

Abrí la puerta intentando hacer el mínimo ruido posible.

-Tranquila enana, mamá no está en casa-Jake me analizaba des del sofá.

-¿Está muy molesta?-

-No-hizo una pausa- ¿debería?-

-No sé, como no avisé de que-no me dejó terminar.

-Ah eso, Kayla llamó para avisarnos de que estabas con ella-

-¿sí?-Jake arqueó una ceja- oh, sí. No me acordaba-jugueteé con un mechón de mi pelo.

-Dios, ¿no me digas que el golpe te ha dejado más despistada que antes? Porque vamos apañados-hizo una mueca.

-Muy gracioso Jake, muy gracioso…-me envió besos des del sofá.

Sabía que iba a echarlo mucho de menos cuando estuviera en Manchester pero él quería ser un buen periodista y yo no podía hacer otra cosa que apoyarlo.

-¡Effie!-la voz de Jake resonó por las escaleras.

-¿Qué?-dije saliendo de mi cuarto.

-Ha llamado mamá. Hay mucho jaleo en urgencias y le toca quedarse de guardia-

-Vaya-

- Ya-

-Eso quiere decir que cenamos tú y yo solos-

-Buena deducción Sherlock-dijo sarcástico.

-Imbécil-saqué la cabeza por las escaleras. Jake me observaba divertido- Ya sabes a qué me refiero-sonrió.

-Ya estas tardando-me guiñó el ojo y empezó a correr hacía la cocina.

-¡Eeeh! Tramposo-salí corriendo escaleras abajo.

Sin duda aquella era la mejor manera de disfrutar de una buena cena de “despedida”. Jake y yo nos encontrábamos llenos de harina y sin dejar de reír. Eso sí, nuestro objetivo había sido cumplido. Solo faltaban un par de ingredientes para que las pizzas estuvieran listas. Aquello se había convertido en nuestra tradición. Siempre que nos quedábamos solos nos las ingeniábamos para preparar pizzas caseras que casi siempre terminaba en una guerra de harina entre ambos dejando la cocina echa un asco. Pero era demasiado divertido como para poder resistirse eso sí, los dos nos asegurábamos de que todo quedara completamente limpio y de que nuestra madre no pudiera sospechar nada en cuando llegara.

-Effie-me llamó mi hermano.

-Dime-aparté mi vista del horno donde por fin se encontraban las pizzas y le miré- ¡EEEH! Habíamos dicho que quedaba en empate-dije molesta. Mis reflejos no habían sido lo suficientemente rápidos como para esquivar la harina que Jake me había lanzado.

-Sabes que me encanta ganar-dijo Jake con una sonrisa triunfal.

-Eres un tramposo- le saqué la lengua.

-No, no has dicho eso-me miró desafiante.

-Sí, lo he dicho-formé una amplia sonrisa- TRAM-PO-SO-

-Prepárate- salí corriendo hacia el comedor con Jake pisándome los talones.

-No, me atraparás-dije mientras esquivaba el sofá.

-Eso ya lo veremos-Jake saltó por encima de este.

De forma repentina me entraron unas ganas de correr que no supe cómo controlar y sin darme cuenta salí disparada escaleras arriba dejando un espacio considerable entre ambos algo que nunca había ocurrido. Observé como Jake se quedaba completamente inmóvil.

-¿Des de cuándo se te da tan bien correr?-preguntó sorprendido. La verdad ni yo misma lo sabía. Habían pasado tantas cosas raras aquel día que no había querido parar a pensar en ello.

-Escapar del señor Jake requiere máxima velocidad- por suerte mi respuesta no había sonado forzada. Parecía completamente normal.

-Así me gusta que me lo pongas difícil-Jake sonrió y subió las escaleras de dos en dos.

La persecución continuó pero esta vez dejé de correr como antes y dejé que Jake me atrapara. Me cogió por los tobillos y apoyó todo el peso de mi cuerpo en su hombro. Parecía un completo saco de patatas.

-Effie, no te libras de limpiar- Jake me mostró su sonrisa triunfante y me llevó escaleras abajo.

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⏰ Última actualización: Mar 30, 2014 ⏰

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