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El anciano musculoso se llamaba Samuel, su cuerpo ancho que estaba repleto de modificaciones corporales, principalmente en sus pálidos brazos arrugados, por lo que no fue ajeno a la atención de los demás, y su cuello ancho de extensión limitada, sin olvidar esa mirada de un ceño fruncido eterno, que era lo primero que resaltaba de su rostro redondo, causada por una vida estresante tras las rejas y su vetusto dictamen.

Las palabras del viejo eran educadas y mantenían un léxico bien articulado, no obstante cuando vio a la mujer llena de imperturbabilidad, este era displicente. La abogada hablaba formalmente manteniendo una debido a las reglas de no tocarse con un recluso. Analizaba los documentos de su cartera negra, a través de sus lentes de marco del mismo color, con una seriedad en su semblante que era indiferente a la apariencia del anciano, ya que no cabía en su lista de hechos que fueran de relevancia en su labor.
Sin embargo Samuel se vio disgustado la primera vez que la visualizo en la sala, se esperaba dentro de la habitación silenciosa, para tocar el tema de su casi imposible reducción de condena, a alguien más poderoso como él se consideraba a si mismo dentro de su ego. Lo que más ansiaba era a alguien que desde su opinión fuera de fiar y determinado, pero para su mala suerte que estaba en contra de sus expectativas, se encontró con esta mujer en sentada en frente del destrozando su ilusión, en otras palabras deseaba a una persona de género masculino.

Mientras tanto nuestro grupo de amigo intentaban ignorar al anciano. Verónica era la única a diferencia de Oliver y Sam que mantenía con un toque vivo a la charla, porque a su mejor amiga de cabello corto le molestaba la idea de ver encarcelado a su hermano menor, la charla no tenía gran peso como antes de que apareciera Samuel, trataban de la vida de Verónica y todo lo que se relacionará con lo que Oliver tuvo contacto en el exterior, por lo que dictaba de cualquier evento sorprendente, a comparación de los aposentamientos que han tenido que vivir estos últimos meses, tanto Oliver y Verónica.

-Si tienes algún problema solo dímelo Oliver-.Con prudencia de los guardias sostuvo su mano entre las suyas.

-¡Mantengan la distancia!

Dijo el guardia imperioso, con el único objetivo de evitar el intercambio de sustancias entre los visitantes y los presos. Inevitablemente sus manos se soltaron con una sensación de molestia.

-Gracias pero debo arreglármelas por mí solo ahora, tu voluntad no sirve donde estoy.

-Con solo ver la venda de tu cabeza lo sé.

Preocupada observo por completo a Oliver, tratando de encontrar alguna otra herida, en su delgado cuerpo que en algún momento le dio protección, en el transcurso de su amistad.

-¿Quien fue?

-Mejor no saberlo.

-Solo dilo.

Sam levantó su rostro y miró a Oliver esperando su respuesta.

-Para ser sincero fue una especie de simio fitnes, enamorado de un chino.

Una expresión de molestia se formó en el rostro pálido de la drama, que intento tranquilizar su temperamento. No obstante Sam sólo sonrió plácidamente, por el chiste sin gracia de su estúpido hermano.

-Estoy hablando en serio.

-Es la verdad ese simio se llama Lucas, y el asiático es Alex, me atacaron en el baño por la tarde ayer.

-¿Y qué paso para que te golpearan?, ¿siguen molestándote?.

-Prefiero no recordarlo.

En su memoria refresco nuevamente la visión que tuvo antes de la golpiza, los cuerpos desnudos de ambos, el rostro excitado de Lucas al ver al asiático desnudo y mojado por las gotas de agua que caían por su cuerpo, que a pesar de ser algo normal para sus ojos, desde el punto de vista de Lucas, nublado por el enamoramiento del que era víctima, era irresistible tocar su piel, y llegar a consumar el amor, con aquel hombre pálido y de personalidad flemática que no se dejaba llevar por la pasión conviertiendolo en alguien ecuánime con Lucas, pese a que el tratara de causarle una reacción contraria. 

Un instante casi inmortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora