Las flores del mal

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Por la mañana, Yuuri se encaminó al Ice Castle para pedir permiso de estar más tarde, llevaría a Victor por petición suya, esperaba que le gustara. Se adentró al sitio y encontró a Yuko arreglando algunos papeles en el mostrador.

- Hola - Saludo Yuuri, ella brincó del susto.

- Hola Yuuri, me asustaste - Rió amigablemente.

- Perdona, quería pedirte si podía venir más tarde, como sé que cierran temprano…- Le dijo de forma suplicante.

- Claro Yuuri, sabes que puedes venir cuando gustes- Le guiñó el ojo.

- ¡Muchas gracias Yuko! - Se despidió efusivamente y se encaminó hacia su casa.

Por el camino se encontró de frente con Takeshi que venía con sus hijas, pasaron de lado sin saludar, se le hizo muy extraño, pero se detuvo y él les saludo. Al parecer no escucharon pues continuaron su camino.

Yuuri se extrañó un poco y siguió caminando, parecía cosas de su imaginación, pero últimamente la gente no parecía prestarle atención.  Más de lo normal.

Se sintió cansado con esa idea, no debía permitirse pensar en eso, o estaba seguro que caería de nuevo en las ideas de querer desaparecer.

Suspiró y sin más tardanzas se dirigió a su casa para preparar sus cosas.

Al entrar a su casa, dejó sus zapatos en la entrada,  se iba a ir a su habitación, pero un alboroto en la sala le hizo detenerse y dirigirse a esa estancia.

Sus papás y hermana estaban arreglando los obsequios para llevarse y celebrar el cumpleaños de Minako, una amiga de la familia, estaban por salir pues ya estaban listos todos. Se acercó a su mamá y le habló, ella se sobresaltó.

- ¡Yuuri!, no te vi llegar - Le dedicó una ligera sonrisa.

- Mamá, no me dijiste que hoy le celebrarían - Le dijo algo dolido por no ser requerido en la celebración.

-¿No te lo dijimos? que olvidadizos, disculpa cariño - Lo miró algo preocupada por el lapsus de olvido. Estaba por agregar algo más pero Yuuri le interrumpió.

- No pasa nada - Sin dar tiempo de que le dijeran algo, se retiró a su habitación.

El que olvidarán hasta decirle de alguna celebración familiar, porque ella era como de la familia, era demasiado, en definitiva estaba siendo hasta ignorado por su propia familia. Se encerró en su habitación, no se molestó en preguntar si podía acompañarles, seguramente no hacía falta.

Se sentó en su cama con la sensación de no importarle a nadie.

Se colocó sus audífonos para escuchar música y se recostó queriendo olvidar lo que sentía en ese instante.

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