Capítulo Dos.

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II.
 

Me desperté más animado, la visita de mis compañeros me subió el ánimo, mi humor iba en ascenso.
Como cada mañana alguien vino a dejarme una pastilla que tenía que tomar eso me ayudaba a sobrevivir a todo lo que estaba sintiendo, así que después de bañarme tomé el medicamento y me dirigí al comedor y  me senté en la mesa habitual, de vez en cuando una o dos personas me acompañaban y se animaban a hacerme la plática, preguntando de la banda. Pero esa mañana el comedor se veía vacío, así que me dedique mucho tiempo en servirme el té, hasta que sentí una mirada sobre mi y cuando mire a ver me encontré con la mirada de Lena justo en la mesa enfrente, no sabía que significaba su mirada pero después de algunos segundos comenzó a intimidarme, y una electricidad que no había sentido hacia mucho tiempo recorrieron mi cuerpo, sentía mis mejillas arder y temía estar sonrojandome. No entendía por qué me sentía tan cohibido, cuando era adolescente, en la escuela nunca fui popular y si me era difícil socializar con chicas guapas, pero ahora después de muchos años en la banda, lo había superado y miles de chicas rogaban por atención, supongo que no había cambiado mucho y que era el alcohol y la fama lo que me permitían ligar sin morir en el intento.

Le sostuve la mirada un par de minutos, pero después desvíe la mirada avergonzado y derrotado y ella solo se limitó a quedarse mirándome mientras su desayuno se enfriaba sin ser comido, así que otra vez reanude la tarea de mirarla mientras  comía y entonces la examine mejor, su cabello quebradizo,  ondulado y negro,  tenía unos mechones sueltos que hacían que su rostro se enmarcará, su piel era pálida, amarillenta y su mirada estaba vacía abajo de sus ojos habían unas enormes ojeras muy marcadas. Y era muy delgada parecía que se iba a romper en cualquier momento, y si Rose había dicho la verdad con respecto a la edad de Lena, entonces ella no aparentaba tener dieciséis se veía menor quizá era por la falta de alimentos. Para cuando termine de desayunar ella aun me miraba pero cuando la hora del desayuno terminó, se puso de pie y caminó lejos de ahí con su comida intacta. 

—Buenos días—, una enfermera entró por la puerta al salón en dónde tomábamos la terapia grupal (que era lo único que no termina de agradarme) —Lena se unirá a el círculo

Lena miró a todos en el círculo y luego miró a la enfermera.  

—Toma asiento—la enfermera le señaló un asiento vacío 

Ella ocupó el asiento y la psicóloga, parecía un poco disgustada por la presencia de la chica.

—¿Cómo están? 

Preguntó cómo hacía cada mañana. Y todos contestamos al mismo tiempo y entonces empezó aquello de contar cómo nos sentíamos y lo que estábamos pensando y eso. Yo solía ser muy breve en eso y me dedicaba a escuchar lo que los demás decían. 

—¿Por qué no nos cuentas qué tal te sientes Lena? 
—No creo que a nadie de los presentes le interese como me siento.
—A mi me interesa, quiero saber cómo ayudarte.
—Solo porque es su trabajo y porque para eso le pagan, pero en realidad no quiero compartir lo que yo siento y pienso. 
—Lena no podemos ayudarte si tu no pones de tu parte. 
—Yo no pedí venir aquí, ¿cuántas veces tengo que recordarle que yo no quería la ayuda de nadie? 

La psicóloga parecía frustrada pero no dijo más, se puso de pie. 

—Creo que terminamos por hoy. Pueden ir a la sala recreativa o hacer cualquier actividad de su elección.

Yo tenía revisión médica con el nutriólogo, y con el doctor. 
Al llegar el médico me dió tres pastillas, las vitaminas y me dijo que iba bien con la comida. Me preguntó cómo me sentía, y si me estaba haciendo efecto el medicamento.
Me informó que el domingo mis amigos vendrían a verme, y eso me motivó.
Después de la consulta de rutina, me dirigí al salón recreativo, ahí había un piano, quizá pudiera tocar algo para los demás pacientes. Al llegar me quedé de pie en el umbral de la puerta, mientras observaba buscando a Lena, pero no estaba ahí. 
Mire el piano, comencé a caminar hacia él pero no me llamó tanto la atención cómo la hacía el patio del exterior. Mire una vez más el piano y camine hasta los estantes de libros, una vez miré al exterior y decidí que sería bueno tomar el aire.
Cuando estuve fuera, el aire fresco de la mañana golpeó mi rostro, sonreí. Era un día templado, aunque estaba haciendo frío, en el cielo no había ni una sola nube gris. 

Lena [Dougie Poynter] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora