Capítulo 3

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—¡¿D-Dónde estoy?!— El pequeño gatito estaba exaltado al no reconocer el lugar donde se encontraba ya que antes de arrastrarlo lo noquearon. El lugar era raro, dibujos de dragones, símbolos irreconocibles, así identificó que se encontraba en China ¿En que parte? ¡No sabe ni mierda quiénes son los que están frente suyo!

—¿Dónde están las escrituras del casino?— Sintió como era azotado con un látigo de cuero en el pecho, ardía horrible y que estuviera atado de muñecas hacía arriba no ayudaba en cierta forma.

—¡A-Ahh!—Gritó con intensidad por el dolor, los lugares donde alcanzó el látigo empezaba a hincharse tanto que parecía explotar en algún momento y a tomar un color rojizo.

—¡Contesta!—Volvío a golpearlo pero este dio en su rostro causándole una herida en su mejilla, cabeza y con el labio roto.

—¿Qué pasa aquí? —Un tipo alto de cabello sumamente largo y aspecto sedoso de ojos achocolatados que los acompañaba de largas pestañas llego a la escena con expresión de seriedad fijando su vista en el Neko quien estaba retenido contra su voluntad en otra nacionalidad vecina y a la vez desconocida.

—¡L-Liu Feilong!— Varios hombres comenzaron a sudar frío por la presencia de su jefe. El —No pongas en vergüenza a la familia mas de lo que esta. —Se acercó al menor tomándolo del mentón. —¿Donde están las escrituras?

—¡N-No lo se! ¡No se nada de unas escrituras! —Exclamó asustado y sus orejas se levantaron en alerta al ver como el Chino se acercaba peligrosamente a su rostro. Y vio todo negro nuevamente.

—¡Hy-Hyaaa!—Grito el pequeño al sentir como era penetrado por el jefe de la Mafia China, Liu Feilong. Se arrepentía de no haberle hecho caso al pelicastaño, ahora pagaba las consecuencias.

—Tu cuerpo reconoce el tacto de un hombre.— Mencionó el Chino mientras dejaba escapar el humo de su boca disfrutando del sabor que este le otorgaba.—Eres muy joven e inusual para estar al servicio de Asami.... Oh, esto se puso interesante, ti deberías ser... ¿Su amante?— Comenzó a acariciar la liza cola rubia del chico así evitando que contesté la respuesta.

—¡N-No... S-Sueltame!—Hablaba entre silabas por los efectos que conllevaba los movimientos dentro de el— ¡A-Asami!—Gimió el nombre de su ¿Amante? Para él lo es.

    No recordaba el momento que había sido enjaulado en medio de una habitacion custodiada por 4 hombres, tenía hambre, estaba desnudo y no mejoraba nada que el niño que se suponía debía traer su comida, se lo comiera en el camino. ¡Quería salir! Juraba que algún momento el ácido Clorhídrico saldría por su boca y quemaría su garganta en el caminó.

—Ven por mi Asami...—Susurro mientras cerraba sus ojos y sus orejas caían al igual que su cola para tener un lindo sueño que estuviera su Yakuza.

    Varios gritos lo hicieron sobresaltarse, sus orejas y cola se levantaron en alerta mirando fijamente a la puerta. Pasos tranquilos y relajados lograba captar para después de segundo escuchar un disparo, esto estaba mal, no volvería con vida para pisar los amplios caminos de Japón.

    En el momento donde la puerta fue abierta con fuerza brutal se encogió de hombros al mismo tiempo que cerraba sus ojos avellanas esperando lo peor.

—Abre los ojos, Akihito.—

¡Click!

Abrio los ojos de golpe encontrándose con la mirada chocolate de su Amo; las orejas de golpe se levantaron y su cola comenzó a moverse de izquierda a derecha sacándole una leve sonrisa por la reacción del menor.

—Vamos tenemos que irnos, es peligroso quedarnos aquí.— Mencionó el Yakuza pelinegro mientras pensaba las mil y un formas de acabar con Feilong por haber tocado a su gatito.

—No puedo, tengo mis manos atadas.— Trato de quitarse las esposas jalandolas pero era imposible. Al final fue el Yakuza quien ayudo a quitárselas.

    Lo cargo por el hombro cubirendo su cuerpo con el saco que le quedaba como si fuera bata.

—¡Bajame Asami! ¡Puedo caminar solo!—Chillaba con la esperanza de ser escuchado pero lo bajo cuando llegaron a la limusina. Akihito con en saco de su amante se cubría a la perfección aprovechando que le quedaba enorme.

—Te dije que no abrieras la puerta.— Ignoró los gritos del chico minino y lo miro con severidad aunque no lo demostrará estaba muerto de preocupación por el rubio, este al notar su enojo y mirada se dirigió al suelo al igual que sus orejas.

    Al ver que no respondía suspiro, y lo cargo estilo princesa para entrar al automóvil que por cierto, el chofer estaba atento a la plática y en su cabeza se decía "Gato tonto" pero no se reiría de lo contrario su cabeza sería colgada por su jefe.

—Arreglaremos las cosas cuando Regresemos.— Declaró abrazando al pequeño de orejas gatunas.

Una Bola De Pelos (Viewfinder)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora