El juicio

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Emergieron de la tierra con sus almas arrebatadas, sedientas de sangre y venganza. Bestias hambrientas de dolor, criaturas sin un atisbos de misericordias, vehementes y crueles; aquellos que en épocas antiguas fueron angeles, hoy eran demonios, monstruos llenos de rencor e ira. Sus espadas rogaban la sangre de aquellos seres inferiores, de aquellos a quienes protegíamos, y sus manos pedían a gritos la muerte de quien los había condenado a la oscuridad eterna.

La guerra había comenzado, la muerte se levantó cual vieja amiga del hombre, apoderándose de las almas inocentes. Las bestias no tuvieron piedad, huellas de desolación y cenizas dejaban a su paso, valles y montañas despojados de vida, como si el manto oscuro de la noche hubiera caído sobre ellos y les hubiera arrebatado la brisa fresca y el ávido color.

La melancolía inundo nuestras espíritus, observamos sus almas extinguirse, pequeñas luces que se apagaban como si apartaras a la noche de sus estrellas poco a poco. La luz fue absorbida por la niebla oscura, y sus vidas tomadas por esos a quienes, alguna vez, llamamos hermanos. Creímos que él derrotaría a las bestias, era el único capaz, jamás lo vencerían, una criatura no vence a su creador. Pero solo observo, inmutable, sin un atisbo de tristeza, ni siquiera nos miró a nosotros, que rogábamos una orden, solo un mandato y correríamos a la batalla, daríamos nuestras vidas por las suyas, pero sus labios no se movieron, solo enmudeció, y entendimos porque lo permitía. Entendimos claramente el juicio que tomaba orden en la tierra, lo entendimos pero no lo aceptamos, y jamás lo aceptaríamos.

La rabia se apodero de nuestros corazones, éramos soldados, guardianes entrenados para cuidar a la humanidad, caballeros impotentes a merced del dragón e incapaces de salvar a quienes nos necesitaban. No dejaríamos la vida de quienes amábamos en manos de esas criaturas, pelearíamos hasta la muerte por sus vidas, si ellos no tenían misericordia nosotros tampoco la tendríamos.

FallenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora