― Capitulo siete: De frente a la realidad ―

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Los personajes que aparecen aquí son obra de la gran Naoko Takeuchi, la historia es creación de mi loca imaginación.

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A la mañana siguiente, cuando Serena despertó, gimió con fuerza al ser consiente del terrible palpitar de su cabeza, se removió un poco y de pronto se topó con un cuerpo tibio y cálido junto a ella, con un inmenso esfuerzo abrió los ojos, y se dio cuenta que se encontraba entre los brazos de Yaten, quien la miraba conteniendo una extraña sonrisa.

―¿Qué pasa? ―preguntó confundida.

―Jamás te había visto como ayer ―dijo con una sonrisita, lo que ocasiono que Serena gimiera con consternación al ser consciente de que había tomado más de la cuenta la noche pasada y no estaba segura cual era el motivo para haber causado la diversión de Yaten ―No te preocupes no pasó nada ―dijo como si hubiera escuchado la pregunta interna de la rubia ―Anda, vamos a desayunar ―añadió levantándose de un salto.

Serena lo siguió solo unos minutos después, pensando en el terrible dolor de cabeza que sentía y se preguntó por qué de aquello, no había tomado tanto como para embriagarse, pero no estaba muy segura de no haber perdido un poco el control por causa del alcohol.

Apenas iba llegando a la cocina, unos segundos después de Yaten, cuando este le tendió un vaso de jugo y dos pequeñas pastillas, Serena no lo dudó ni un instante y se las tomo con desesperación, al igual que el jugo, lo que le sentó de maravillo al estómago ya que estaba sedienta y sentía su cabeza palpitar. Después de eso se dedicó a preparar café para ambos.

Varios minutos después Yaten miraba a Serena con atención y sin poder evitar una sonrisita en sus labios, la rubia se encontraba vagando por la cocina, mientras preparaba unos huevos y tostadas para que ambos desayunaran. Parecía mejor. No había tomado demasiado la noche pasada, pero Serena no tomaba nada nunca, al menos él jamás la había mirado tomar nada que no fuera un par de tragos de vino, así que con solo tres copas se había embriagado por completo.

La noche pasada se habían reunido todos en un pequeño bar, Taiki, Andrew, Seiya y él habían asistido a celebrar su despedida de soltero. Pero realmente la diversión había comenzado cuando habían llegado las chicas a alcanzarlos, habían conversado de mil cosas, reído y charlado ante las bromas y ocurrencias de todos pero sobre todo de Seiya y Mina.

Y también podía decir que Serena había estado relajada y sonriente, incluso un poco juguetona, le había hablado de lo mucho que lo quería y también le había dicho algo que jamás olvidaría a pesar de que aún se preguntaba cuál era con exactitud el significado de sus palabras; Le había dicho que él era su ángel guardián, no un ángel vengador, un ángel apacible en el que entre sus alas podía sentirse reconfortada, por supuesto aquellas palabras habían sido fruto del alcohol que había consumido aquel día.

Si, definitivamente en las últimas horas venia conociendo mucho mejor a Serena y la verdad era que le agradaba bastante.

De pronto el timbre de la puerta lo saco de su pequeño estudio, así que se dirigió a abrir preguntándose quien de las locas amigas de Serena seria, deseó que no fuera MInako.

Gran sorpresa se llevó cuando al abrir la puerta, un enorme ramo de rosas rojas se extendieron con esplendor frente a su rostro. Y como si una luz se prendiera en su cerebro, de inmediato supo quién era.

―Valla, me siento muy alagado, pero me gustan más las rosas amarillas ―dijo con una sonrisa a lo que la persona al otro lado del enorme ramo, bajo con premura las flores para mirarlo a los ojos.

Siempre túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora