El reto.

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Ni esa era usted.
Ni éste soy yo.
Todo lo que miras es simplemente un reflejo de lo que soy y de lo que en mi habita.
Tengo cara de niño, la llevo desde siempre, con casi 20 años no puedo evitar que me vean y por consecuencia de esto no sientan más que ternura.
Llevo tatuajes en todos lados, pecho, costillas y brazos, a veces en la calle suelo incomodar a un par.
Estaba usted, bella como siempre, con la cara descubierta, odiando un poco al mundo pero tratando de dejarlo como un secreto.
Nos sentábamos relativamente cerca, no podíamos dejar de intercambiar miradas.
Hablamos, te reías de todas las estupideces que salían de mi boca.
Le dije, "todo esto que usted mira aquí, lo que observa viéndome a la cara, no es nada verdadero, esto es una máscara, mi cara me hace aparentar cosas que no soy.
Me hace tener cara de santurrón, no puedo permitirme que usted crea eso".
Me miraba y sonreía, se acariciaba el cabello y me deja ver un poco de esa clavícula que tantas miradas robaba.

"La reto" le dije.
"La reto a que me conozca más, que se atreva a ver que hay al fondo de esto que en mi exterior.
La reto a salir de la mierda básica, a darme una oportunidad, a darse una oportunidad de no salir con otro típico chavo más, de esos que se las llevan de machos por tener barba y usar la misma casaca con todas. Esa casaca que se la copian y comparten entre amigos, yo sé que usted no es tan básica como para ceder con eso".
Pasaron los días, semanas, meses.
Ya era mía pero ella no lo aceptaba. Teníamos algo pero a la vez no teníamos nada.
Salíamos a divertirnos, ella usaba esas medias que tanto me fascinaban, se ponía faldas y su pinta labios favorito solamente para mi.
Un día en la playa nos sentábamos en el capó de mi carro, bebíamos unas cervezas y ella forjaba un porro para los dos.
"Sos la más hermosa, tenes todo eso que para mi sería lo ideal.
Me pareces fascinante, real demasiado bella físicamente".

"Cállese, está un poco ebrio, debería dejar de hablar tanto y comenzar a besarme".
-Me decía ella mientras fruncía la frente .

"Le prometo algo, déjeme saberlo todo, sus miedos, sus fantasías más retorcidas, su cuerpo.. Sus caricias favoritas.
Le prometo que no se arrepentirá, no le digo que mantengamos una relación, apesto en eso y a usted yo quisiera darle todo eso sin arruinarla con un título que simplemente arruina las cosas".

Así pasó el tiempo, era como mi mejor amiga, yo sabía todo de ella, solo me hacía falta ver su cuerpo.
Me gustaba admirarla, acariciarla con poca ropa pero no desnuda, sentirla mía, pedirle cosas y que me las cumpliera; tenerla a mi disposición era toda una exquisitez.

Estábamos en mi habitación, le besaba la espalda, luego la cambiaba de posición y subía con la punta de mi lengua por todas sus piernas, su respiración se tornaba rápida pero más rápidas eran mis manos, acariciándole la espalda, conociéndole toda la piel.
La desnudaba, sus prendas caían al suelo y justo cuando quedó en brassier y bragas me detuvo.
"No quiero que me veas, no estoy conforme con esto que estás a punto de ver, ése es uno de mis más grandes secretos".
Me decía mientras yo no podía evitar ver sus caderas.
"Apaga la luz y métete debajo de las sábanas".
Me lo dijo, fue casi como una orden, como si tuviera que cumplirlo.
Me pare de inmediato, le discutí un rato, su cuerpo era hermoso pero ella no se sentía así.
Le conocía casi todas las fantasías, cada centímetro de su espalda, sabía el número de besos necesarios para recorrer cada una de de sus piernas.
Entre besos y caricias la convencí.
Se desnudó mientras se cubría con la sábana.
Inmediatamente se paro encima de mi cama y solamente cubierta por la sábana se ponía a bromear, a decirme que era el más suertudo del mundo, que solo conmigo yo hacía esto, que yo tenía lo adecuado para ponerla así con una simple conversación, que me lo había ganado.

Lentamente caía la sábana y mi cama ya no era mi cama, se había vuelto un podio y ella parecía la más bella obra de arte.
La admire un rato, le dije que era una buena vista para inspirarme, que era necesario para mi arte.

No la follé, hubiera arruinado el momento, solo me quedé ahí, acariciandola y observándola, tratándola como ningún otro lo había hecho antes, como ella lo le merecía.
Merecía ser admirada, ella era arte.
Pasó el tiempo, ya no la miraba tan seguido.
Ella tenía novio, era un tipo básico, no era tan divertido, casi no le hablaba y solo se miraban para aparentar.

Yo la miraba dos veces a la semana; seguía usando mis medias favoritas y yo le seguía dejando mis manos marcadas justo en donde terminaba su espalda.

No somos nada, no fuimos nada.
Eramos libres de hacer lo que quisiéramos, de complacernos y evitarnos la parte dolorosa.

"No soy de nadie" se repetía mientras tomaba de la botella a fondo.
Mi novio? Mi novio es un chiste, lo tengo de pantomima pues mis padres no dejan de preguntar cuando voy a poner en orden mi vida.

Dicen que necesito disciplina.
"Yo no soy de nadie Hector, pero si fuera de alguien seguramente sería tuya".
Me lo decía mientras yo le besaba las orejas y el cuello.
La miraba a los ojos hasta que bajaba la mirada.
Le ponía boca abajo en el capó de mi carro, la noche estaba estrellada.
Le bajaba las medias y el short, la ponía a gemir mientras miraba las estrellas, le jalaba el cabello mientras le besaba la espalda.
Así éramos nosotros, unidos por nada pero separados por todo.
La veía jueves y domingo, nos alegrábamos la vida.
Ella no era de nadie.
Pero seguro que en el fondo era solo mía.

 Pero seguro que en el fondo era solo mía

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