El invierno estaba en su punto de máxima culminación. El frío viento como el hielo cortaba la piel que se atrevía a sobresalir de entre las capas de ropa y hacía temblar el esqueleto al compás con el resto del cuerpo.
El delantal que me había puesto esa tarde no era de mi talla, por lo que supuse que la lavadora me lanzaba indirectas para ponerme a dieta. Antes de salir por la puerta ajusté la coleta tanto como pude para que aguantase sus debidas horas y alisé la camisa inútilmente con las manos. Un olor a café y chocolate impregnaba el lugar, al entrar por la parte trasera no lo había notado y esa fragancia era mi favorita.
La cafetería Coffee for two estaba a rebosar de gente que se refugiaba de aquel tiempo y no era de extrañar. Grupos de personas muy bien organizadas abarrotaban el local separados en: padres que acababan de recoger a sus hijos de actividades extraescolares, chicos que salían de los institutos, gente que hacía una pausa en su horario laboral y jubilados que se reunían para pasar el tiempo.
- Cielo, ¿puedes atender las mesas mientras lleno las tazas ?
Sara es una de las dueñas del local y no falta ni un día a su puesto de trabajo. Me fijé en su larga trenza pelirroja perfectamente recta cayendo por su espalda. Siempre había envidiado aquel tono rojizo que, aunque cuesta creerlo, es natural. Su larga y delgada figura daba mucho para imaginar y sus ojos negros como el carbón hacían destacar el contraste de su piel casi transparente. Sus movimientos eran ágiles, como si estuviese en un concierto de ballet y ella fuera la protagonista. Como jefa no me puedo quejar, es bastante comprensible y siempre está ahí para lo que necesites. Pero eso sí, una vez que se cabrea parece que el mismo infierno estuviese emergiendo al mundo mundano.
Me acerqué al grupo de jubilados más alejado para tomar les nota de su pedido cuando por el cristal de la cafetería lo vi allí de pie, en medio de la calle con la misma ropa de aquella noche y el pelo más alborotado que nunca, parecía que el frío no era su mayor problema ahora. En la camisa blanca había un manchón rojo, no podría decir con certeza si pertenecía a él o a alguien más y eso era lo que me estaba poniendo nerviosa. Él me estaba mirando y debió de de darse cuenta que lo estaba imitando porque venía directo hacia aquí. Tenía intención de entrar a la cafetería con esas pintas.
- Por el amor de dios - mascullé por lo bajo.
Una de las señoras que se encontraban en la mesa me había escuchado.
- Ya sabemos que las arrugas nos cubren más de la mitad de la cara, pero creo que tampoco es para asustarse de esa manera.
Los demás señores de la mesa empezaron a reírse a carcajadas, lo que me sacó de mi mundo. La cafetería entera se había callado para saber lo que estaba pasando y eso me produjo una incomodidad enorme porque sabía que también Sara que, estaba detrás de las barras, me estaba mirando e imaginaba su cara de pocos amigos que tendría en aquel momento.
Y justo en el momento menos oportuno entró por la puerta Azrael. Lo volví a mirar, pero esta vez él no hizo lo mismo, se limitó a observar a su alrededor en busca de algo o alguien. Pasó a mi lado, ignorándome totalmente y se sentó en la mesa que había al lado de los baños. En ella estaba otro chico que aparentaba tener su misma edad y del que no había reparado hasta entonces. Ambos tenían algo en común y me daba repelús, esos ojos dorados y sin pupila característicos que recorrían todo el local como si esperasen a alguien más.
Intenté concentrarme en el trabajo, pero fue una tarea casi imposible. A cada rato los miraba de reojo, no paraban de hablar y lo hacían tan bajo que no pude sacar nada de la conversación.
- Aileen, atiende a la mesa 8, ya hace un buen rato que han llegado y todavía no has su orden.
¿ En serio? Si no fuese porque me lo ordenó Sara ahora mismo estaría dándole una patada en la boca a quién lo hubiese dicho. Acto seguido me dirigí hacia su mesa y para tranquilizar los nervios no sé me ocurrió otra forma que cantar en mi mente " Hello" de Adele. Me entraron dudas de si realmente todo lo que sucedió aquella noche ocurrió de verdad, y no había sido un mal sueño, pero el moratón en la clavícula lo dejaba claro.
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EAGLE HUNTRESS
Science FictionTodos guardamos algún secreto que no podemos revelar o sería el final de nuestras vidas tal y como las conocemos ahora. Pero, ¿y si hubiese algo o alguien que te ayudase para que ese secreto no saliese a la luz? El Pentágono es una de esas organizac...