— Alice, me has oído? — Me preguntó William.
— Si, me alegro por ti Wil — Dije tapando mi rostro con la carta.
— ¿Te alegras? — Insistió quitándome la carta de las manos.
— Claro — Me encogí de hombros y mire por encima de su hombro.
— ¡Mierda! — Exclamé al encontrarme con los ojos de Dylan.
Este me hizo una señal para que me acercara a donde él se encontraba.
— Espera, esperabas que me fastidiara? — Intuí recapacitando.
— Yo... No... — Se tocó la nuca mientras buscaba una explicación.
Di el último sorbo a mi café y cogí aire.
— Pues me alegro. Somos amigos, solo eso. Adiós Wil — Dicho eso me levanté y forcé una sonrisa.
Aunque no fuera a decírselo me había hecho algunas ilusiones con el chico de ojos azules, al que me dirigía, y me había defraudado no verlo en los días anteriores.
— ¿Dylan? — Pregunté sin pensar.
— El mismo — Ironizó Diana que preparaba un te verde.
— Yo mismo — Repitió Dylan observándome.
No respondí.
— ¿Estás enfadada? — Preguntó entonces.
— ¿Porqué desapareciste de esa manera? — Le pregunté, la pregunta de la semana.
— No me diste tu número y cuando desperté te habías ido — Se explicó apoyándose en la barra.
— ¡No me dejaste tiempo para dártelo! ¡Te dejé una nota! — Alce un poco la voz para mostrarle la frustración que sentía.
— Y yo la respondí — Rió.
— Chicos, sentaros a hablarlo — Dijo Diana señalando una de las mesas. Estaba claro que no quería que montáramos una escenita.
Por que pensaba eso, yo nunca montaba escenitas. Bueno... Solo la vez que pensé que Wil me había engañado, y aquella en la que discutí con Beck, y... y...
Está bien, entiendo porqué pensaba eso.
Hicimos caso a lo que nos recomendó y nos sentamos en la mesa más cercana a la puerta. Cuando Wil pagó y salió me dedicó una mirada de advertencia respecto a Dylan.
— Va
— ¿Va, que? — Pregunté.
— Arreglemoslo — Sonrió y se le formó un hoyuelo en la mejilla derecha — Te he estado buscando, no quiero que estés enfadada.
— Vamos Dyl, si sabes donde vivo — Dije poniendo los ojos en blanco.
— Cierto. Pero no recuerdo como llegar. Por si no lo sabías iba un poco bebido ese día... — Se pasó la mano por el cabello para echar su flequillo hacia atrás.
— ¿Un poco? Aún recuerdo como susurrabas mi nombre mientras te desvestía — Enarqué una ceja.
— ¿Q...Qué? — Reí al ver que se sonrojaba y le toqué el hombro por encima de la mesa.
— Tranquilo, no pasó nada — Reí para tranquilizarlo.
— Dios me habías asustado — Se desabrocho un botón del polo, perecía aliviado.
— Si hubiera pasado algo, no quieres... — Intenté formular la pregunta correcta.
— No... No te veo de esa forma — Hizo una mueca y miré a Diana que hablaba con un chico.
¿No me veía de esa forma? ¿Me estaba diciendo que no era su tipo?
— ¿Y eso? No soy ni monja, ni tampoco una santa Dylan — Le aclaré.
— Dejemos el tema anda — Miró tras de mi y le pidió a Diana un café con hielo — ¿Y bien, que me cuentas? — Dijo como si nada con una de sus bonitas sonrisas, que junto con su marcado hoyuelo me encantaba.
— ¿Yo? Dyl, sabes mucho más de mi que mucha gente, deberíamos hablar de ti.
— Mi vida es muy aburrida — Explicó con las manos — Además a mi ya me conozco, quiero conocerte a ti — Sonrió cuando Diana le entregó su café con hielo.
— Yo también quiero conocerte, pero no me estás dejando — Reí.
— Bien, propongo algo. 3 NOcitas - Extendió las manos y se acomodó en la silla.
- ¿Que? - Pregunté enarcando una de mis cejas - ¿3 NOcitas?
- Si, ganamos los dos. Tu me conoces, yo te conozco y nadie se enfada - Sonrió de nuevo y su hoyuelo se pronunció.Pasó una semana en la que Dylan volvió a desaparecer, yo me dediqué a trabajar y a pensar que el viernes acudiría a nuestra NOcita.
No entendí porque no me veia como algo más que una amiga, pero si algo estaba claro era que no estaba dispuesta a dejarle ir así como así aquel chico era diferente, no solo porque vestía de marca y era algo egocéntrico, sino porqué era misterioso.
¿A dónde iba cuando desaparecia?
La semana continuaba y seguía sin saber nada de él. Nuestra NOcita sabía que sería el viernes pero no conocía ni el lugar ni la hora del acontecimiento.Estábamos a día jueves 27 de septiembre cuando recibí una carta en su nombre.
" Querida Alice,
No olvides nuestra primera NOcita, el día viernes 28 de septiembre a las 20:30h en tu casa. Nuestra segunda NOcita será a tu eleccn, y la 3ra el día 10 de diciembre a las 16:15h en C/ Amapola número 33.655 11 35 17
Este es mi teléfono móvil por si necesitas algo.
Te espero mañana ❤
Dylan"Añadí su número a mis contactos como "El chico misterioso" y me contuve ante el impulso de mandarle un mensaje.
Recogí a Erika en el colegio y la llevé al parque. Sabía lo mucho que le gustaban los columpios pero apenas tenía tiempo para traerla.
– Mamá, ¿me empujas? - Preguntó una vez se había sentado en uno de los columpios.
– Claro – Asentí.
Me puse detrás de ella y la empujé con suavidad de la espalda. Ella quiso más velocidad, pero me negué ante el peligro de que se cayera.
Debería visitar a mi madre, cada vez iba a peor. Ni siquiera trabajaba, María la despidió tras acudir por tercera vez ebria a la peluquería. Le rogué que le diera otra oportunidad pero se negó a darle otra más.
– Mira mamá, son Nora y Laura - Exclamó Erika al ver a dos de sus compañeras del colegio.
Sonreí a las dos niñas y suspiré al ver las miradas fulminantes de sus madres.
Erika salió corriendo para saludar a sus dos amigas y no tuve más remedio que seguirla.
– Está es Estefany mi nueva muñeca - Dijo Nora mostrándole a mi hija su extravagante muñeca nueva.
– Uau... Que guapa - Suspiró Erika con tristeza.
No podía permitirme el lujo de comprarle muñecas tan bonitas y caras y me sentí mal por ello.
– Yo no tengo ninguna así... - Se lamentó agachando la mirada.
– Tranquila cariño, puedes venir a jugar con las de Nora cuando quieras, siempre y cuando a tu madre no le importe - Dijo Samanta, la madre de Nora, mientras me miraba.
A su lado, la madre de Laura, le dió un codazo en señal de que no debía haber dicho eso.
– ¿Como se llama tu mamá? - Le preguntó Laura a Erika.
– Alice - Respondió Erika cogiendo mi mano y sonriendo.
– Alice, ¿porque mi mamá dice que eres una buscona? ¿Te gusta buscar tesoros? - Preguntó Laura incrédula.
Su madre al oír las palabras de su hija puso los ojos como platos y le dió un pequeño empujón a su hija.
– ¡Ah! ¿Porqué me empujas? - Exageró Laura mirando a su madre.
Me contuve al ver que Erika observaba con atención la situación.
– Erika, ¿puedes ir a por tu mochila? - Dije dirigiéndola hacia el banco donde se encontraba su mochila.
Cuando Erika estuvo lo bastante alejada como para no oír lo que decía respondí.
– Miré, siento no ser una cuarentona con arrugas y no vestir ropas tan sofisticadas compradas en la parroquia pero considero que si hay alguien que puede opinar sobre mí y mi hija son las personas que me conocen - Una vez acabado mi discurso Erika ya había vuelto a mi lado, así que la cogí por la mano y me largué dejando a aquellas dos cuarentona con la cara de sorpresa más exagerada que la de Erika al ver aquella muñeca.
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¿Destino o puro engaño?
Novela JuvenilAlice, una joven de 23 años, a quien la vida no la ha tratado bien, intenta sobre vivir en la ciudad de Los Angeles trabajando en un bar de noche para mantener a su hija de cinco años. Toda su vida ha sido un verdadero desastre. Desde pequeña solo d...