Tenía que suceder.

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Sus carnosos labios humectados se acercaron a los míos besándolos con delicadeza como si preguntara si podía ir más allá de un simple beso, pero eran entorpecidos los míos y no se movían. Su mano se deslizo por mi costado y una corriente eléctrica hizo luz desde la punta de los dedos de mis pies hasta la primera vértebra cervical.

Se despegó y me miró fijo a los ojos con una sonrisa pícara. Fruncí el ceño e ignoró.

Cuando menos lo esperé ya estaba correspondiendo sus besos y enredando mis dedos entre su cabello. Jeonghan se apartó brusco y fruncí el ceño.

Se ha dado cuenta, se ha arrepentido de esto. –Mordí mi labio inferior apenada.

-Deja de hacer eso. –Rió con ternura soltando aire sensualmente.

Abrí los ojos. Ya estaba de pie con sus brazos extendidos y me enderecé, ladeé la cabeza.

-Que vengas tontita. –Rió de mi lentitud.

Desde el sillón estiré los brazos como bebé pero extrañada.

Se sonrió y se agachó por mí, quedamos de frente mientras me llevaba a la habitación, podía sentir la fuerza de sus brazos y eso era excitante.

A mitad de camino se acercó a una de las paredes y me puso contra ella, respiraba agitado como si se contuviera, acercó sus labios como si me fuese a besar y luego los alejó siguiendo su camino a la habitación.

OKAY. De un momento a otro había cambiado su comportamiento de una manera radical, sin luz es un tierno cachorro y con luz se cree el amo del mundo.

No importa, pienso más en sus labios enrojecidos por el flujo sanguíneo, sus mejillas sonrojadas por el calor de ambos cuerpos emocionados.

Me puso en la cama y sacó mi suéter, mi camisa... Y...

-(Gruñó) ¿Una más? ¿Cuántas barreras traes puestas? –Rió.

-Hace frío. –Dije apenada.

-No importa, yo te las quito. –Sonrió.

Así luego de unas cuantas prendas superiores quedé en bra.

-Eureka. –Dijo.

Y comenzó a besar mi cuello haciendo que echara mi cabeza hacia atrás aguantando esas cosquillas inmensas.

Entonces desabrochó el pantalón y comenzó a quitarlo pero se atoraba, Jeonghan no contaba con el pantalón térmico que traía puesto debajo.

-¿QUÉ? –Exclamó.

-QUE HACE FRÍO. –Repliqué.

-Esto es una tortura. –Cerró los ojos, ceñudo, con la cabeza hacia atrás.

Me sentí tan avergonzada.

Jeonghan notó ese cambio de ánimo en mi y se calmó, sus reacciones no habían sido con mala intención, él realmente estaba siendo torturado por su deseo y la complicación de las cosas. Con una sonrisa se acercó a mi rostro y comenzó a besar cada cm de él. Luego besó mis labios de nuevo con suspiros y soltando una expresión ocasionalmente: "Mmm", ¿a caso prueba un helado? Sus besos eran más húmedos y apasionados.

Entonces se desvistió por completo e hizo lo mismo conmigo, puso una sábana blanca sobre los dos y se colocó en horcajada. No hacía nada, sólo observaba y sonreía.

Torcí los ojos hacia un lado, evitaba su contacto visual.

-Adorable. –Dijo con una sonrisa y bajó a seguir besando el cuerpo que le pertenecía sólo a él bajando hasta lugares prohibidos, aunque se detuvo para regresar, asomó su cabeza entre la sábana buscando mi rostro y besaba repetidas veces mis mejillas haciendo sonidos cariñosos.

Volteé hacia un lado y divisé unas esposas en su mueble de noche.

Jeonghan notó lo que observaba.

-¿Qué? ¿Quieres usarlas? –Preguntó seguro besándome.

Mis ojos se hicieron grandes.

-Es broma, son un adorno. –Dijo.

-Claro. –Susurré.

-Que sí. –Rió de mí y siguió besando.

Pero mi mirada volvió a esas cosas. Jeonghan notó ese cierto interés que no admitiría. Sin embargo no eran mi quién el planeaba usarlas.

-Anda. –Mostró sus manos retándome a que lo esposara.

Las tomé. Y comencé a sentirme nerviosa.

Jeonghan se rió.

-Señorita, por favor deje que me haga cargo... -Dijo apretando los ojos con ternura al ver que no me movía con seguridad y aventó las esposas fuera de la cama.- ¿No habías hecho esto antes? –Preguntó ceñudo.

-Bueno, yo...(NO, NUNCA)

-Yo tampoco. –Sonrió.

¿Él lee mis pensamientos? Volteé a ver las esposas.

-Te digo que son adorno... debería quitarlo. –Rascó su cabeza. –Em, Yu, tienes que dejarte llevar.

Siguió besando, deslizando sus manos traviesamente, el sonido de los besos era una agradable melodía, su aroma, su pecho contra el mío.

Entonces lentamente, con delicadeza y tan temeroso como yo estaba, entró.

Mis uñas rasguñaron un poco sobre sus hombros.

-Lo siento. –Gemí con voz quebrada.

-Está bien. –Susurró en mis labios y ahogaba ese dolor con un beso.

Mi ritmo cardiaco era acelerado y el suyo también. Las embestidas lentas pronto tomaron ritmo. Su respiración agitada era lo mejor que podía haber, sus cálidas caricias eran el cielo. Lo demás... Fue algo que en palabras no podría describir.


No fue casualidad | JeonghanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora