40

1.8K 96 8
                                    

           

Seguimos charlando, tonteando medio en broma medio en serio y cayeron unos cuantos mojitos más hasta que me ofrecí a acompañarla a su casa, que quedaba cerca del bar. Inma y su actitud desenfadada había sido justo lo que necesitaba esa noche, darme cuenta de que en Malú no se acababa el mundo, aunque fuera solo por un rato. Llegando a su portal nos despedimos con dos besos, o esa fue la intención. El segundo beso en la mejilla se convirtió en un pico debido a nuestro estado de embriaguez y tras un silencio vergonzoso, ella se lanzó y me besó de verdad.

-          Estamos en medio de la calle – dije de repente-.

-          ¿Y qué? – respondió ella juntando de nuevo nuestras bocas. Claro, y qué. A quién le importa eso. No hay nada que esconder, esto es ser libre-.

Subimos a su piso y seguimos besándonos, hasta que ella me quitó la camiseta. En ese momento la miré y me di cuenta de lo que estaba haciendo. De que en realidad yo no quería estar con nadie en ese momento. Que solo quería tapar mi herida desesperadamente y cómo fuera. Estaba siendo hipócrita conmigo misma y me iba arrepentir si seguía. No necesitaba otro clavo al que agarrarme por despecho sino recuperarme. Inma notó que había parado en seco e hizo lo mismo, pasándome mi camiseta.

-          No puedo – dije y las lágrimas empezaron a caer sin control alguno hasta que me quedé sin, abrazada a ella que me acariciaba el pelo para calmarme-.

Desperté en una cama que no era la mía, vestida. Estaba desorientada, con un dolor de cabeza tremendo y los ojos que me dolían de lo hinchados que estaban. Salí al salón y me encontré con Inma, que estaba desayunando.

-          ¿Cómo estás? – me preguntó al verme y yo encogí los hombros en señal de respuesta-.

-          Resacosa, confundida, avergonzada... Quizás una mezcla de todo.

-          Perdona por lo de ayer, estábamos contentas y me lancé sin leer muy bien las señales. Claramente no fue el mejor momento para hacerlo.

-          No te preocupes, también es mi culpa. Yo no sabía ni qué señales estaba mandando, mi cabeza es un caos ahora mismo. Gracias por aguantar la llorera de anoche, no tenías por qué.

-          De nada. ¿Quieres desayunar? – ofreció levantando su taza de café y yo negué con la cabeza-.

-          Me voy ya para casa y desayuno allí.

-          ¿Quieres que te acerque?

-          No te preocupes, voy dando un paseo y así me despejo, que falta me hace.

-          Bueno, te dejo irte. Pero cuando aclares tus ideas, si te apetece verme, ¿me llamas? Tienes mi número.

-          Tengo tu número – repetí y sonreí mientras me dirigía a la puerta-. Ya nos veremos.

-          Eso espero – respondió Inma-.

Caminé hasta mi casa y me la encontré sentada en la puerta. En cuanto me vio se levantó del suelo y se quedó sin saber muy bien qué hacer.

-          Por fin apareces, te he buscado por todos lados y nadie me sabía decir dónde estabas. Tienes el móvil apagado.

-          Lo sé – fue lo único que supe responder mientras abría la puerta y entraba a mi casa sin apenas mirarla. Ella pasó detrás de mí-.

-          Tenemos que hablar – dijo a mis espaldas mientras se acercaba e intentaba poner una mano sobre mi hombro, que yo rechacé-.

-          Yo creo que no – contesté indiferente mientras encendía el móvil y mandaba un mensaje en el grupo de Whatsapp familiar para que nadie se preocupara por mí-.

-          Vanesa, por favor.

-          ¿Qué me vas a decir? ¿Qué también está todo en mi cabeza? – pregunté mirándola a los ojos y alzando la revista que estaba sobre la mesa del salón-.

-          No pasó absolutamente nada. Y tengo pruebas – dijo tendiéndome su móvil con una conversación entre ella y Gonzalo abierta-.

-          No me interesa – rechacé yo, pero al final acepté el teléfono solo por evitar su mirada suplicante-.

-          Bebí más de la cuenta, él me acompañó por la calle, cogimos el mismo taxi porque íbamos al mismo hotel. Yo me bajé del ascensor en la tercera planta y él en la quinta. Me preguntó si había llegado bien a la habitación, le respondí que sí y fin de la historia. No te he puesto los cuernos, ni lo haría nunca.

-          Ayer me besé con Inma – confesé sin mirarla y un silencio sepulcral se adueñó de la habitación-.

-          Lo sabía. Sabía que te gustaba...

-          No hicimos nada más, no quise... no pude.

-          ¿Fue después de dejarme? – preguntó después de un rato-.

-          Sí.

-          Estabas dolida – me justificó-.

-          Sí.

-          No te voy a decir que no me duele, pero lo puedo llegar a entender. Eso no hace que deje de estar enamorada de ti o que no quiera estar más contigo. Todos tenemos momentos de debilidad y más cuando nos hieren. Yo estoy dispuesta a ignorar esto, a olvidarlo. Es un simple beso, una confusión, yo sólo quiero estar contigo.

-          Pues no deberías. Yo no quiero estar contigo así. Estoy enamorada de ti hasta las trancas – dije con lágrimas rodando por mis mejillas- pero esto que siento es tan especial que no se merece querernos así. Esta relación tóxica que tenemos, que me hace ser una persona que no me gusta y que no quiero ser, que no sé ser, no le hace justicia a nuestro amor.

-          Pero... - interrumpió Malú, pero no la dejé hablar-.

-          ¿Qué fue lo que te enamoró de mí? Seguro que, si lo piensas, ninguna de las cualidades que te vienen a la mente siguen estando en la persona que tienes al lado ahora – Malú se quedó callada y yo seguí hablando-. Quiero ser la Vanesa que he sido siempre y estando contigo, simplemente no puedo. Fuimos unas ilusas al pensar que esto podía durar.

-          Puede durar, lo estamos haciendo – dijo ella limpiándome una lágrima-.

-          Quizás a ti te alcanza con lo que tenemos, pero a mí no. Te estás perdiendo quién soy de verdad y un amor así no se merece esto.

-          Entonces, ¿quieres dejarlo?– me miró con lágrimas en los ojos-.

Mujer OcéanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora