Seguimos charlando, tonteando medio en broma medio en serio y cayeron unos cuantos mojitos más hasta que me ofrecí a acompañarla a su casa, que quedaba cerca del bar. Inma y su actitud desenfadada había sido justo lo que necesitaba esa noche, darme cuenta de que en Malú no se acababa el mundo, aunque fuera solo por un rato. Llegando a su portal nos despedimos con dos besos, o esa fue la intención. El segundo beso en la mejilla se convirtió en un pico debido a nuestro estado de embriaguez y tras un silencio vergonzoso, ella se lanzó y me besó de verdad.
- Estamos en medio de la calle – dije de repente-.
- ¿Y qué? – respondió ella juntando de nuevo nuestras bocas. Claro, y qué. A quién le importa eso. No hay nada que esconder, esto es ser libre-.
Subimos a su piso y seguimos besándonos, hasta que ella me quitó la camiseta. En ese momento la miré y me di cuenta de lo que estaba haciendo. De que en realidad yo no quería estar con nadie en ese momento. Que solo quería tapar mi herida desesperadamente y cómo fuera. Estaba siendo hipócrita conmigo misma y me iba arrepentir si seguía. No necesitaba otro clavo al que agarrarme por despecho sino recuperarme. Inma notó que había parado en seco e hizo lo mismo, pasándome mi camiseta.
- No puedo – dije y las lágrimas empezaron a caer sin control alguno hasta que me quedé sin, abrazada a ella que me acariciaba el pelo para calmarme-.
Desperté en una cama que no era la mía, vestida. Estaba desorientada, con un dolor de cabeza tremendo y los ojos que me dolían de lo hinchados que estaban. Salí al salón y me encontré con Inma, que estaba desayunando.
- ¿Cómo estás? – me preguntó al verme y yo encogí los hombros en señal de respuesta-.
- Resacosa, confundida, avergonzada... Quizás una mezcla de todo.
- Perdona por lo de ayer, estábamos contentas y me lancé sin leer muy bien las señales. Claramente no fue el mejor momento para hacerlo.
- No te preocupes, también es mi culpa. Yo no sabía ni qué señales estaba mandando, mi cabeza es un caos ahora mismo. Gracias por aguantar la llorera de anoche, no tenías por qué.
- De nada. ¿Quieres desayunar? – ofreció levantando su taza de café y yo negué con la cabeza-.
- Me voy ya para casa y desayuno allí.
- ¿Quieres que te acerque?
- No te preocupes, voy dando un paseo y así me despejo, que falta me hace.
- Bueno, te dejo irte. Pero cuando aclares tus ideas, si te apetece verme, ¿me llamas? Tienes mi número.
- Tengo tu número – repetí y sonreí mientras me dirigía a la puerta-. Ya nos veremos.
- Eso espero – respondió Inma-.
Caminé hasta mi casa y me la encontré sentada en la puerta. En cuanto me vio se levantó del suelo y se quedó sin saber muy bien qué hacer.
- Por fin apareces, te he buscado por todos lados y nadie me sabía decir dónde estabas. Tienes el móvil apagado.
- Lo sé – fue lo único que supe responder mientras abría la puerta y entraba a mi casa sin apenas mirarla. Ella pasó detrás de mí-.
- Tenemos que hablar – dijo a mis espaldas mientras se acercaba e intentaba poner una mano sobre mi hombro, que yo rechacé-.
- Yo creo que no – contesté indiferente mientras encendía el móvil y mandaba un mensaje en el grupo de Whatsapp familiar para que nadie se preocupara por mí-.
- Vanesa, por favor.
- ¿Qué me vas a decir? ¿Qué también está todo en mi cabeza? – pregunté mirándola a los ojos y alzando la revista que estaba sobre la mesa del salón-.
- No pasó absolutamente nada. Y tengo pruebas – dijo tendiéndome su móvil con una conversación entre ella y Gonzalo abierta-.
- No me interesa – rechacé yo, pero al final acepté el teléfono solo por evitar su mirada suplicante-.
- Bebí más de la cuenta, él me acompañó por la calle, cogimos el mismo taxi porque íbamos al mismo hotel. Yo me bajé del ascensor en la tercera planta y él en la quinta. Me preguntó si había llegado bien a la habitación, le respondí que sí y fin de la historia. No te he puesto los cuernos, ni lo haría nunca.
- Ayer me besé con Inma – confesé sin mirarla y un silencio sepulcral se adueñó de la habitación-.
- Lo sabía. Sabía que te gustaba...
- No hicimos nada más, no quise... no pude.
- ¿Fue después de dejarme? – preguntó después de un rato-.
- Sí.
- Estabas dolida – me justificó-.
- Sí.
- No te voy a decir que no me duele, pero lo puedo llegar a entender. Eso no hace que deje de estar enamorada de ti o que no quiera estar más contigo. Todos tenemos momentos de debilidad y más cuando nos hieren. Yo estoy dispuesta a ignorar esto, a olvidarlo. Es un simple beso, una confusión, yo sólo quiero estar contigo.
- Pues no deberías. Yo no quiero estar contigo así. Estoy enamorada de ti hasta las trancas – dije con lágrimas rodando por mis mejillas- pero esto que siento es tan especial que no se merece querernos así. Esta relación tóxica que tenemos, que me hace ser una persona que no me gusta y que no quiero ser, que no sé ser, no le hace justicia a nuestro amor.
- Pero... - interrumpió Malú, pero no la dejé hablar-.
- ¿Qué fue lo que te enamoró de mí? Seguro que, si lo piensas, ninguna de las cualidades que te vienen a la mente siguen estando en la persona que tienes al lado ahora – Malú se quedó callada y yo seguí hablando-. Quiero ser la Vanesa que he sido siempre y estando contigo, simplemente no puedo. Fuimos unas ilusas al pensar que esto podía durar.
- Puede durar, lo estamos haciendo – dijo ella limpiándome una lágrima-.
- Quizás a ti te alcanza con lo que tenemos, pero a mí no. Te estás perdiendo quién soy de verdad y un amor así no se merece esto.
- Entonces, ¿quieres dejarlo?– me miró con lágrimas en los ojos-.
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Mujer Océano
Fanfiction¿Qué clase de fan envía una carta usando un pseudónimo? Solo ella: Mujer Océano. Y me muero por conocerla. Ficción sobre Malú y Vanesa Martín. Con todo el respeto y admiración a las artistas.