Capítulo 4.

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MILAGROSAMENTE DURMIÓ EL RESTO DE LA NOCHE. Ni siquiera se le dificultó dormir, cayó rendida a los pocos minutos de haberse acostado. Luego, por la mañana, Lexi despertó al escuchar como alguien tocaba la puerta del dormitorio. Se levantó de la cama rápidamente y antes de abrir la puerta se detuvo frente al peinador para ver su aspecto mañanero.

Se pasó los dedos por su cabello castaño y lo acomodó un poco por detrás de sus oreja. Por lo menos no se veía tan descuidada después de todo. Aunque debería verse mejor.

Abrió la puerta sin hacer mucho ruido y observó el rostro del joven de ayer. Alec tenía el cabello húmedo, parecía haber salido de la ducha, sus ojos marrones eran más brillantes con la luz diurna y esta vez, Lexi pudo visualizar su escultural cuerpo con atención.

—¿Qué hora es? —fue lo primero que preguntó.

—Son las nueve de la mañana. —le informó el muchacho. — Pero quería hablar contigo sobre el libro que me diste anoche.

—Shhh... —Lexi puso su dedo índice sobre sus labios.— Te pueden escuchar. Te busco en un rato para hablar sobre tema. Ahora tengo que darme un ducha.

—Pero necesito...

—Regresa en veinte minutos, ¿de acuerdo?

Alec no tuvo otra opción mas que asentir con la cabeza y retirarse.

Rápidamente, Lexi se dirigió al baño con su maleta en manos. Buscó entre sus cosas un atuendo para después de bañarse y la cerró. Entró a la ducha con rapidez, no quería tomarse mucho tiempo, ya que le interesaba hablar con aquel chico guapo.

Al salir se cepillo su cabello castaño que le llegaba por debajo de los hombros. Se puso una ligera capa de maquillaje en su rostro, cubriendo las ojeras que se encontraban debajo de sus ojos y sus labios se quedaron al natural.

Lexi no era una fan del maquillaje. Tener a dos hermanos muy protectores no se lo permitía. De hecho, aún la consideraban una niña, quizás Sam ya lo había asimilado, pero Dean seguía viendo a Lexi como una niña pequeña.

Soltó un suspiro y se aceró a sus hermanos. Ante de levantarlos los miró atentamente. Se veían tan tranquilos durmiendo, sin ninguna preocupación o alguna tragedia sobre sus hombros. Simplemente eran ellos sin ser consientes de su alrededor. Sin querer despertarlos de sus dulces sueños, lo hizo, tenía que hacerlo.

—Dean, Sammy. —los llamó mientras los movía un poco.— Despierten par de dormilones.

Sam abrió sus ojos lentamente y se rascó los ojos de inmediato. Dando por hecho que se levantaría primero que Dean.

—¿Qué hora es? —dijo antes de soltar un pequeño bostezo.

—Como las nueve con quince. —le respondió sin estar convencida.

—¿Cuánto llevas despierta, Lex?

—Unos veinte minutos. Levantate. Date una ducha y después despierta a Dean. —le ordenó con la voz suave.— Iré a inspeccionar este lugar.

—Bien. —bufó Sam, levantándose de la cama para dirigirse a su mochila.— En cuanto Dean y yo estemos listos nos vamos a buscar algo de comer, ¿sí?

—Entendido. —le dedicó una sonrisa de media luna y salió de la habitación.

Iba camino a las escaleras cuando apareció el pequeño gato llamado Iglesia. Lexi se inclinó para acariciarle el suave pelaje. Iglesia ronroneó moviendo su cola lentamente de un lado a otro. La muchacha sonrió ante los movimientos del mínimo.

—Iglesia. —dejó de acariciarlo.— ¿De casualidad sabes dónde puedo encontrar a Alec?

Iglesia ronroneó nuevamente y se dirigió al pasillo. Lexi siguió al gato por el lugar hasta llegar a una de las puertas de en medio del largo corredor. El mínimo arrañó la puerta con su pata y después se alejó.

La joven castaña tocó la puerta un par de veces hasta que le abrieron. Al otro lado de la puerta se encontraba Alec con unos jeans oscuros y una camiseta del mismo color. Parecía haber salido de la ducha, ya que tenía el cabello húmedo. Lexi lo miró a los ojos y visualizó algo verdaderamente bello en ellos.

—Hola, Alec. —fue lo primero que salió de su boca.— No tengo mucho tiempo, ¿puedo entrar?

—Claro.

El muchacho se alejó de la puerta y la dejó entrar. Cerró la puerta detrás de él, luego, dirigió su mirada hacia la chica y no supo cuál de todas sus dudas debía plantearle primero.

—Y bien... —susurró Lexi con la voz baja.

—¿Alexia Christine Winchester Campbell? —lo dijo mas como una pregunta que como una afirmación.

—Mi nombre completo. Sí, ese es. —ella miró la cama del joven.— ¿Puedo sentarme?

—Por supuesto.

Lexi tomó asiento en la orilla de la cama. Él se acomodó al costado de ella, sentándose sin despegar la vista de sus ojos marrones.

—Nacida en Lawrence, Kansas un 27 de Marzo del 1995. —continuó Alec.— Hermana menor de Dean y Samuel Winchester.

—¿Te lo aprendiste?

—Hija de Jhon y Mary Winchester. —terminó de decir.— ¿Todo esto es real?

—¿Quieres ver mis papeles? —le preguntó sarcástica.— Todo es real. Un profeta los ha escrito y según los ángeles; estos libros serán reconocidos en un futuro como El Evangelio De Los Winchester.

Alec se quedó callado, pensando en lo que Lexi acababa de decirle. ¿Un evangelio? ¿Lo de el libro era real? ¿Era la vida de esos tres hermanos? Era imposible.

—Así que, sí, todo lo que dice en ese libro sucedió. —continuó.— Sam fue seducido por una demonio, bueno, por cierto fueron dos, pero ese el primer libro y no aparece todo. Dean estaba muriendo, pero hicimos algo que no debimos. Yo fui atrapada por ojos amarillos...

—La demonio Meg.

—Sí, ¿ya llegaste a la parte en la que intenta matarme?

Alec niega con la cabeza. Se la había pasado media noche leyendo, pero sólo logró llegar a la mitad de todo el libro.

—Dejó cicatriz.

Lexi se descubrió el hombro izquierdo, ahí tenía una pequeña cicatriz. Alec la miró atentamente y tras eso estuvo muy seguro de que Lexi Winchester le estaba diciendo la verdad.

Lo que decían los libros era real.

Aquellos hermanos habían salvado a muchas personas. Quizás habían cometido errores, pero eran humanos. A decir verdad los Winchester no eran diferentes a los Lightwood -o a cualquier otro cazador de sombras-, mas bien, eran casi iguales.

***

Ya no sé cómo seguir.
Aiiudaaaaa
¿Alguien tiene alguna idea que me obsequie?
Gracias.

Endless [Alec Lightwood].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora