Prólogo

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MARTES, 13 de abril de 2090. Hora: 7:00AM. Shirabu Kenjirō. 29 años. Ingeniero roboticista. Viudo y sin hijos. Se revolvió perezoso en su cama al escuchar la banda orquestal de la alarma del reloj despertador, y estiró un brazo por entre las sábanas para desactivarla. Cuando lo hizo, la asistente holograma se proyectó sobre el reloj.

—Buenos días, señor. Es hora de levantarse. No querrá llegar tarde en este día tan importante para usted.

Shirabu gruñó en respuesta. Realmente ese era un día muy importante para él, pero también era martes 13. Conocía esas antiguas supersticiones que la gente del Antiguo Milenio tenía sobre los martes y viernes 13 ligándolos de días de mala suerte, y aunque no creía en esas estupideces, de todos modos seguía estando muy nervioso, pues ese día se decidiría si se salvaba todo el trabajo que había hecho en los últimos meses o si terminaba en la calle.

Se levantó y se fue al cuarto de baño. Frente al lavabo, tomó el cepillo eléctrico, que se asemejaba a un cepillo de nuestra época, salvo que la parte superior de este se deformaba en una media luna donde estaban alineados los grupos de cerdas móviles, en las que aplicó el dentífrico sabor menta. Lo puso en su boca y lo encendió, pasándolo por todos sus dientes. Activó la luz ultravioleta para rostizar a las bacterias restantes, y luego usó enjuague bucal, ¡y listo! En menos de dos minutos, todos sus dientes estaban limpios y relucientes.

Se desvistió, colocando el pijama en el compartimiento de la ropa sucia, y se metió a la ducha. Donde nosotros esperaríamos encontrar las llaves del agua, él acercó la mano y se dejó ver proyectada sobre la pared de azulejos una pequeña pantalla táctil, que le permitía escoger el tipo de ducha y graduar la temperatura del agua. Eligió el tipo de ducha de cascada, y puso que saliese agua caliente pero no tanto.

Cuando acabó de ducharse, volvió a la habitación y se paró ante una esquina específica. Pulsó un botón en una pantalla táctil en la pared, y se desplegaron las barras del vestidor rotatorio, en la sección de ropa casual para primavera. Seleccionó la sección personalizada de ropa formal para trabajar, y las barras giraron pasando las prendas que tenía en cada sección hasta llegar a la seleccionada. Escogió un traje gris con corbata y unos elegantes zapatos de cuero auténtico (el cuero sintético aplicado en los zapatos le parecía horrible). Cuando terminó de vestirse, salió de la alcoba y fue a la cocina.

—Capuchino.

Y con sólo decir eso, la cafetera se activó y preparó su capuchino sin que él tuviese que acercarse a accionarla.

—¿Qué le gustaría desayunar hoy, señor? —Habló la asistente holograma, que ahora se proyectaba desde algún lugar de la isla.

—Huevos revueltos y pan tostado está bien para mí.

La tostadora se activó y la nevera se abrió y dispensó los huevos, el tomate, la cebolla y el jamón. Un compartimiento se abrió en el techo de la cocina, y de él emergieron un par de brazos robóticos delgados que se dispusieron a preparar los huevos revueltos, servir todo en un plato y colocar el mantel con los cubiertos en la isla. Ese era el robot encargado de cocinar y limpiar el apartamento. Ya estaba un poco anticuado, pero funcionaba bastante bien y además era lo más económico que se podía hallar en el mercado.

Shirabu se sentó en el taburete flotante ante la isla y desayunó. Mientras tomaba su capuchino, leyó las noticias en su tablet. Más de lo mismo: los Anarquistas del Nuevo Milenio veían frustrados todos sus intentos por sabotear el insaboteable orden que reinaba en la Utopía. ¡Oh! ¡Iban a grabar la segunda temporada de The Entertainer!, un drama con androides que estaba teniendo notable éxito en muchas de las provincias de la Utopía.

—Hoy es el gran día, señor —dijo la asistente holograma, cuando el joven se levantó a dejar el plato y los cubiertos en el lavavajillas automático—. ¿Está nervioso?

La Máquina de ser Feliz | Haikyuu!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora