Hoy es viernes. Resolví escogerle dos libros a Diden, quién como cada semana me pide recomendaciones para su lectura. Sorprendentemente lee demasiado rápido, o al menos yo lo creo. Es un genio incomprendido e interesante. Sus dos semestres y medio de medicina le dan un conocimiento a penas básico, sin embargo, y si me preguntan, tiene un doctorado en filosofía y letras, especializado en depravación humana, todo esto aunque no haya entrado de nuevo a alguna universidad.
La semana pasada me platicó, sin detalles una historia sádica, trataba de un tipo y su amante, al final la madre de la chica asesina a ambos. Yo fingí una aparente normalidad al escucharla para no caer en la descortesía, escondí mi horror. Historias y más historia. A veces dudo de la veracidad de los libros que lee. En mi muy humilde opinión, mis queridos amigos, creo que la trama de por lo menos un 50% de lo que me cuenta (una disculpa soy contador no puedo evitar contabilizar todo) lo piensa él, la gran mayoría son historias de su autoría.
Hoy en especial sus historias dejaron el sadismo a un lado. Pensé que lo metería en cualquier momento, que su violencia verbal aumentaría conforme la historia avanzará pero mi decepción me causó felicidad. Mis pensamientos esperaban que el sadismo aumentara, sobre todo por el sujeto que se mudó al lado de su cuarto esta semana, pero no fue así. Extrañamente sus palabras sus palabras fueron suaves y educadas, sobretodo me contó detalles, algo que nunca había hecho. La otra razón que me causo conflicto fue que no había terminado de leer eso, además de hablar (por primera vez) de una mujer como tal, y no como una fémina o una prostituta. Claro que todo esto se lo atribuyó a un tal Charles Robert. Me suena el nombre, lo investigaré más tarde.
Hablaba de la chica como si la conociera, y no solo eso, me dio la impresión de escuchar el verbo amar conjugado. Amo, amé, ama, amamos, amaría, en fin escuché la palabra amor y eso es lo importante. Hoy gracias a él recordé a mi Margaret, la más bella mujer inglesa en este mundo, ahora la más bella de otro, que, aprovechando que estamos conjugando verbos, yo amaba.
Platicamos dos horas, él se retiró con mis libros, me agradeció el café, yo agradecí la compañía y así terminó una sesión más de mi estudio sobre Diden (adoro escribirlo), Diden.
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Molony
Ciencia FicciónDiden, un chico rutinario obsesionado con el orden, vive en el quinto piso de un edificio para huéspedes, dónde su mayor problema es un molesto vecino. Un día descubre que un desgarro dimensional se esconde bajo su escritorio. Desde ese momento se a...