4 Final

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Despertó seguro de haber soñado con Aurelio, y tal como doña Candelaria le había dicho, ya conocía la voluntad de la ñatita.

Se fue a buscar a Adela, entró a la sala de su vivienda y esperó que saliera de la ducha para contarle sobre su sueño.

-Hay que conseguirle una pareja -se le adelantó la chica.

-No, hay que enterrarlo -le contradijo y enseguida le contó su sueño.

-Eso puede significar cualquier cosa. Vas a ver que cuando tenga compañía no se va a querer ir.

-Él quiere irse, si no hacemos lo que pide nos va a ir mal, ya lo sabes.

-Es como mi abuelito, no me va a querer hacer ningún mal. Ha estado con mi familia años. Lo voy a tener a mi lado hasta que me muera.

-Voy a hacer su voluntad, porque me va a ir mal a mí también. Luego nos conseguimos otro - determinó el joven.

La mujer estuvo por gritarle, pero cambió de actitud de golpe.

-Sabes qué, tienes razón, podemos conseguir otro y hacer descansar a este. Espérame -le dijo saliendo de la sala.

Sorprendido con el cambio de actitud, Ernesto se sentó en el sillón y acomodó a Aurelio a su lado.

-Vamos -regresó pronto, vestida y con su cartera en el hombro. -Sé dónde lo podemos enterrar.

Del depósito del patio trasero sacaron una pala e hicieron un viaje largo en minibús y luego caminaron hacia donde sabían que había un cementerio clandestino en las afueras de la ciudad de El Alto.

Por un momento a Ernesto le pareció que era un lugar similar al que había visto en sueños. Le pasó la calavera a Adela y le pidió la pala. Comenzó a cavar una fosa poco profunda, lo suficiente para enterrar la cabeza.

-Ernesto -la joven llamó su atención. Él respondió con un monosílabo-. ¿Tú me quieres?

-Sí claro-respondió despreocupado, un tanto molesto porque lo distraía de lo que estaba haciendo.

-Entonces, ¿cuando Aurelio no esté, tú me vas a cuidar como él lo hacía?

-Sí, sí, claro -respondió por inercia, para que la chica dejara sus preguntas.

Recibiendo la respuesta que quería, Adela sacó de su cartera un cuchillo de cocina que había guardado antes, y de la misma manera en que Ernesto clavaba la punta de metal de la herramienta en la tierra, el cuchillo se hundió en su cuello. Al salir el filo, un chorro de sangre brotó como agua de una pila. Ernesto cayó al piso haciendo un inútil intento de frenar la salida del líquido vital y lanzándole una mirada de horror a la joven. No tardó mucho en desangrarse.

Con la habilidad que una estudiante de medicina podía tener aún sin contar con las herramientas necesarias, separó la cabeza del resto de su cuerpo. La tomó con ambas manos y la miró de cerca. Todavía tenía los ojos abiertos.

Con cuidado la depositó en el suelo y agrandó la fosa, haciéndola lo suficientemente grande para enterrar el cuerpo y en un hoyo a su lado le dio descanso a Aurelio.

-Adiós tatita, gracias por todo -le dijo dándole un beso en la frente.

Con dos margaritas en los ojos, un cigarrillo encendido en la boca y los dulces de menta que le gustaban, ese lunes Adela no se olvidó de rendirle tributo a Ernesto. Si lo mantenía contento, le iba a cumplir su promesa y de seguro le iba a servir mejor de ñatita que de novio.

FIN

Espero que les haya gustado, como dije es una historia corta. Déjenme sus comentarios por favor y recomiéndenla, está participando en los Watty y a ver si gana algo. Un besote! por favor pasen por mi perfil y lean mis otras novelas, tengo muchas de todo tipo y síganme para enterarse de todo lo que suba.

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