Capítulo 0.

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El sábado por la tarde transcurría de una forma tranquila. David estaba en una cafetería, terminando un trabajo práctico desde su computadora, pero también esperaba a la nueva editora de la revista recopilatoria que se encargaba de publicar todos los meses sus poemas.

Nadie sabía que la pasión de él era la escritura. Todos creían que las matemáticas y la historia era lo que más le gustaba. Pero no, David era un chico de letras. También le apasionaba el mundo informático y electrónico, pero eso era más un pasatiempo que otra cosa.

Si su padre se llegase a enterar, no estaría nada contento. Si su madre lo hacia, le iba a decir la frase que escuchó durante toda su niñez y adolescencia:

"La escritura no da estabilidad "

«Ningún oficio es estable, dependa o no de las emociones.» Respondía el internamente, pero era muy complicado hacer entrar en razón a las personas.

Es cierto que los "sube y baja" que te proporciona el arte —económicamente hablando— no iba con la forma organizada de ser de David, pero hace tiempo que le había dejado de importar todas esas cosas.

A unas calles de allí, las miradas de todos los peatones estaban siendo robadas por una joven de cabellos cortos y rizados. Esta joven iba enfundada con un vestido blanco, por arriba de las rodillas, que tenía unos bordados de rosas. Su conjunto se complementaba con unos zapatos bajos de color rojo y un bolso pequeño de la mismo tonalidad. Esta joven caminaba con seguridad, sabía exactamente a donde se dirigía.

El destino a llegar era una cafetería en el centro. Era la nueva editora en jefe de una revista. Estaba algo nerviosa, pero la emoción siempre le ganaba. Era la primera reunión de trabajo que iba a tener con el autor anónimo más aclamado de los últimos tres años y se moría de ganas por conocer como era la persona que estaba detrás de palabras que llevaban una carga de emociones inimaginable.

Entró al lugar, la única descripción que le había dado Dasen es que era un hombre de aproximadamente veintidós años y que usaría una camisa azul marino y lentes. Miró hacia todas direcciones y encontró a una persona que se asemejaba a la idea que estaba en su cabeza. Lo miró por unos segundos, estaba concentrado en su computadora portátil. «Es apuesto.» Pensó. Se dirigió allí con más emoción que antes y se sentó enfrente de él, sin pedir permiso.

David no apartaba la mirada de la pantalla. Se había distraído mirando a la gente que iba pasando y se le habían ocurrido algunos versos relacionados a la soledad —que anotó en una servilleta, a pesar de tener allí mismo una computadora—.

La joven esperó unos instantes, pero él seguía sin notarla. Por eso, decidió carraspear suavemente. David la miró.

— Disculpe, no había notado su llegada. — Habló David, aunque en realidad no lo lamentaba. Estaba de mal humor por no haberse concentrado en su tarea.

La chica no respondía, lo que le hizo pensar a David que era otra niña que quería su número de teléfono. Ya le habían pasado cosas así, pero por su aspecto frío lograba "controlar la situación". Sabía el revuelo que ocasionaba entre el género opuesto, —y el mismo también, pero esa es otra historia—, no era tonto, se daba cuenta muy fácilmente de las cosas, sólo que las ignoraba.

— Mira, si has venido aquí a...

— ¡Soy Leticia Ivanof, la nueva editora! — Dijo velozmente, pero al poco tiempo se arrepintió. Los hombros de David se relajaron. Se aclaró la garganta y volvió a hablar: — Mi nombre es Leticia Ivanof, soy la nueva editora de la revista "Letras Doradas". Hemos hablado por Whatsapp hace unos días. Supongo que usted es Dasen.

— Buenas tardes señorita Ivanof. Si, yo soy Dasen, aunque me puede llamar por mi nombre verdadero, que es David Wolsen.

— Estoy muy feliz de haberlo conocido, David. ¿Puedo hablarle de tú? — David negó con la cabeza.

— Me gustaría mantener las formalidades lo más que se pueda. Nuestro trato es únicamente profesional.

«Así que eso es lo que piensas... Es algo decepcionante, pero te durará poco la amargura», pensó Leticia, a quien le molestaban las personas serias.

— Lo comprendo, señor David, aún así, le pido que me llame por mi nombre.

— Está bien, señorita Leticia. Si me permite decirle algo, nunca pensé que alguien de mi edad fuese mi siguiente editor.

— Es sorprendente, ¿no? Trabajaba en otra editorial antes: "Ediciones Ángel", ¿la conoces?

— Si, en los últimos años logró más cosas de las que hizo en diez. Dicen que todo se debe al nuevo editor que llevó la revista más aburrida al éxito. Ahora es muy famosa, me llegaron varias ofertas de allí.

— Cuando entré, hace dos años, era todo un desastre el lugar. No quería que los sueños de nadie se extingan gracias al cierre de la editorial, así que tomé el liderazgo y ahora se mantienen solos.

— Un momento, ¿usted es Leticia Pinesti, la famosa editora de...? — La joven asintió. — Perdóneme, pero, ¿cuántos años tiene? — Leticia estaba tan acostumbrada a esa frase que rió.

— Pinesti es mi apellido materno y cumplo veintitrés en muy poco tiempo. No voy a la universidad. Apenas terminé la preparatoria comencé a trabajar en esta industria.

— Impresionante... Es impresionante. Como sea, me da gusto trabajar con alguien que tiene experiencia.

— Bueno, empecemos la reunión.

PAUSADA EN ESTA CUENTA. Chico de LetrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora