Día 365. Día final.

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El cachorro se removía inquieto en el sillón mientras su padre preparaba su biberón en la cocina. El pequeño se quejó haciendo sonidos altos para llamar la atención de alguno de sus padres aunque parecía inútil. Comenzó a quejarse más alto, haciendo pucheros como si fuera a llorar de un momento a otro y fue entonces cuando su madre llegó para levantarle de su prisión.

Aún haciendo pucheros fue llevado hasta la cocina donde le acercaron el biberón y olvidó todo por completo, centrándose en comer. Yuri sonrió, la vida de un bebé era simplemente genial, no había preocupaciones más allá de lo básico y ni siquiera era responsabilidad del pequeño.

—Leí el libro que trajo Jean —dijo Otabek de repente, sacando a su omega de lo que fuera que estaba pensando.

— ¿Cuál libro?

—El de nombres, que tu padre se llevó después para escogerle un nombre al bebé.

—Ah, ese libro —comenzó a pasearse, un biberón sin paseo, era como darle nada al exigente cachorro—. ¿Encontraste algo bueno?

—No, sólo un montón de nombres absurdos y difíciles de pronunciar que no sé quién demonios creyó que era buena idea usarlo como nombre.

Soltó una risita tratando de no perturbar al pequeño príncipe.

— ¿Y como lo vamos a llamar entonces? —preguntó sin detenerse—. Hay que registrarlo pronto.

— ¿Por qué no pensamos en esto antes?

—Estábamos más preocupados por otras cosas —suspiró bajando la mirada a su hijo que bebía con prisa, viendo muy interesado su biberón—. Relájate un poco, no va a desaparecer.

—Come como todo lo que no te dejo durante el embarazo —se burló Beka, recargándose de la barra para verle caminar.

—Cállate, el cachorro es exigente.

—Igual que tú.

Sonrió y le enseño la lengua como si fuera una gran ofensa, volviendo a pasearse cuando el bebé se quejó por la repentina parada.

—Así que aún no tiene nombre —susurró viendo con atención a su hijo.

—Bueno, hay uno que me gusta pero quería consultarte primero...y luego lo olvide por completo.

Rodó los ojos y murmuró al bebé aunque Otabek pudo escucharle claramente.

—Tu padre ya está viejo.

—Sí, claro.

—No le digas, se enoja —volvió a susurrar.

El bebé sonrió, empujando el biberón, aunque no tenía idea de nada de lo que pasaba ahí.

—Leigh —prosiguió Beka como si no lo hubiera interrumpido.

Yuri lo pensó y vio al otro.

—Creí que era de niña.

—No, funciona para ambos.

Se quedó pensativo, mientras acomodaba a su hijo en el hombro para comenzar a darle palmaditas muy suaves. Pensó en todos los nombres que todos le habían dado y realmente ninguno le había fascinado, pero Leigh era bonito, corto y fácil de recordar -pensando en su padre-.

— ¿Qué dices? ¿Te gusta?

El cachorro hizo ruiditos con la boca mientras se acomodaba para dormir, contento.

—Tomare eso como un sí.

Otabek sonrió levemente, acercándose sin prisa para colocarle la cobija al bebé.

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