Capítulo 3: Haru.
+ ¿Noah? ¿Ocurre algo? - respondí a la llamada ansioso.
+ No, hombre, no te preocupes, solo quería decirte que iba a venir a buscarte yo a la estación, tus padres andan bastante ocupados trabajando y me han pedido ese favor.
+ Oh, de acuerdo no te preocupes. Muchas gracias, tito.
+ De nada, bonito, te veo en un rato.
El viaje se hizo tremendamente corto, me dio tiempo a publicar un poema en mi blog. "Blog... quién usa eso a estas alturas", pensé. Era un poema, me gusta escribir poesía, es un sentimiento muy profundo trasladado en pequeñas oraciones que riman, o no, donde la gente puede saber que sientes en ese instante.
El tren paró, ni si quiera me di cuenta de que habíamos llegado, malditas tecnologías que te tienen absorbido todo el rato. Bajé la maleta y me dirigí a la salida donde allí estaba, ese pequeño hombre, algo más bajo que yo, con el pelo repeinado hacia atrás y esa sonrisa de boca a boca. Tardó poco en darme dos besos y agarrarme las maletas para llevarlas al coche.
Me estaba contando su vida mientras yo estaba embobado mirando el paisaje, me sabía mal no escucharle, pero todo me traía muchos recuerdos, sobretodo de la primera vez que viajé en tren para mudarme. Era un gran paso para mi persona, sin dudarlo, por fin podía oler la libertad aunque fuera en un cutre vagón cargado de gente, algunos ya acostumbrados a él, otros no, como los niños, esas pequeñas criaturas que están todo el día dando saltos arriba y abajo emocionados por la experiencia.
+ ¿Davide? ¿Davide? ¿Estás vivo? -miré a mi tío, me miraba enfadado, creo que se dio cuenta de que no le estaba escuchando.
+ Sí, perdona, me quedé embobado pensando en mis cosas...
+ No, hombre, no te preocupes. Ya casi hemos llegado al coche, espera aquí, ahora vengo a buscarte.
+ De acuerdo.
Volví a mirar el móvil una vez más, le había dejado un mensaje a Marilyn pero aún no había recibido respuesta. Abrí Instagram para, como hace todo el mundo, cotillear la maravillosa vida que tienen todos o que por lo menos eso fingen cuando publican esas fotos sacadas con cámaras de más de mil dólares en la playa con su bañador o bikini. Era patético.
Un deportivo rojo paró en frente, alcé la mirada y Noah ya estaba con esa postura de chulo, con gafas de sol a pesar de estar en un parking y con la música alta. Yo pensaba que la gente a medida que iba creciendo se acostumbraba a los hábitos de un adulto y no parecía un adolescente que recién se sacó el permiso de conducir. Me resultaba agradable porque al tener ese aire de joven vividor de la vida, me transmitía confianza como adolescente que soy.
Subí al coche de un salto, me gustaba hacerlo, ya que era un deportivo descapotable, era muy... "cool" por decirlo de alguna forma.
+ Vamos que nos están esperando ansiosos. -me miró y le sonreí. - por cierto, tienes una visita extra, luego te lo presento.
+ ¿Una visita extra? -miré a Noah algo confundido. - ¿Quién?
+Ya lo verás.
En menos de media hora habíamos llegado a la casa donde yo me crié desde los 8 años, habíamos cambiado de casa ya que mis padres encontraron esta más cerca de sus oficinas y les resultaba más cómodo para ir a trabajar. Entré por aquella maravillosa puerta de cristal, la cual tenía todo decorado con hierro de color blanco, muy minimalista, pero elegante. Subí las escaleras de madera y entré por la puerta. Estaba todo realmente limpio y conservaba aquél olor de mi infancia. Miré a mi tío, agarré las maletas y me dirigí al piso superior a dejarlas en mi habitación mientras él se sentaba en el sofá y se ponía cómodo.
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Memorias del cielo
Novela Juvenil¿La historia continua? ¿Queréis más? Ya ha llegado MEMORIAS DEL CIELO, la secuela de ¿El amor existe? [GAY].