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Al siguiente día fue uno de esas mañanas, tarde y noche común como lo eran antes de que pasase el sueño y apareciera ese misterioso chico, al parecer llamado Paul.
La joven todavía no entendía ni tenía bien claro lo que había pasado la noche anterior ni mucho menos lo que el chico le quiso decir ya que alguna persona, una mujer, le cortó la frase antes de que la terminase.
Lily prefirió tenés sus días comunes, respetando cada comida y leyendo libros que sus padres traían cada semana ya que no tenía nada más que hacer en el hospital su única compañía en esos momentos eran los mejores libros y sagas
Esa noche pudo conciliar el sueño a penas cerro los ojos, cansados, ya que había leído un libro entero ese mismo día.
Esperando que nadie la molestara por al menos una noche, esa no fue la indicada. Nuevamente se abrió la puerta, volvió a acomodarse rápidamente y prender la luz, aunque ya fuera de esperarse quien era. Pero esa noche no fue asi, está vez era una mujer con rasgos muy parecidos a los del chico lo que supuso que fuera la hermana. Tendría la misma medida que Paul, alrededor de él metro ochenta, era delgada, con caderas marcadas y la lucia mucho más con la cabellera enrulada de color negro potente y brilloso.
Al acercarse a Lily, la agarró de las muñecas y le dijo:
-Vuelves a hablar con mi hermano y juro que no volverás a ver ese suero ni esos tubos que te mantienen con vida- mientas arrugaba la frente y respiraba con rapidez con un enojó un poco tanto particular, ya que al exhalar era parecido a un toro que está enojado cuando no puede derribar a su contrincante humano.
La hermana del muchacho le soltó las muñecas dejándole marcadas con un color rojo intenso. Se dio la vuelta, tirando un papel hacia el piso y saliendo por la puerta la cual la dejo entreabierta.
La muchacha había quedado algo shockeada ya que de tener una vida en el hospital durante dos meses un tanto aburrida a que le pasase varias cosas juntas y sin poder expresarlas antes que la creyesen loca.
No tuvo fuerzas para levantarse ni nada menos sólo tratar de cerrar los ojos y olvidar lo ocurrido, si pensaba demasiado en eso terminaría por volverse realmente loca.

Una Rosa Blanca MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora