Capítulo II

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—¿Qué hace por aquí un pequeño como tú, Stuart? —el chico estaba a su lado, sentado mientras acariciaba al animal con calma, volteó su mirada a Murdoc. Sintió una corriente eléctrica.

Aunque sentía atracción hacia el menor, se le hacía fácil entablar una conversación, probablemente era el hecho de que solo tuviese ocho años, lo que le permitía no sentirse presionado.

—Oh, solo... Ya sabes, madres... —musitó intentando sonar como el azabache, en su tono se notaba que, aparentemente, la situación le era indiferente.— Son una molestia...

Murdoc entendía que estaba sucediendo, pero pensó que seguirle la corriente haría más agradable su estadía en aquel sitio.

El silencio llenó el lugar.

—¿Nunca has sentido que te iría mejor si fueses invisible? —soltó de repente el castaño, Murdoc alejó el cigarrillo de su boca y miró al menor con atención, sus ojos brillaban como si estuviese apunto de llorar. Su corazón dio un brinco al verlo así, tan pequeño e indefenso...

Niccals nunca supo como reaccionar en esas situaciones, y el hecho de que Stuart comenzara a sollozar, lo estaba empezando a poner nervioso.

«¿Debería abrazarlo?» pensó «Pues, claro. Eso es lo que normalmente se hace, tonto Murdoc...»

Suspiró y se acercó a Stuart. Las pálidas manos del chico yacían sobre su rostro, su respiración entrecortada se oía a la perfección. Murdoc pasó una de sus manos por los hombros del menor.

Acarició su espalda lentamente, dándole palmaditas cada cierto tiempo. El castaño alejó sus manos y se abalanzó contra Murdoc.

Crawley se alejó molesto, y recostó sobre la hierba al lado de ambos.

El mayor no tuvo más opción que recibir el abrazo, el pequeño continuaba sollozando sobre su hombro izquierdo. Su cigarrillo había caído al piso hace rato y ahora se apagaba con lentitud.

—Sé... —musitó sobre el oído de Stuart.— Sé como es sentirse así, chico...

Una risita suave y apaciguada por el llanto, se oyó por el sitio.

—No te preocupes, ¿Sí? —Stuart se removió en su lugar apretando aquel abrazo.— S-Solo recuerda que no eres el único... —algo parecido a un "ajá" muy suavecito fue lo que escuchó Murdoc.

Stuart se mantuvo en aquella posición durante un par de minutos y cuando su rostro ya había dejado de tener el color rojizo de antes, se levantó.

—¿Sabes? Yo pensé que eras un idiota... —Murdoc alzó una de sus cejas.— Pero no lo eres, eres muy genial... —Sonrió. Esa sonrisa, tan dulce que provocaba diabetes.

—Gracias, supongo.... —Stu asintió y volvió a reposar su barbilla sobre su hombro.— Parece que estás cómodo...

Las mejillas del castaño se enrojecieron.

—Lo-Lo siento... —soltó finalmente y volvió a su lugar anterior.

Desde aquel día, las fugas de Murdoc tenían nombre y apellido, Stuart Pot.

Verlo con su traje de misa y su perfecto peinado, platicar de temas contingentes y simplemente disfrutar su precencia. Inhalar su aroma a flores y observar sus perfectos ojos azules, ese era su propósito.

Solo seguir enamorándose, poco a poco del pequeño.

—Murdoc, deberíamos escapar —el nombrado entrecerró sus ojos y soltó una carcajada.— En serio, deberíamos hacerlo.

—Estás demente, Sunshine —Stuart frunció el ceño.— No funcionaría, además eres muy pequeño, tienes una vida por delante.

—Yo-Yo quiero escapar... —dijo una vez más.— Quiero escapar contigo, Mudz...

El azabache tragó saliva ruidosamente. ¿Por qué estaba siquiera pensando en hacerlo?

—Sabes-Sabes que no tenemos nada que perder... —musitó otra vez.— Vámonos de aquí...

hey there, soy sexmurderparty y hoy escribí esta parte, puro relleno porque, como todos saben, es lo único que sé hacer, espero que hayan disfrutado esto.
fin.

Sinners 『2Doc』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora