Era mitad de mañana, y ya se podía oír las risas de los niños. Karina se despertó al escuchar el típico agite en la coci- na, lo que anunciaba que el desayuno estaba por ser servido. El sonido emitido por ollas y platos la desorientaron momentá- neamente, haciéndole creer por un instante que estaba en su casa, y que su mamá Alicia preparaba el desayuno, pero al abrir sus ojos se percató de la realidad.
Karina se sentía bastante descansada, y aunque su de- seo de que todo fuera un sueño no se había cumplido, se sentía apacible y con una indescriptible calma. Se levantó de la cama y fue a cepillarse los dientes. Mientras cepillaba, contemplaba su rostro en el espejo. De repente, le vino una imagen a la men- te. Había recordado el sueño que tuvo durante la noche.
Ella se encontraba sentada en el suelo en una habita- ción con paredes y pisos blancos. Estaba leyendo un libro, al parecer, leía la biblia. De repente, la habitación se llena de una obscura neblina, pero las páginas del libro irradian una luz que ilumina su rostro. Simultáneamente, unos cuerpos inhumanos y tenebrosos toman el reloj de su mano y se lo arrebatan a la fuerza. Por un instante se asusta, pero la luz de la biblia irra- dia con mayor intensidad sobre su rostro, al igual que sobre sus pies. Después, contempla otra visión. Se ve a sí misma en un horno con altas llamas de fuego. Sin embargo, estando allí dentro, ve la figura de un hombre vestido de lino blanco; su ros- tro, aunque emitía una luz pura, no lo detalla con claridad. Éste hombre sostiene su mano y le dice que no tema. Ella observa cómo su piel está intacta, al igual que su ropa. De alguna forma tanto ella como quién le acompaña no son afectados por las te- rribles llamas. Aquel hombre, de apariencia sublime y celestial, coloca en su mano una nota. En la misma, con letras doradas se lee "Isaías 43:2." Ese fue el fin del sueño.
Del susto, deja caer el cepillo dentro del lavamanos. En- seguida, se enjuaga y seca el rostro con prisa. Por los momentos decide obviar esta visión del sueño que había tenido.
"Ya la familia Gómez se debe estar preguntando por qué no he salido de la habitación," pensó. Se vistió apresu- radamente y salió al encuentro de todos. Todos estaban rien- do alegremente mientras cocinaban cómo una familia unida y feliz. El Sr. Juan se encontraba haciendo jugo de naranja, mientras que la Sra. Juana estaba cocinando unas panquecas. Karina se fija que Andrés está sentado hablando con los niños, cuyos nombres no recuerda. Tendría que ser inteligente en cómo no hacer notar su pérdida de memoria, al menos hasta que de- cidiera dar la noticia.
Todos sienten su presencia y voltean a saludarla.
—Buenos días, Kari. Por favor, siéntate que ya casi está listo el desayuno —le saluda la Sra. Juana.
—Buenos días a todos —les responde Karina con un tono de pena e inseguridad.
—Mi cielo, buenos días. ¿Cómo estás? ¿Cómo dormiste en estas escasas horas? —Le saludó Andrés mientras se levan- taba de la mesa, y muy caballerosamente saca una silla para que ella pudiese sentarse a su lado.
—Bien. Dormí bien, gracias por preguntar —sonrió ner- viosamente.
—¡Mira lo que han preparado para desayunar! Tu de- sayuno preferido —anunció Andrés con entusiasmo.
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Ladrones del tiempo
Teen FictionDespertar en un lugar desconocido sin saber cómo llegaste allí debe ser aterrador. Pero esto resulta ser algo insignificante comparado con lo que le ha ocurrido a Karina. Un año de su vida ha transcurrido y ella no tiene la menor idea del por qué no...