¿Amnesia?

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—¿Dónde estoy? —un escalofrío recorrió su espalda.

La sensación era similar como haber recién despertado de un sueño, aunque realmente no parecía que hubiese estado dormida. Al volver en si, Karina se percató de que no tenía la menor idea de dónde se encontraba.

El lugar era un tanto oscuro y podía sentir algo de humedad. Pero algo adicional fue lo que captó su atención. Movimiento.

Al parecer, se encontraba dentro de un vehículo. Por lo visto era un camión.

Su primera reacción fue asumir que había sido drogada y raptada. Esta hipótesis pronto sería descartada al descubrir, aún en la ausencia de luz, que a su lado se encontraba algún tipo de morral. Un objeto frío colgaba de lo que se supone que es el agarre de la bragueta. Sus dedos rápidamente recorren la figura de este frío metal, descubriendo así que estaba moldeado en forma de K.

Indudablemente éste era su morral, y esa dije había sido un regalo de su madre.

Si en realidad esto fuera un secuestro, sus manos y pies deberían estar atados, y sin lugar a dudas no le permitirían tener acceso a sus pertenencias.

Karina se apresuró a revisar su bolso, inspeccionando con sus dedos la textura, material y forma de lo que tomaba entre sus manos. Fácilmente pudo identificar diferentes artículos, algunos de los que reconoció como suyos.

Su iPhone, inútil al momento puesto a que no tenía carga de batería.

Su monedero. La textura y forma del cuero era inconfundible, de igual manera que el botón que cerraba a presión. Las dimensiones del mismo le indicaron que este era indudablemente suyo. Sin embargo, las esquinas se sentían un tanto gastadas, considerando que era prácticamente nuevo. Aún así, todavía emitía la misma fragancia de cuero colombiano.

Una pequeña botella de agua. Nada especial, solo del tipo desechable.

Un objeto cilíndrico. Al tacto se percibía frío y metálico. Al sostenerlo, pudo sentir un botón, el cuál hundió con su pulgar. Muy conveniente para el momento ―¡Que se haga la luz!  ―anunció sosteniendo su nueva linterna.

Pero había algo más que ella pudiese jurar que no le pertenecía.

― ¿Qué? ―frunció el ceño―. ¿Qué se supone que haga con esto? ―Karina cargaba entre sus manos un libro de portada de cuero, con sus ojos posados sobre las letras doradas que leían "Santa Biblia."

La intriga y desorientación la tenían en un estado de shock, sencillamente no sabía por dónde empezar. ¿Qué podía hacer? ¿Gritar? ¿Pedir ayuda? ¿Será que estuvo en un accidente y por eso no recordaba cómo había llegado hasta allí?

Era impredecible que clase de respuesta obtendría, aún así decidió arriesgarse —Disculpe —dijo con voz temblorosa mientras golpeaba la pared del camión, respaldar del puesto de pasajeros.

—Ya estamos por llegar, Karina. ¿Has podido descansar a pesar de todo el movimiento? —preguntó un hombre con un tono de dulzura.

—Realmente no lo sé —susurró las palabras para si— Sí... sí, supongo que sí me quedé dormida —esta vez respondió audiblemente.

El hecho de que hayan mencionado su nombre con tal amabilidad le hizo sentir segura, aunque indiscutiblemente confundida. No le pareció oportuno preguntar si se conocían, y cómo había llegado a estar en la cabina del camión. Ante esta tan desconocida y misteriosa situación, sus palabras y acciones debían ser con cautela. Además, era preferible preguntarle cara a cara, así ella podría ver su reacción y descubrir si le estaban ocultando algo. De todas maneras ya le habían dicho que estaban por llegar a su destino. ¿Dónde? No lo sabía. ¿Cuál era el nombre del conductor? Esta vez optó por preguntar.

Ladrones del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora