01: Instituto

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Me desperté por la alarma del móvil. Con pereza salí lentamente de mi cama y la apagué. Las baldosas resonaban bajo mis pies. Mi cuerpo danzaba como un zombi arrastrándose hacia el baño. Me lavé bien la cara y me hice una coleta de caballo para que el pelo no me molestara. Cuando terminé me preparé mi vestuario que consistía en unos vaqueros, una sudadera con una bonita tipografía y unas bambas. Bajé las escaleras corriendo y fui a la cocina. No me sorprendí al encontrar una nota en el frigorífico de mis padres. Ellos estaban demasiado ocupados gobernando en Wellbing, así que prácticamente había aprendido a cuidarme solita. También a mentir ya que no podría revelar la verdad. Arrugué la nota y la tiré a la basura. Desayuné un bol de leche con cereales y un zumo luego los dejé en el fregadero. Coloqué los libros adecuados que necesitaría en la mochila , las llaves y el dinero para el almuerzo. Agarré el teléfono y mis auriculares me coloqué la mochila en la espalda y comencé a caminar. Me maldecí mentalmente al no haber cogido paraguas así que me protegí con la capucha de la sudadera chafando mi coleta aun que no demasiado.

Por mi lado pasó un coche que a propósito aceleró yendo en dirección a un charco con la intención de empaparme toda. Lo adelantó una moto, el coche empezó a pitar. No sé quien fue el que conducía la moto pero me estaba dando tiempo para salir corriendo de allí. Sacudí la mano.

―¡Gracias!―le grité al desconocido.

Continué caminando esperando no haberme retrasado mucho. No tardé mucho en llegar al instituto que le pusieron Belmont como el pueblo. «Vaya que originales» pensé. Una vez llegué me esperé cómo siempre a que abrieran las puertas. Envidié a la gente que estaban con un maldito paraguas mirándome a modo de burla. No me importaba para nada, pasaba completamente. Por una vez deseé con todas mis fuerzas que las puertas se abrieran para refugiarme. No tardó en suceder.

Una vez dentro me dirigí a las taquillas y agarré los otros libros que necesitaba. Mientras caminaba hacia el aula me fijé en un revoleo que se había formado en los pasillos. Luego sentí un tirón de mi capucha y me giré.

―Leire, ¿cuantas veces te tengo dicho que no me pegues esos tirones?

―Tía―ríe―.Pareces mi madre, el caso, ¿sabes que este sábado juegan los chicos de fútbol de nuestro instituto contra los del Harrow?

«Mierda, en ese equipo juego Lander» pensé.

―Uhm―musité―. ¿Por eso tanto escándalo?

Leire me mandó una de esas miradas en las cuales podría estar ya bajo tierra. Rodé los ojos y continuamos caminando hacía la clase. Me senté en el pupitre y comencé a prepararlo todo. Leire se sentaba en la otra punta del aula pero me dejó bastante claro que en la cafetería hablaríamos. La gente empezó a acomodarse y a estar atentos a clase. La profesora de literatura estaba explicando la historia de la Celestina. Mis manos se movían a la velocidad de la luz para alcanzar unos apuntes de diez. A medida que iba avanzando la historia me conmovía, por la codicia y las recompensas muere una persona bondadosa. El final fue muy trágico los dos amantes mueren. Estaba concentrada dibujando la torre dónde vivía Melibea cuando Leire me hacía señales de que levantara la mano, por algo que habría dicho la profesora, ella sabe que me tomo con mucho compromiso.

―Dígame señorita Anderson ¿Qué opina acerca de la tragicomedia?

―Me parece injusta la muerte de Celestina ya que, en este mundo todos parecen egoístas―. Y demuestra que no te puedes fiar de las apariencias ya que puedes acabar muy mal, muerto en este caso.

Algo dentro de mí se estremeció eso es lo que me pasa con Lander. Mi respiración se agitó y empecé a marearme realmente no me encontraba bien. La profesora me miró y señaló la puerta dándome permiso para salir.

―Sparks―. Le llevarás las cosas de la señorita Anderson a la siguiente clase. ―Anderson tómese el tiempo que quiera, vaya a la enfermería.

Asentí antes de salir de clase. El primer lugar al que corrí fue al baño, me encerré en un cubículo me apoyé en la pared y empecé a llorar. No quería peleas se lo había dicho claramente a Lander, pero era un tozudo y no entraba en razón. Yo no quería que matara por matar y así es por impedirlo me amenazó de muerte. Con la manga de la sudadera limpio el resto pero se acumulan mas y vuelvo a llorar. Una vez estoy mejor me echo agua y decido ir a la enfermería. La enferma me tiende una pastilla la cual tomo con un vaso de agua. Luego voy a la siguiente clase, matemáticas, arrugo la nariz de sólo pensarlo. Pego golpecitos en la puerta y me abre el profesor, le sonrío y me dirijo dónde están mis cosas.

La clase pasa horriblemente lenta y llegó la hora del almuerzo. Sabía que Leire me iba a pegar la charla del siglo, cómo si no tuviera suficiente con escuchar al profesor de matemáticas. Cogimos las bandejas y compramos nuestros almuerzos, me decidí por un bocadillo de tortilla de patatas y un zumo de piña.

―Blair, me gustaría que me acompañaras a ver a Jackson―. Por favor―me miró con ojos suplicantes.

―Leire, he de estudiar para matemáticas soy patética y sabes que es el último año de bachillerato además se me acumula la selectividad.

―Blair, muy buena escusa―. Sabes que soy tu mejor amiga y sé que no vas por no ver a Lander.

―Leire―suspiré

―Vamos te prometo que conseguiré que apruebes y estés encima de la tarima cuando nos graduemos.

―Lo que hago yo por ti no lo hace nadie―susurré

―¡Eres la mejor! ¡te quiero!―gritó

Las clases transcurrieron rápido y mañana por fin era viernes. Acompañe a Leire al aparcamiento ya que su novio Jackson Miller siempre la recogía. Extraño fue cuando no oímos su Harley si no que vimos a un coche negro. Negro como el coche que casi me moja y sé a quién le pertenece.

Dare The EnemyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora