La vida de la muerte

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La fugacidad de la vida; un recuerdo, un pestañeo, un aleteo de una frágil mariposa. Tan breve y tan sentida, y a la vez tan odiada por algunos durante algunos instantes. Por ello, señora mortal, he aquí yo, la tan cercana Muerte, para hacerla ver lo que hay, lo que habrá, y lo que nunca hubo, pues como ya he dicho, el final está más cerca de lo que creemos.

Podría empezar diciendo que todo el mundo nace para morir, vive para prepararse y finalmente caminar por la tabla y saltar al mar; un mar cristalino, feliz y pacífico, en el que todos tus pecados y problemas se disuelvan con la espuma y el delicado baile de las olas. Podría decirlo, pero odio mentir; la verdadera y trágica noticia es que esa tabla está hecha de espinas de acero, y el océano, rabioso y sediento de tu alma, espera a que saltes para tragarte sin compasión alguna. Pero, déjame decirte, amiga mía, que si crees que todo lo que te espera es dolor, te aseguro que no, pues es mucho peor. Lo que habrá es nada. Todo estará oscuro, tus recuerdos se irán, y tú, desaparecerás lentamente, de este mundo y del otro. Pensarás que por qué ¿Por qué te cuento esto? ¿Por qué tienes que vivir si finalmente vas a acabar ahogado en un oscuro y turbulento mar? Pues eso, amiga, es porque lo que te espera en el barco es muchísimo mejor que lo que habrá después. Y pues si vemos lo presente como en un punto se es ido e acabado, si juzgamos sabiamente, daremos lo non venido por pasado. No se engañe nadie, no, pensando que ha de durar lo que espera más que duró lo que vio, pues que todo ha de pasar por tal manera.

Morirás, te lo aseguro, pero pon en práctica mi sincero consejo:

Se inmortal. Lúcete en vida y jamás apagarás en muerte.

Siente cada palabra, cada acto, cada herida para sanarlas lentamente.

Vive para vivir, no para morir.

Muere para dejar tu legado,

no para perderlo ahogado.

Me hubiera gustado ver su cara al leer esto y ver que sigue viva, pero no puedo; todavía tengo que acabarme una librería.