Capítulo 7. El Dragón Rojo

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Jason comenzó a contar su historia: "No supe como vine al mundo, no conocí a mis padres, pero cuenta la leyenda que mi aldea fue invadida cuando era apenas un bebé, quemaron los restos y se aseguraron de no dejar sobrevivientes. Justo antes de que alguien me encontrase y me quitara la vida, un valiente espadachín impidió mi muerte y me rescató, me llevó a su casa y me dio una familia. Provenía de un linaje de fieles Samurais y su misión era dar equilibrio al mundo y acabar con la guerra, me entrenó como si fuera su hijo y me puso el nombre de Ja'-Son que significa Hijo del Señor de la llama Eterna. Tenía medios hermanos, ya que yo era adoptado, todos me trataban como si hubiera nacido en su familia.
Siempre se nos enseñó el honor y respeto hacia la vida y a la familia. Éramos 7 hermanos, contándome a mi. Yo era prácticamente el séptimo hijo al ser el más pequeño.

Uno de los privilegios más grandes en la vida de un Samurai era pertenecer a la élite, soldados entrenados para todo tipo de combate, se dice que nadie ha vencido jamás a un miembro de la élite. Pero el más alto privilegio era portar 'La espada del dragón', se decía que esa espada era poderosa por sí misma y tenía un vínculo con su portador. Sólo el Samurai supremo podía obtener dicha espada, el puesto era para Kao-Teh nuestro hermano mayor y nadie se lo discutía, era un valiente guerrero. Nos daba orgullo que fuera el quién estuviera al mando de la armada.

La armada estaba en un lugar muy oculto, nadie sabía de su existencia, por eso se pedía lealtad y al iniciar tu entrenamiento se te hacía pronunciar un juramento ante el actual samurai supremo. Cualquier muestra de deslealtad era castigada con muerte, y se quemaba tu cuerpo para que nadie jamás llorase tu muerte ni te recordara. Todo ésto para mantener el secreto y seguir cuidando al mundo; ya lo habían hecho siglos antes y lo seguirían haciendo, pero he notado que en el lugar donde ellos tenían su fortaleza actualmente está lleno de guerra y ataques con explosivos así que dudo que exista, quizá sea el último.

Volviendo con mi historia, crecimos y formamos parte de la élite, hacíamos importantes misiones y liberábamos de la esclavitud a muchos pueblos. Seguíamos con la leyenda de que nadie nos vencía, sólo nos llamaban en ocasiones especiales y nuestros enemigos nos tenían miedo al ver nuestras sobresalientes armaduras pues sabían que éramos de la élite.

Lamentablemente nuestro padre y sensei dejó éste mundo y alguien tenía que tomar el puesto de Samurai Supremo, quien sea que quisiera tenía que vencer a los demás aspirantes y finalmente a los 5 maestros Samurai en una sola tirada, sin descansar. Pues el maestro Samurai debía ser experto combatiente.

Todo iba bien y mi hermano estaba derrotando sin problema a los aspirantes, era más que obvio que era de la élite y nadie podía vencerlo; su verdadera prueba fue enfrentar a los maestros, uno más difícil que el anterior, sin descanso, sin tiempo para dar un suspiro. Mi hermano Nos demostró sus dotes de combate y nos impresionaba mucho, y llegó a la prueba final. Tenía que vencer al último maestro, el maestro de la Élite Samurai, El maestro de maestros, el que va antes del Samurai Supremo. Fue una batalla muy reñida y muy interesante, el Maestro tiró a mi hermano al suelo y estaba por encestar un golpe mortal y quizá por un simple reflejo por querer evitarlo o no sé; estiré la mano hacia donde estaba el maestro y de mi mano salió fuego, el fuego quemó parcialmente la mano del maestro de modo que soltó la espada. Me disculpé de inmediato y pedí mi castigo, me puse en medio para recibir mi merecido pues interferir con una batalla entre Samurais era algo cobarde y deshonrado, pero el maestro se recuperó y dijo: "Ud es el Señor de las Llamas Eternas, la profecía lo había dicho" y finalmente se inclinó ante mi. Mi hermano aún estaba impactado ante lo que había sucedido. Yo simplemente lo miré y le dije:
-¿Está todo bien?- extendiendo mi mano para levantarlo
-Si, todo está bien- y rápidamente se levantó él solito y se fue.

El maestro Gah (maestro final) me concedió la espada legendaria, y me nombró líder de los Samuráis. Hubo una gran celebración y mis hermanos estaban orgullosos de mi, menos Kao, y con justa razón. Toda su vida entrenando para ese día y yo le arrebaté el puesto.

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