Humana caprichosa

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Un par de ojos azul espinela lo observaban bien abiertos, sin despegar sus brillantes orbes de su rostro. La niña los había aturdido a todos con su incesante llanto desde dentro de la capa abrigada de Radagast por más de una hora, sin embargo, tan pronto como el Istari la colocó en sus manos, la niña había cerrado la boca y abierto los ojos, observandolo con interés.

Pocos minutos más tarde la pequeña volvió a abrir la boca pero en vez de llorar soltó una risotada antes de sacudir manos y piernas a gusto atrapando el largo cabello del rey quien se contuvo de bufar y girar los ojos.

-¿Por qué yo Radagast? sabes que no tengo tiempo y para hijos ya tengo a Legolas.

-porque necesito que esté aquí cuando vuelva a por ella, mi señor, este es el sitio más seguro por ahora. Le prometo que no tardaré mucho- respondió el maia y sin dejar que aceptara o denegara aquella oferta, se alejó a paso rápido dejándole a la llorona niña quien seguía entre sus brazos, tirando del cabello del rey con una mano y quedándose dormida poco a poco.

Thranduil suspiró con fuerza y caminó a grandes zancadas hacia las estancias reales mientras algunas muchachas comenzaban a encargarse de la cuna en la que dormiría la pequeña. Mientras tanto, el rey decidió dejarla sobre su cama y rodearla de almohadones para que no pudiera hacerse daño con nada; no obstante, y a pesar de que realmente parecía profundamente dormida, comenzó a llorar insistentemente tan pronto como sintió que los brazos la soltaban sobre la cama.

El rey intentó razonar con ella pero, además de que probablemente no entendía nada, tampoco era realista creer que lograba escuchar algo a través del escándalo que hacía.

-Amazära- dijo asomandose por la puerta, la elfa se detuvo en seco y se giró hacia su rey con una prolija reverencia- ¿puedes venir por favor?

La criada se internó en las estancias del rey y vio allí a la niña a la cual tomó en brazos para tratar de calmarla al menos unos minutos. Pero nada parecía funcionar, la niña solo estiraba los brazos hacia Thranduil quien había decidido, sabiamente, recogerse el cabello en una trenza. Tan pronto como él la cargó, la pequeña dejó de llorar y volvió a acurrucarse en un ovillo haciendo que los elfos se observaran entre ellos.

-humana caprichosa- dijo el rey dejando que su criada se fuera a hacer otras tareas mientras que él intentaba comenzar a adaptarse a lo que sería su nueva vida de niñera sustituta.

Sin embargo, cuando dos años más tarde Radagast fue a por ella, un enorme vacío se instaló en su pecho; un vacío que planeaba quedarse hasta que la volviese a ver.

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-Gil ¿que te has hecho en el cabello?- le preguntó su amiga horrorizada; Gil solo ladeó la cabeza, entendía que todos reaccionaran de esa forma pero en realidad no era para tanto, o quizás sí.
-solo me he cortado el cabello, no es nada.
-pero todos lo llevan largo y tu cabello era hermoso, ¿qué lo has hecho?
-se lo he obsequiado a una muchacha; le han cortado el cabello contra su voluntad y se sentía devastada asique le he dado el mío y le he dicho que lo haga tejer y que lo use, no es tan importante para mi.
-pero a todos los hombres del pueblo les encantaba...
-lo siento pero no creo que fuera mi cabello- interrumpió a su amiga- y si no les gusta mejor para mi, me quedaré soltera.
-¿que harás en un pueblo como este soltera?
-no me quedaré aquí, siento que te tengas que enterar de esta manera pero no sabía cómo decírtelo- Gil se giró seria al escuchar la risa de su amiga quien dejó de reír al ver que no se trataba de un chiste.
-¿hablas enserio?- luego de que Gil asintiera volvió a hablar algo preocupada- ¿y a dónde irás?
-he estado pensando en Gondor, desde que tienen a su nuevo rey parece que las cosas van mucho mejor allí.
-pero eso está lejísimo Gil, tendrás que atravesar las montañas grises, al menos déjame acompañarte.
-oh no, claro que no, tu tienes tu vida aquí, tu novio y tu trabajo- negó la muchacha de desordenado cabello castaño.
-tu también tienes una vida aquí.
-una vida de la que no estoy satisfecha, lo único que rescato de esta vida es a ti- dijo haciendo sonreír a su amiga.
-¿cual es tu plan de viaje? ¿puedo encargarme de prepararte algo de comida? te regalaré unos abrigos que hace mucho me han quedado cortos pero que te podrían servir, tu no tienes mucho abrigo en casa.
-detente, cálmate, por favor Sigrid. Atravesaré las montañas grises, y seguiré el rio grande hasta el paso alto, iré a ver el soto de los Trolls, me desviaré por Bree para ir a la comarca a ver si encuentro a algún conocido de Dwalin y luego seguiré por el camino del Norte, pasaré los vados del Jsen y entraré a Gondor por Minas Tirith. Si puedes prepararme comida, te sería agradecido algo que dure unos cuantos días, en cuanto a los abrigos, no quiero llevar demasiado pero si tienes una tienda o una manta si lo aceptaré porque mis mantas dan pena y tienda no tengo.
-¿cuando te irás?- preguntó por último mirando hacia el piso, cuando levantó la vista para ver a
Gil, sus ojos estaban llenos de lágrimas. La de desordenado cabello corto por la mandíbula se enterneció y la abrazó con todas sus fuerzas.
-saldré bien temprano el lunes para alcanzar las montañas al mediodía.
-pero para el lunes solo quedan dos días, no podré hacerte una fiesta de despedida, ¿de verdad no quieres que te acompañe?
-escucha Sig, vendré de visita seguido, lo prometo y si todo llega a terminar con ese lagarto que tienes por novio te buscaré y te llevaré conmigo.
-bien, pero al menos, ¿puedes cantarme una última vez esa canción tan bonita que siempre cantas antes de dormir?- preguntó Sigrid peinándose el cabello con los dedos.
-Más allá de las frías montañas neblinosas
Hasta las mazmorras profundas y viejas cavernas
Debemos andar antes de que se rompa el día
Para encontrar nuestro oro por mucho tiempo olvidado.

Gilestel: Estrella de esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora