Thaninhar, Evsän, Thranduil y Aëristdul

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9 años más tarde

Elwing acababa de volver del bosque; la expedición había sido divertida y completamente segura, las muchachas se la habían pasado riendo y hablando sobre elfos como las cotillas que eran; sin embargo todo había acabado cuando otra cosa llamó la atención de la pelirroja quien había dado media vuelta y corrido a casa con el hermoso regalo hallado junto a la raiz de un alto y antiguo árbol.
-Jarvan- lo llamó justo después de que el arquero pasara a su lado saludandola. El elfo se detuvo y giró sorprendido y extrañado.
-¿como sabes que soy yo?- preguntó.
-hueles a ti- respondió la elfa naturalmente sosteniendo mejor el paquete que se movía violentamente entre sus brazos.
-Hadar y yo olemos exactamente igual, nuestra propia madre no nos reconoce- volvió a hablar.
-pero tú hueles más a ti y Hadar más a Hadar.
-¿y a qué huelo yo y a que Hadar?- preguntó interesado, de pie justo frente a ella quien reacomodó el paquete entre sus brazos y suspiró.
-ambos huelen a pan recién horneado, a...- se acercó a olfatearlo rápidamente antes de continuar- miel y tú, a nuez, mientras que Hadar huele a tilo o algo parecido- respondió-. ¿Ahora puedes ayudarme a buscar a mi padre?, tengo que... mostrarle algo- murmuró con una sonrisa inocente que al guerrero le dió mala espina, y no fue para menos, pues el rey no reaccionó de la mejor manera, o reaccionó de la única manera en la que podía reaccionar, poniendo el grito en el cielo.
-Es un lobo, Elwing, jugará a comer elfos en tres meses- dijo el rey observando la gran sonrisa que había dibujado la joven elfa en su rostro aniñado, Thranduil giró los ojos. "Que alguien me enseñe a decirle que no"- no quiero que entre a mi alcoba, mucho menos que se suba a mi cama, el armiño terminó durmiendo en mi almohada sus felices ocho años de vida. Aún recuerdo el susto de muerte que me dió la primera vez; estaba bostezando justo al lado de mi ojo, te prometo, en el nombre de Manwë, que no fue agradable, nada agradable.
-pero era muy calentito en invierno y podías poner las manos debajo de su pancita para que las calentara, a mi no me dejaba hacerlo.
-más le valía calentarme las manos, estaba usurpando mi cama, despues de todo.
-prometo que no lo dejaré entrar a tu recámara, lo prometo- pidió la muchacha juntando las manos frente a su rostro; realmente parecía un gatito triste, uno muy triste.
-lo veo en mi cuarto, y se queda afuera- declaró mientras escuchaba una divertida risita de Jarvan que convirtió en tos con rapidez, pues todos sabían que en cuanto le dieran la espalda al animal, este correría al cuarto del rey Thranduil como todas las mascotas anteriores-. Quiero que lo entrenes, como mínimo que no vaya devorando elfos, todas las semanas pasaré a ver su evolución- dijo mientras la muchacha asentía vigorosamente con la cabeza- y, Jarvan, ya que tanta gracia te ha hecho, tú la ayudarás, ya sabes... para que no se coma a mi hija- continuó mientras veía al guerrero al rostro con una divertida sonrisa; Jarvan lucía horrorizado.
-¿qué nombre le pondrá hiril vuin?- preguntó Azamus a un lado de la muchacha intentando contener la risa antes de que el rey la pusiera al cuidado del lobezno.
-Nalion- dijo firmemente, a Thranduil le temblaron los labios de la risa, pero la aguantó. Hadar fue el único que se animó a responder, manteniendo la compostura a duras penas.
-es una fémina, hiril vuin- dijo el guerrero tomando con fuerza su arco en un pobre intento de no reír.
-ow- se desanimó un poco- lo siento- le dijo a la pequeña loba.
-Naerya, adentro- ordenó el rey y la loba blanca, agitando alegremente su cola al viento, obedeció. Elwing se quedó en silencio, quieta como una estaca en su lugar y con el rostro desencajado- no se por qué te extrañas tanto; no solo soy amenazante para tí iellig- respondió el rey elfo antes de entrar, siguiendo al lobo que, con la lengua afuera, esperaba una nueva orden.

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La llegada anual de Legolas y Gil a los dominios del Rey Thranduil ese año había sido caótica. Elcalad; su primer hijo quien ya tenía seis años, llevaba el ceño fruncido y los brazos cruzados sentado cómodamente entre los brazos de su padre puesto que no había querido que su madre se acercara a él; no le había dirigido ni una sola mirada, exceptuando las rencorosas, desde hacía más de una semana.
Al bajar de los caballos; Gilestel había tomado a su hijo en brazos, a pesar de sus protestas, y lo había dejado en el suelo, enfurruñado. La mujer no parecía sentir nada respecto al desprecio que últimamente le profesaba su hijo. Legolas, no obstante, estaba más preocupado de lo que dejaba ver, pues sabía que la humana no lo soportaría mucho tiempo más.
Thranduil fue quien intervino y, con un simple movimiento de la mano, todo quedó en completo silencio; pues incluso Elcalad, su nieto mimado, le guardaba cierto temor al gran rey, mayormente cuando la gran loba blanca se encontraba a su lado; preparada para atacar.
Era de noche ya, y en el reino sólo se oía silencio. El rey disfrutaba como podía de sus horas de descanso, pues sabía perfectamente bien que Elcalad montaría una buena tormenta cada día que se quedara allí, tal como lo había hecho Legolas y como lo había hecho él mismo en sus épocas. Solamente por ese motivo era que no se quejaba.
Un golpeteo en la puerta lo hizo cambiar su atención de las copas de los árboles que veía a través de su ventana, hacia el origen del ruido.
-Abuelo ¿estás despierto?- preguntó la vocesita del elfo. Thranduil sonrió; a pesar de ser un buen dolor de cabeza, también podía alegrarlo de una manera que nadie más lo hacía.
-si, lo estoy. Pasa- respondió y no tardó en oír los livianos pasitos del elfing que cerró la puerta detrás de sí y corrió hasta abrazar al rey- ¿Qué ocurre?- preguntó el mayor acuclillándose para poder tomarlo en brazos y dejarlo sobre la cama. El niño abrió los ojos, enormes, sintiendo que lo habían pillado en una de sus travesuras.
-nada- dijo tímidamente. Su cabello dorado bailó a los lados de su rostro al negar.
-Elcalad estoy hablando en serio, se que ocurre algo con tu madre y si estas aquí es porque quieres hablar de ello pero no puedes hacerlo con tu padre... cuéntamelo- pidió Thranduil sentándose en la cama frente al niño.
-van a tener otro hijo- respondió como si aquello lo explicara todo.
-¿y por qué crees que tener un hermano es tan malo?
-si fuera bueno Ada o Nana tendrían hermanos, pero no los tienen. Dejarán de prestarme atención y todos estarán pendientes del nuevo... quizás lo hacen porque se aburrieron de mi- dijo triste mientras sendos ríos de lágrimas se deslizaban lentamente por sus mejillas hacia abajo.
-que cosas más tontas dices, ¿cómo van a aburrirse de ti? Eres una caja de sorpresas Elcalad, nadie puede aburrirse de tí, te lo prometo. Les darás un montón de dolores de cabeza pero no por eso dejarán de quererte o se preocuparan menos por tí. Son tus padres y te aman; un padre jamás deja de amar a sus hijos; ¿me escuchas? jamás. Quizás te pongan menos atención, pero eso es porque tu ya eres grande y los bebés necesitan más cuidados que un elfo fuerte como tú; incluso necesitará tu cuidado. Serás su hermano mayor, lo vás a cuidar y lo vas a querer más de lo que te imaginas. Si tu padre no tiene hermanos no es porque yo no quisiera que los tuviera sino porque las cosas se dieron así, pero tener hermanos es lo mejor que puede pasarte.
-¿cómo lo sabes? tu tampoco tienes hermanos- se quejó, sin creerle completamente.
-ya no, pero los he tenido- respondió el rey.
-Ada nunca habló de ellos.
-eso es porque tu Ada no los ha conocido... y yo nunca he hablado de ellos tampoco... ¿Quieres que te cuente?- preguntó dudando aún si estaba listo para ello; el niño asintió, curioso- muy bien, pero para eso tienes que acostarte aquí y luego de eso a dormir que ya es tarde, ¿de acuerdo?
-de acuerdo- respondió el elfing ya colándose entre las sábanas del rey. Thranduil se acostó a su lado y tomó aire.
-En total éramos cuatro- comenzó- Thaninhar, el heredero al trono, Evsän, el templado, luego venía yo, algo así como la oveja negra...
-estoy seguro de que no lo eras, siempre haces lo correcto- interrumpió Elcalad observándolo con sus ojos azul aguamarina, igual a los de Legolas, igual a los de Thranduil.
-lo era, pero he crecido- argumentó, no obstante los acusadores ojos de su nieto lo hicieron sonreir-. De acuerdo, luego estaba yo, Thranduil, el guerrero, y por último Aëristdul, la única niña; era igual a mi Nana, cabello rubio, como toda la familia real, y ojos tanzanita mientras que los muchachos éramos idénticos a Ada, como yo para que te hagas una idea.
Eramos muy unidos, Aëristdul dormía en mi cama la mitad de las noches; no hay nada en el mundo que no hubiera hecho por ella. Discutíamos y nos peleabamos como cualquier hermano y hermana pero si ella me necesitaba yo siempre iba a estar para ella sin importar lo que hubiera ocurrido antes; no existe una razón por la que no lo hubiera olvidado todo para abrazarla si se sentía triste; no existe una razón por la que no desearía poder abrazarla otra vez.
Thraninhar tenía exactamente lo mismo conmigo; él lo hubiera hecho todo por mi, incluso si lo que le pedía era que no hiciese nada. Cuando yo era solo un elfing y vivíamos en Menegroth me colaba en su recámara y me acostaba a los pies de su cama, como si fuese un perro, y me hacía el dormido; entonces él se levantaba y me acostaba al lado suyo y me dejaba dormir ahí. No lo hacía por molestar, lo hacía porque si le pedía que me hiciese un lugar me decía que no y como le daba pereza caminar hasta mi alcoba para acostarme, simplemente me dejaba dormir con él. Antes de hacer cualquier cosa, de tomar cualquier decisión siempre pensaba en que ocurriría conmigo en todas las alternativas; yo era siempre lo primero.
Evsän era diferente; si necesitaba que me tranquilizaran, si sentía que iba a estallar; tenía la capacidad de quitarte todo el peso de encima por un rato. Jamás tomaba decisiones si estaba triste o enojado y si alguno de nosotros se encontraba así, nos alejaba hacia un rincón y nos hacía calmarnos; no había nada que lo sacara de sus casillas; salvo, quizás, mis discusiones con Ada, eso lograba sacar de las casillas a cualquiera.
A lo que voy, Elcalad, es que si pudiera tenerlos de vuelta al menos por un segundo... Los extraño más de lo que crees, eran una parte de mi, son una parte de mi- corrigió- y ahora ves todo oscuro pero ya veras que... no te arrepentiras de tenerlo, ni a él ni a los que vengan si es que vienen más. Incluso cuando estés muy enojado con ellos y desees que no estuvieran, los extrañarás una vez no estén contigo y te divertirás como nadie cuando sí lo estén. Quizás no tanto ahora porque son niños; pero cuando crezcan, podrás confiar en ellos como en nadie más porque no te van a dejar solo ni en las buenas ni en las malas. Siempre puedes contar con ellos y eso no es algo que encuentres en mucha gente además de en tus padres y unos pocos amigos.
Mirame a mi, ya no tengo a mis hermanos, ni a mis padres ni a mi esposa. Una de las mejores amigas de tu abuela, una persona en la que confiaba ciegamente, que por cierto era novia de Evsän, se dejó morir para ir con él, otro de mis mejores amigos en el que confiaba muchísimo, y que salía con Aëristdul, falleció en la última guerra. Me quedan muy pocas personas en las que confiar. Tres, cuatro amigos como mucho, Legolas incluso confiandole mi vida no puedo contarle todo, es mi hijo; hay algunas cosas que no tiene que saber.
Tu serás el mayor; como yo con Aëristdul, y lo único que querrás hacer es protegerlos. Al principio será difícil pero luego lo agradecerás... y sino puedes venir aquí y quejarte conmigo.
-¿por qué nunca hablaste de ellos abuelo?
-porque dolía demasiado; aún duele demasiado. Eran todo lo que tenía y de un momento al otro no los tuve más; solo Legolas ha llenado el vacío que sus muertes dejaron, y luego Elwing y Gil y tú.
-y si yo tengo un hermanito ¿ayudará a cerrarlo?
-si Elcalad, ayudará.
-entonces quiero tener muchos hermanitos- respondió abrazando a su abuelo tan bien como podía con uno de sus bracitos-. Si algún día tengo hijos, les pondre sus nombres, ellos también te ayudarán a sanar ¿verdad?
-eso me encantaría, y me ayudarían mucho. Pero ahora duerme, que mañana tienes mucho que hacer; empezando por reconciliarte con tu madre que le has hecho mucho daño.
-a Nana no parecía dolerle- respondió el niño con los ojos llorosos.
-pues le duele y mucho; lo he visto en el fondo de sus ojos; no hay nada peor para una madre que tu hijo te ignore, cuando seas padre y ocurra algo así, sentirás casi tanto dolor como el que ella debe estar sintiendo ahora. No puedes imaginarte lo que le duele porque aún no sabes todo lo que te ama, con todo el corazón, ella te llevó y te cuidó por nueve meses dentro suyo y aún te cuida ahora; todo lo que quiere para tí es que seas feliz incluso si esa felicidad le trae dolor.
-no quiero lastimar a Nana.
-entonces, mañana tan pronto como te despiertes corres hacia ella y le das un abrazo muy fuerte.
-¿no tendré que pedir disculpas?
-puedes hacerlo, pero ella te perdonará incluso si no las pides, incluso si solo le demuestras que estás arrepentido, incluso te perdonaría si no lo demostraras o si no lo estuvieras así como tú la perdonarías a ella; porque la quieres muchísimo, más que a nada. Asique ahora descansa porque pedir disculpas te deja agotado- le susurró el rey acariciando la cabeza dorada del elfing quien se acomodó sobre su lado y cerró los ojos satisfecho, dispuesto a abrazar a su madre en la mañana y a sentir sus cálidos y cariñosos brazos a su alrededor una vez más.

Gilestel: Estrella de esperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora