C E R O

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Brent me sonríe

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Brent me sonríe. Me siento junto a él para ver la película.

—¿Sabes que oí el otro día, en la junta del equipo que hubo en la ciudad? —pregunta.

—¿Qué cosa? —digo, suspirando mientras miro su boca.

Parece calcado de los dioses. Sus ojos contrastan con su sonrisa, su mandíbula me quita el aliento, su rostro es bajado del cielo. Es perfecto. Llevo enamorada de él desde que tengo memoria, y lo he intentado todo, pero el muy idiota me ha dejado en la friendzone sin indicaciones para regresar. Sus ojos solo me ven como su hermana.

—Alguien estaba diciendo que te gustaba.

Me atraganto y toso repetidas veces.

—¿Qué?

—Lo sé, ¡es ilógico! Somos mejores amigos y nuestra amistad es platónica —me sonrojo. Me mira con el ceño fruncido—. Porque, es mentira, ¿cierto?

Asiento con frenesí.

—Claro que es mentira. Tú no me gustas. Para nada. Ni un poquito. Sería un cliché idiota y no, no. Eso…

—Kenzie —corta, está mortalmente serio—. ¿Yo… te gusto?

Enrojezco aún más, tanto que comienza a quemarme las mejillas. Me muerdo la lengua, Brent siempre ha podido leerme con un libro de prescolar.

—¡No! ¿Cómo se te ocurre? ¡Tú no me gustas! —repito en un chillido, escandalizada.

Entorna los ojos y enarca una ceja.

—¿Ah, sí? ¿Entonces quién te gusta?

Me dan ganas de ahorcarlo. Cinco años queriendo que se fije en mí, y cuando lo hace, es por celos de hermano protector. ¿Y lo peor? Brent es de los que no se callan hasta que tiene respuestas.

Titubeo.

—Me gusta...

—Te gusta... —insiste.

—¡Kyle White! —exclamo, diciendo el primer nombre que viene a mi mente—. Me gusta Kyle White, me encanta Kyle. De hecho, estamos saliendo.

Abre los ojos como platos.

—¿Qué? ¿Tú y  White? ¿Saliendo? —pregunta, incrédulo.

Asiento.

—¡Sí! ¡Desde hace semanas! ¡Es mi… amor de verano!

Me di cuenta en el instante que aquella no era la respuesta correcta, porque vi la vena de su cuello latir con fuerza.

—¿Entonces por qué carajos no me habías dicho, Kenzie? —regaña.

—Porque… ¡es tímido! No le gusta ni acercarse a esta parte de la ciudad.

—¿Y por qué no has ido tú hacia él?

Esta interrogación me pone nerviosa. Miro distraídamente la ventana, intentando mantener la compostura.

—Porque… no quiere que arriesgue mi posición social —miento—. Ya sabes como son Emily, Rachel y Kate. Unas chismosas. Si llegan a verme por allá, me convertiré en el hazmerreír del internado y no puedo rebajarme a aquel nivel.

—¿Te da vergüenza que te vean con tu novio?

Niego con la cabeza rápidamente.

—¡Él es tímido! No quiere convertirse en alguien súper popular.

—Eso es ridículo, Kenzie. Kyle es un idiota y tú eres la reina del internado. ¿Te olvidaste del desastre del año pasado?

—Es diferente ahora.

Suspira.

—¿En serio están saliendo?

—¡Por su puesto! ¿No me crees?

—Pues, no. Es ridículo.

—¡Creéme! ¡Ya verás, Brent, Kyle y yo somos la pareja perfecta!

Rueda los ojos.

—Bien. Ya veré. Mañana viajamos al internado, así que quiero ver su reencuentro.

Sigue bebiendo y yo me meto un puñado de palomitas a la boca, para no hablar y pensar cómo rayos hablarle a Kyle White sin asesinar mi vida social. Maldita sea.

La Reina y el DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora