Mackenzie Hunter es la reina del internado. Su personalidad mandona y presumida la convierte en una de las chicas más deseadas y temidas del lugar. Ella lo tiene casi todo. Recalco, casi, pues el único chico que quiere la ha dejado en la friendzone...
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Espero junto a Charlie a Kyle y a Brent, afuera de dirección. Kyle es el primero en salir y tiene la nariz hinchada y un papel en la mano. Me levanto.
—¿Qué sucedió?
Me muestra el papel.
—Detención, tengo que ayudar en la cocina el domingo —contesta, avanzando por el pasillo.
Charlie me hace un ademán para que lo siga y eso hago.
—Lo siento, de verdad —insisto.
—Está bien.
—Kyle —repito—. Lo lamento.
Se detiene.
—Sabes que no tienes que disculparte, ¿cierto? Esto es un trabajo al que yo acepté y por el que tú me pagarás. —Regresa a verme.— No tienes que disculparte, esto era parte del plan.
Se marcha, dejándome con la palabra en la boca. Resoplo y regreso por donde vine, encontrándome con Brent en el pasillo. Hacemos contacto visual y se acerca a mí, tiene un hematoma morado en su mandíbula.
—¡Kenzie! —exclama.
Me detengo y regreso a mirarlo, molesta.
—Supongo que te disculparás, ¿cierto?
Brent titubea. El color morado de su barbilla le da la apariencia de un chico malo y pensar en ello me eriza los vellos de la nuca.
—Eh, algo así —contesta—. Sé que no debía golpearlo, aquello fue impropio de mí, pero, no creo que lo que hizo estuvo bien.
¡Le gusto! ¡Le gusto!
Enarco una ceja.
—¿Cuál es tu problema con Kyle?
Parece medir sus palabras, antes de contestar.
—Él… no es para ti. Es extraño. Asocial. Y un morboso. No quiero que sigas saliendo con él.
Reprimo una sonrisa.
—¿Y a qué viene todo esto? Eres mi amigo, me tienes que apoyar como yo lo hice con Charlie. O… ¿hay algo más?
Mira a su alrededor, nervioso.
—Bien… —Toma aire.— Lo admito. Estoy celoso. ¡Eres mi hermana pequeña! —Crack. Mi corazón se quiebra un poco más.— Y ya no hemos hablado desde el verano, porque pasas todo el tiempo con él y ¡quiero a mi amiga de vuelta!
Siento un nudo en mi garganta y me entran ganas de gritarle, furiosa.
—Pues es una lástima porque no regresará —le espeto antes de darme vuelta y marcharme, con el corazón aporreándome el pecho.
