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Esta mañana Annie no había tomado nada de desayunar y se sentía más hambrienta que nunca. A penas el reloj marcó las tres, Annie salió del lugar con dirección a aquél restaurante que frecuentaba hacía ya un tiempo. La comida era buena y pasaba un tiempo muy ameno mientras platicaba con la encargada del lugar.

― Annie, que gusto verte ―dijo la encargada.

Annie la saludó y después se fue a sentar al fondo.

La encargada no demoró tanto en llevar su comida.

― Hoy tengo mucha hambre ―dijo ella alcanzando una cuchara.

― ¿No desayunaste otra vez? ―Annie asintió y la señora le dio una mirada de desaprobación al mismo tiempo que se sentaba frente a ella.

Ambas se quedaron en silencio durante un rato. Ella no solía hablar mucho cuando comía.

― ¿Recuerdas el chico del que te platiqué? ―Annie asintió― Tal vez deberías darte una vuelta por aquí el próximo lunes.

― ¿Vendrá? ―la señora asintió― De acuerdo ―sonrió.

La verdad es que a pesar de que lo suyo no era conocer gente, por alguna razón se sentía intrigada por ese chico que tanto adoraba aquella amable mujer.

― Estoy segura de que se llevarán bien.


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Annie hizo un mohín cuando se paró cerca de la entrada y vio que un par de nubes grises estaban en el cielo.

― Genial ―murmuró para sí misma y caminó de regreso a la caja.

Los días lluviosos eran sus días favoritos cuando se encontraba en casa, no trabajando.

En las noticias no habían dicho nada acerca de posibles lluvias y en su aplicación de clima solo decía que sería una noche fresca. Nada de lluvias.

Annie suspiró y recargó su codo sobre el mostrador para después reposar su cara sobre su mano.

― ¡Esta vez pago yo, hyung!

Una corriente de aire entró junto con los cuatro chicos que acababan de llegar a la tienda.

Los chicos de la agencia del otro día, pensó. A tres de ellos ya los ubicaba pero al otro chico no.

Después de parlotear un rato y juguetear un poco más, los cuatro se acercaron a donde se encontraba ella dejando un montón de bolsas de frituras, paletas de hielo, bebidas y caramelos.

Annie no pudo reprimir una pequeña risa.

― ¡Hey! ―exclamó uno de ellos― ¿Te acabas de reír de nosotros?

Annie los miró apenada tratando de esconder la sonrisa que amenazaba con salir.

― Me acordé de algo ―soltó sin más y se asombró de que les respondiera.

― ¿Ah sí? ¿Se puede saber de qué?

― Mi mejor amiga ―comenzó a marcar―. Solíamos comprar esta cantidad de cosas cuando dormíamos juntas.

― ¿Todo para las dos? ―preguntó uno de ellos. Annie lo miró y asintió― Wow.

Él era el chico al que no había visto antes. Es decir, lo recordaba de aquella fotografía en aquél edificio pero era la primera vez que iba a la tienda. Era muy atractivo, parecía que le gustaba hacer ejercicio por la complexión que tenía. Se veía un chico realmente agradable.

Annie les indicó cuanto debían pagar y el chico de cabello negro le extendió un par de billetes.

― Vámonos antes de que comience a llover ―dijo el chico que había ido múltiples veces a la tienda.

Todos dieron las gracias y se dirigieron a la salida.

Annie espero a que llegara la hora de cerrar la tienda y cuando llegó, se fue a la bodega a buscar algún paraguas pues afuera ya estaba cayendo un diluvio. Desafortunadamente no encontró nada y tuvo que salir sin nada que cubrirse, solo la delgada sudadera gris que tenía el logo del establecimiento en donde trabajaba.

Caminó a paso rápido por la calle pero por más que intentaba caminar cerca de donde había pequeños techos la lluvia la seguía mojando. No había nadie más en la calle, solo ella.

― Me voy a enfermar, me voy a enfermar, me voy a enfermar ―dijo al mismo tiempo que se cubría la cabeza con su mochila. De pronto ya no hubo lluvia.

Annie levantó la mirada y vio un paraguas azul sobre ella, luego reparó en el chico que lo llevaba.

― Gracias ―dijo sonriendo tímidamente.

― Jaebum. Im Jaebum.

Annie por fin sabía el nombre de aquél chico que últimamente ocupaba gran parte de sus pensamientos.

Words | j.bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora