III

7 3 0
                                    

A paso tembloroso recuerdo que me acerqué a ustedes, mi futuro enemigo de mi último año escolar, su amigo religioso y tú, buscando un lugar vacío donde recostarme. En la oscuridad pude ubicarlos juntos a mi izquierda, el vacío siguiente era mío.

Si mal no recuerdo las cobijas se repartían de dos en dos, por lo tanto, no sabía con quién iba a tener que compartir algo de calor. Sorpresa la mía al oír que sería contigo, los otros dos estaban muy acurrucados y tú estabas solo, apartado. Me pareció algo incómodo, no por el hecho de recostarme junto a un semi extraño, sino, por estar apartado de tus amigos desde antes que llegase yo. No me parecía una grata actitud.

Sin embargo, allí estabas tú, adormilado buscando calor. No sé cómo lo verías desde la perspectiva del hoy. Aquel día estaba frío, si hubiese sido yo, en tu lugar, habría estado tratando de encontrar calor.

Fueron los minutos de intentar dormir más largos de mi vida, no quería acercarme, con suerte habíamos cruzado palabras. Claro, tu nombre ya lo tenía grabado en mi memoria, acompañando la imagen de tus ojos y tu rostro. ¿Fue ese el día en que me quedé con tu gorro? Bueno esa es otra historia.

Dormir casi a ras de suelo era algo incómodo, tomando en cuenta la situación sentía que lo era mil veces más. No quería importunar con mis movimientos hasta que cometí el primer error. Admito nuevamente que el paso del tiempo y mi estado alcoholizado no me dejaron recuerdos tan claros, pero creo que te pase a golpear con mi rodilla, no fue algo fuerte, fue leve, algo que no debió ocurrir.

Sin embargo, recuerdo un toque responsivo. ¿Fue tu mano, tu brazo o tu codo? No lo puedo recordar.

Al no sentirme cómodo continué moviéndome, según recuerdo no estabas en una situación diferente. Nos acomodamos de tal manera que terminamos muy cerca el uno del otro. Cualquier movimiento mío era percibido por ti y viceversa. Todo finalizó cuando estábamos frente, podía sentir tu respiración en mi rostro cada vez más cerca hasta que finalizamos en un beso muy sutil, el primero de los besos de aquella noche.

Esa noche descubriría lo suave que era besar y sobre todo ser besado, además de lo suave que eran tus labios cuando tocaban los míos. ¿Nos abrazamos? Creo que sí, podría asegurar que la melosidad del momento nos hizo acercarnos totalmente, juntar nuestros cuerpos, enredar nuestras piernas, olvidar el frío y preocuparnos de los labios que besábamos. Así fue como lo viví aquella noche del 28. El 28.

A la mañana siguiente creo que desperté y tú no estabas a mi lado, sé que te fuiste después. No recuerdo haber hablado mucho, sin embargo, ella, la misma chica que te había hecho hablar la noche anterior, se me acercó y me dijo que le contase todo. Ella se había dado cuenta desde un inicio debido a mi perplejidad al mirarte y más cuando te despedías.

Y yo, yo seguíaembobado por ti.

LETTER FROM A PARANOID SWEETDonde viven las historias. Descúbrelo ahora