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  Aquella mañana YoonGi estaba de un humor maravilloso, brillante y floreciente. Hizo a HoSeok conducir a la gasolinera más cercana, y por primera vez en sus ahora 6 días de huida, le preguntó qué le apetecía comer. Pagó con el poco dinero que le quedaba a HoSeok, por supuesto, ya que él no llevaba dinero encima la noche que se conocieron, pero compró exactamente lo que el pelirrojo le pidió. Incluso le dejó solo en el coche mientras hacía la compra.
  Por increíble que pareciera, HoSeok no escapó. Ya no quería. 6 días con "Suga" le habían enseñado que el pelimenta no era del todo mala persona. La llamada de la noche anterior lo había demostrado: YoonGi tenía sentimientos y una razón para lo que estaba haciendo. Y HoSeok tenía un corazón increíblemente grande, por lo que no había forma de que le dejara tirado, no ahora que podían llegar a Busan fácilmente.
  Desayunaron juntos delante de aquella gasolinera medio abandonada.
—El dependiente no tiene ni mapas ni la menor idea de cómo llegar a Busan —dijo YoonGi mientras HoSeok devoraba con avidez un Donut—. Creo que era retrasado mental, porque para no saber por dónde se encuentra Busan...
—Bueno, ya preguntaremos al primero que se acerque a esta gasolinera —respondió el pelirrojo—. Toma —le ofreció un Donut—. Nos hemos estado alimentando a base de snacks y latas de Cola, necesitas un poco de harina y huevos y lo que sea que pongan dentro de estos manjares del cielo.
  Suga hizo una mueca, pero se comió el dulce. Luego HoSeok le obligó a beber un poco de zumo de manzana.
—Gracias —murmuró YoonGi.
  HoSeok sonrió y señaló el espejo retrovisor.
—Mira. Tenemos suerte, se acerca un coche.
  En efecto, un coche, más bien furgoneta, de color gris sucio se aproximaba a la gasolinera.
  Por alguna extraña razón la furgoneta se paró justo al lado del coche azul de HoSeok.
  La ventanilla de copiloto bajó y reveló un rostro masculino y joven que, con una sonrisa para nada amable, le preguntó al pelirrojo:
—Hola, ¿puedo ayudarle?
  En su inocencia, HoSeok no se dio cuenta de la falsa amabilidad del chico.
—¡Oh, sí, por favor! ¿Podría indicarnos cómo llegar a Bu...?
—ARRANCA, JODER! —chilló Suga.
El pelimenta ajustó palancas y llaves, pateó el pedal del acelerador y el coche azul salió disparado rumbo a la carretera. HoSeok apenas tuvo tiempo para reaccionar y aferrarse al volante con ambas manos para evitar que su coche se estrellase.
—¡Por el amor de Dios! —exclamó el pelirrojo, con el corazón en la boca y palpitándole a la velocidad de la luz.
—Dios mío, nos siguen —susurró YoonGi, pálido.
  La furgoneta gris estaba a pocos metros de ellos, y era bastante obvio que les estaban persiguiendo. Un disparo sonó y un agujero apareció por arte de magia en el cristal trasero del vehículo azul, haciendo que HoSeok soltara un grito.
—¿Quién demonios es esa gente? —boqueó el pelirrojo, acelerando cuanto podía por aprecio a su vida.
—Los tipos de quienes intentaba huir —masculló Suga—. Mirando el lado bueno, no están ni remotamente cerca de JiMin.
—¡Están cerca de nosotros! —gritó HoSeok. El pobre chico era la viva imagen del terror puro— ¡Por favor, dime que lo que quieren es dinero! ¡Mi amigo JungKook es rico!
—Lo que quieren es mi cabeza, HoSeok —dijo YoonGi con un hilo de voz.
—Joder —maldijo el pelirrojo, y echó un vistazo al espejo retrovisor—. Pues no la tendrán.
  HoSeok giró de pronto el volante, haciendo que el coche se echara hacia la derecha en un cruce. Fue tan repentino que la furgoneta gris tuvo que frenar para evitar chocar contra la señal que dividía el cruce, para acto seguido ir ellos también hacia la derecha. Para entonces el coche azul ya les llevaba ventaja.
  Por desgracia aquello duró poco: los dos fugitivos no habían tenido tiempo de repostar en la gasolinera, porque ambos querían comer primero, de modo que el coche empezó a fallar después de un rato. YoonGi soltó más palabrotas de las que HoSeok se sabía.
—Tranquilo, tranquilo —repetía HoSeok. Dejó de repetirlo cuando el coche se detuvo por completo—. De acuerdo, ya puedes dejarte llevar por el pánico.
—¡SU PUTA MIERDA DE MADRE, JODER! —gritó YoonGi, demasiado asustado para pensar sus palabras con claridad.
—Usa la... pistola —sugirió HoSeok, temeroso incluso de pronunciar esa palabra.
  YoonGi, tembloroso, sacó la pistola, la agarró con fuerza y contempló cómo la furgoneta de Randa se acercaba a ellos lentamente, como si no tuvieran ninguna prisa.
  Un hombre alto de veintipocos años salió de ella con gafas de sol, una larga chaqueta negra y una pistola diez veces más grande que la de Suga. Lentamente, con parsimonia, se colocó junto al inmóvil coche azul.
—Hola, YoonGi —saludó con una sonrisa, simpático—. Como sé que te gusta ir al grano, por una vez eso haré: ¿tienes lo que me pertenece?
  El pelimenta abrió y cerró la boca varias veces, pero no salió de ella sonido alguno.
—Me tomaré eso como un "no" —Randa suspiró con pesar—. Qué pena. Tanto para mí como para ti —levantó su arma y apuntó a YoonGi con ella.
  Suga, sin dudar ni un segundo, levantó su pistola y apretó el gatillo.
  No salió ninguna bala.
  Sólo un chasquido.
—¡Jajjajajajaja! —el chico que le había ofrecido ayuda a HoSeok se retorcía de risa en el asiento de copiloto de la furgoneta— ¡Jaja, no puedo, no puedjjajajaja!
—Joder, V, cállate —gruñó Randa.
—¿Tienes una pistola y no te has molestado en comprobar si estaba cargada? —HoSeok le miraba con incredulidad.
—Y-yo... —balbuceó Suga. Intentó disparar de nuevo, pero como era de esperar, no salió ninguna bala. Otra vez.
—Esto es patético incluso para ti —Randa frunció los labios.
—Ohdiosmíovamosamorir —HoSeok se llevó ambas manos a la frente—. Oh, Dios, no, por favor, no...
—¿Quién demonios es éste? —preguntó Randa. Era una pregunta retórica—. Bueno, no importa.
  El hombre volvió a apuntar a la cabeza de Min YoonGi.
  Randa entrecerró los ojos para ver mejor su objetivo, y, con toda la calma del mundo, acercó su dedo al gatillo.

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