4.

38 5 2
                                    


  Un grito de V había hecho que Randa desviara la pistola en el último momento. La bala impactó en uno de los faros del coche azul, sin dañar a ningún ser humano, y Randa y V habían tenido una fuerte discusión que YoonGi y HoSeok no fueron capaces de entender.
  Actualmente, horas después del incidente, Suga y HoSeok se hallaban atados en una esquina del apartamento del pelimenta, con los dos criminales custodiándoles.
—¿Y qué sugieres que haga exactamente con ellos, TaeHyung? —bramó Randa. Daba vueltas en círculo por todo el salón, mientras sus prisioneros le contemplaban en silencio— ¿Encerrarles aquí de por vida?
—Es una opción, sí —murmuró V desde el sofá.
—No seas idiota. Ya me has visto matar a mucha gente, explícame por qué de repente te asusta la sangre, V.
—Es que... —TaeHyung levantó la vista— Min es amigo de Jin hyung.
  Randa se detuvo en seco nada más oír ese nombre.
—Hace mucho que todo lo que tiene que ver con SeokJin ha dejado de importar —siseó—. ¿Acaso lo has olvidado?
—Pero es nuestro hermano —protestó V.
—No, ya no lo es. Y aunque lo fuera, ten en cuenta que su amigo me ha robado. A mí. Es una cuestión de honor.
  TaeHyung frunció el ceño y no dijo nada.
—Muy bien, escuchad —Randa se volvió a sus rehenes—. Tenéis tres opciones: devolverme lo que es mío, pagarme su valor en wons o morir. Elegid.
  Suga apretó los labios. Él sabía perfectamente dónde estaba el diamante, pero prefería morir a decírselo. La razón era muy simple: YoonGi había escondido la joya en un viejo peluche de JiMin, un peluche del que JiMin, aun a sus 23 años, nunca se separaba. Y lo último que quería Suga era que Randa se acercase a su hermano pequeño.
—Eh... ¿Cuánto sería ese "valor en wons"? —preguntó HoSeok, siempre dispuesto a negociar por su vida.
—Tanto que ni trabajando toda la vida lo podrías pagar, puedo asegurarlo —contestó Randa, negligente—. No a menos que lo robes.
—Puedo hacer eso —Suga levantó la barbilla—. Puedo robar ese dinero.
  Randa soltó una carcajada.
—YoonGi, querido, tú sólo sabes asaltar tiendas. Tardarías demasiado en reunir el dinero suficiente. Y ya sabes que yo tengo de todo excepto paciencia.
—Y tu diamante —soltó YoonGi sin poderse contener.
  La sonrisa de Randa se heló en su rostro. Miró al pelimenta como si quisiera darle un puñetazo en la boca, y dio un paso como si tuviera intención de cumplir su silenciosa amenaza. TaeHyung intervino para detenerle.
—Hyung, ni se te ocurra.
—¿Quién eres tú para darme órdenes? —inquirió Randa.
—Soy tu...
  Unos fuertes golpes en la puerta cortaron las palabras de V e hicieron que Randa diera media vuelta. Una voz al otro lado de la puerta gritó:
—¡NamJoon, sé que estás ahí dentro! ¡Abre!
—¡Jódete, SeokJin! —Randa, al contrario que V, no se sorprendió en absoluto— ¡Largo de aquí!
—¡Bastardo, abre la puerta, tengo tu estúpido diamante!
  Esas palabras crearon unos segundos de desconcierto y un suspiro de alivio de los labios de YoonGi. NamJoon se mostraba desconfiado y reacio a moverse, por lo que V se precipitó hacia la entrada para dejar pasar a su amado hermano mayor.
—Por tu propio bien, NamJoon, espero que YoonGi siga viv... —SeokJin se detuvo en medio de la estancia al divisar a Suga— Oh, gracias a Dios.
—¿Gracias a Dios? Gracias a —exclamó TaeHyung—. Yo detuve a NamJoon hyung.
—¿Dónde está el diamante prometido, SeokJin? —Randa, por segunda vez en su vida, fue al grano.
—Primero los negocios —replicó Jin. Su puño derecho, donde seguramente transportaba el diamante, estaba fuertemente cerrado—. Es tu costumbre, ¿no?
—No quiero negociar contigo.
—Y yo no quiero darte el diamante. Parece que ambos vamos a tener que sacrificarnos si queremos que esto funcione.
  Suga observaba con adoración a su amigo. HoSeok le observaba con confusión. Y TaeHyung le observaba con curiosidad.
—Sea —cedió NamJoon con rabia contenida—. ¿Qué se le ofrece al príncipe?
—Deja de hablar como un imbécil y escucha —ordenó Jin—. Yo estoy dispuesto a entregarte el diamante, siempre y cuando dejes libres y en paz a YoonGi y a su... amigo —miró a HoSeok de arriba abajo y volvió su atención a Randa—. Si no, no hay trato.
—Sabes que soy más alto que tú y que puedo arrebatarte el diamante a la fuerza, ¿verdad? —preguntó NamJoon.
—Y tú sabes que voy armado y que siempre he sido el tirador más rápido de Busan, ¿verdad? —contraatacó SeokJin— No te cuesta nada soltar a estos dos chicos; además, si alguno de ellos cuenta algo yo mismo le mataré.
  HoSeok miró a YoonGi con temor al oír aquello, pero Suga le tranquilizó con un susurro.
—Jin es amigo mío. No nos hará nada —murmuró.
  NamJoon debió de pensar lo mismo, porque le dedicó a su hyung una cara tan escéptica que merecía que le sacaran una foto.
—¿Qué? Dije que me negaba a matar a gente inocente. Los soplones no cuentan como gente inocente, ¿cierto?—se defendió SeokJin—. Además, eres mi hermano, sería muy poco honorable permitir que te delataran.
  TaeHyung se enjugó una lágrima imaginaria.
—Jin hyung, no lo entiendes —protestó Randa—. Me ha robado. Si le dejo vivo, ¿qué pensará de mí el resto del barrio? ¿Dónde quedará mi reputación? Sabes lo fácil que es que te pierdan el respeto hoy en día.
  «Dímelo a mí», pensó Suga, recordando cómo HoSeok le había gritado durante un día entero por haber tirado su móvil por la ventana del coche.
  SeokJin miró a su hermano con una mezcla de afecto y condescendencia.
—NamJoon, nadie tiene por qué saber que le has dejado vivo —dijo el mayor hyung con serenidad—. Finge que le has matado. Suga puede teñirse el pelo y mudarse a otra parte de la ciudad con su hermano.
—Sabes que no tiene dinero para eso—señaló Randa.
—Él no, pero tú sí.
—Ah, no, ni de broma —NamJoon se negó en redondo—. Págalo tú.
—Yo apenas tengo más dinero que él...
—Espera, espera, hyung, no he dicho que acepto; sólo he dicho que deberías pagarlo tú. Y respecto a tu pobreza, deberías estar agradecido de seguir vivo. Conoces perfectamente el destino que aguarda a los desertores.
  Jin puso los ojos en blanco.
—Eh... ¿Me permitís una sugerencia? —V levantó la mano cual estudiante de primaria— Propongo hacer exactamente lo que Jin hyung ha dicho.
—¡A mí me parece bien! —saltó HoSeok desde la esquina del salón. Lo poco que había entendido era que si SeokJin ganaba la discusión él no moriría.
  YoonGi no dijo nada porque era evidente que él también estaba de acuerdo.
—¿Lo ves? —Jin sonrió satisfecho—Ahora mismo eres una minoría.
—Cierra el pico —gruñó Randa.
  SeokJin suspiró y probó su último recurso. Se acercó a NamJoon como para confiarle un secreto y le susurró algo al oído que sólo Randa pudo oír.
Escucha, eres mi hermano y te quiero. Si hago esto es para ahorrarte problemas, no quiero que cargues con otro cadáver en tu concienca. Ya sé que me odias desde que dejé el grupo, pero por favor, no le hagas esto a mi amigo, te devolveré tu diamante y nunca en la vida volverás a vernos ni a YoonGi ni a mí. Por favor, acepta y acabemos ya con esto. Sólo es un diamante.
  NamJoon se quedó en silencio unos instantes, considerando las palabras de su hyung. Muy a su pesar quería que su hermano mayor estuviera contento. Estaba resentido con Jin por abandonarles a V y a él, pero maldita sea, era su hermano y le quería. No podía hacerle daño de aquella forma.
—Yo también tengo mis condiciones —dijo de pronto, su voz seria y tranquila—. YoonGi y su hermano se largan a algún apartamento al otro lado de Busan y se hacen un cambio de imagen completo que yo pagaré —miró a SeokJin de reojo al decir aquello—. Pero SeokJin hyung se queda aquí. Ni loco voy a dejar que te vayas, no considerando cuánto sabes sobre nosotros. Podrías meternos en la cárcel.
—Oh —el rostro de Jin se iluminó con una sonrisa que NamJoon sabía que era de suficiencia.
  En el sofá, TaeHyung aplaudió con alegría la decisión de Randa.
—Ejem —carraspeó HoSeok—. ¿Y yo...?
—Tú... —NamJoon se quedó en blanco. De repente recordó que había un desconocido (y encima, ¡civil!) en la casa— Eh... supongo que tú deberías volver a tu... casa o Universidad o lo que sea. Y, por supuesto, no le dirás ni una palabra de esto a nadie —amenazó.
—Mis labios están sellados —de no haber estado atado, HoSeok habría hecho el gesto de cerrarse la boca con una cremallera imaginaria.
—Todo bien entonces. Ya está decidido lo que haremos —sentenció NamJoon—. V, desata a estos dos imbéciles, ahora son problema de Jin hyung.
  TaeHyung se apresuró a obedecer la orden. Quitó las cuerdas que inmovilizaban a los dos muchachos mientras les sonreía como si fueran mejores amigos. Suga encontraba a ese tal V increíblemente molesto, pero no dijo nada.
—¿Contento? —le preguntó NamJoon a su hermano mayor.
—Mucho —Jin asintió, satisfecho—. Gracias —susurró antes de dirigirse hacia YoonGi.

⇨Run                                                             →YoonSeok←Donde viven las historias. Descúbrelo ahora