Era una tarde de invierno como cualquier otra.
El viento frío acariciaba el rostro de la chica, provocando en ella una ligera sensación de bienestar.
Caminaba distraía sin rumbo fijo. A menudo solía hacerlo, salía a pasear para aclarar sus asuntos y esta vez lo necesitaba más que nunca.
De repente sentía que su vida no era lo que ella esperaba.
Tenía un buen trabajo, una familia que la adoraba y muchos pretendientes. Pero al parecer eso no era suficiente para ella.
Había momentos en los que anhelaba algo. No sabía bien el qué, pero se sentía vacía.
Mientras pensaba en estas cuestiones una y otra vez llegó a un lugar en concreto: "la biblioteca"
Sin apenas comprender-lo, se quedó petrificada ante la puerta de aquel lugar que tantas veces había pasado desapercibido ante sus ojos.
Pero en ese momento por alguna razón no podía parar de mirarlo.
Era un gran edificio color crema, con ventanales gigantescos que casi no se lograban alcanzar con la vista.
Decidió entrar. En su interior sonaba música clásica.
El conserje la saludó con normalidad como si la conociese de toda la vida, ella asintió amablemente.
La chica subió las escaleras rápidamente hasta llegar al primer piso ¿Había estado antes allí? ¿Cuándo? Ahora apenas lo recordaba.
Siguió caminando hasta entrar y llegar a los mostradores, no había nadie.
Pasó de largo y se dirigió a los estantes finales. Estos no estaban muy bien iluminados lo que hacía aquella parte bastante tétrica.
No sabía exactamente que buscaba, pero buscaba algo.
Miró a su alrededor y no vió a nadie, no era algo normal dada la hora que era .
Debería estar plagado de estudiantes nerviosos haciendo sus deberes o buscadores de información estresados...
Pero no, tan solo varios encargados paseaban de vez en cuando colocando algún que otro libro extraviado.
Siguiendo con la mirada a uno de los bibliotecarios, vió unos estantes que destacaban entre los otros porque estaban rodeados por una extraña y densa oscuridad.
La chica no lo pensó dos veces y se acercó a aquellos estantes sin temor aparente.
Se situó en medio de dos de ellos, mirando fijamente los pasillos contiguos.
Cerró los ojos y respiró profundamente, poco apoco comenzó a invadir su cuerpo un singular hormigueo acompañado de un dolor casi insoportable.
La tristeza crecía dentro de ella y su corazón latía con mucha fuerza. Empezó a marearse a causa de ese dolor y sin poder evitarlo grito, al hacerlo los estantes temblaron bruscamente y un libro cayó al suelo abierto por la mitad:
"No puedes pedirle al sol que deje de ser sol, ni debes pretender que cambien por ti las estrellas"
Se sintió algo confusa al leer aquellas palabras.
Cogió el libro y lo examinó detenidamente, la encuadernación era de piel marrón y tenía dibujada una hiedra de un color algo mas clara que se enroscaba alrededor de unas iniciales: "G.L"
La chica llevó el libro a uno de los mostradores y llamó la atención de la bibliotecaria, diciéndole que quería llevárselo:
- Este libro no es de nuestro. - dijo esta de forma apagada.
ESTÁS LEYENDO
Nayaradas
RandomNayaradas es una recopilación de cuentos, reflexiones personales y en resumen de todo lo que tengo perdido por el ordenador , libretas etc... Espero que os guste !