Lobo

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Mi mayor temor siempre fue la oscuridad.

Quien me iba a decir que pronto formaría parte de ella.

De niña solía cubrirme la cabeza con una manta porque solo de ese modo lograba conciliar el sueño.

Nunca entendí porque me provocaba tal pavor. Mi corazón se aceleraba, mis sentidos se agudizaban y me invadía una extraña sensación de inseguridad.

Sentía que desde la oscuridad alguien me observaba pero ¿quien? Por desgracia hace poco lo descubrí.

Aquella noche parecía como cualquier otra, después de cenar me quede hasta tarde leyendo, (para cumplir con una de las normas que me había impuesto para superar mi miedo) deseaba agotarme y así caer rendida de sueño en la cama y no escuchar, ni pensar.

Dicen que hay un momento antes de dormirte en el que te debates entre el sueño y la razón, es entonces en ese espacio de tiempo (o momento de transición entre un mundo y otro) donde una pequeña puerta de tu mente se abre y eres capaz de ver o percibir cualquier cosa.

Aquella noche yo creí traspasar el límite.

Poco  después de acostarme sentí unos pasos que se dirigían a mi habitación y cesaron al llegar a mi puerta.

Escuché una respiración y algo parecido a una caricia araño la puerta.

Sin saber casi que hacer decidí vencer el miedo y hablar:

- ¿Qué quieres?- dije sin esperar respuesta alguna.

Una voz medio muerta habló:

- Quiero entrar-  dijo en un susurro casi inaudible

Hasta aquel momento creí estar soñando, pero me di cuenta de que me equivocaba.

Me senté en la cama y caí en la cuenta de que tenía la costumbre de dejar la puerta abierta y por algún motivo aquella noche la había cerrado.

Me armé de valor de nuevo y volví a preguntarle:

-¿Eres tú quién me observa desde que era niña?- pregunté.

La misma voz, esta vez algo mas fuerte contestó:

– Si, soy yo.- Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, pero la curiosidad pudo conmigo:

-¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí? ¿Vas a matarme?- dije y una siniestra carcajada rompió el silenció de la noche.

-Interesantes preguntas, déjame entrar y tendrás las respuestas que necesitas. –  Respondió entre risas la voz.

Ahora pienso que fue una locura pero en aquel momento lo hice,  abrí la puerta y por fin vi el rostro de aquel que venía avisitarme cada noche.

- Puedo pasar- dijo y me quede inmóvil mirándole. Era un hombre y parecía de carne y hueso.

Encendí la luz para poder verle mejor.

Era alto y moreno, tenía el pelo largo y liso color negro azabache.

Su rostro era pálido como el mármol y su mirada fría a pesar de la calidez que mostraban sus ojos.

Su boca eran dos líneas finas color rosa pálido.

– Si – dijo mientras se acercaba a mí , giré  mi rostro hacía  otro lado y él  hundió  su rostro en mi pelo.

– Tal y como lo recordaba- dijo oliendo mi pelo.

Después  de volver a reir sonoramente se sentó  en el pequeño sofá que tenía frente a los estantes.

NayaradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora