Avivado

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Un páramo seco y desolado se extiende hasta donde se ve el horizonte, el color carmesí de la tierra se confunde con el oscuro y despejado cielo en el que resaltan constelaciones desconocidas. Entre la arena que cubre el terreno se pueden distinguir prominencias, cuerpos muertos de guerreros pertenecientes a épocas desconocidas, algunos de mayor antigüedad que otros, en determinados cadáveres se distingue una expresión de horror petrificada en sus rostros, transmitiendo el sufrimiento de sus últimos momentos de vida.

El susurro de viento con la arena es lo único audible en este cementerio vasto. Hace tiempo que ningún alma ponía un pie en el territorio, nadie en su sano juicio se habría atrevido a cruzar por este museo de muerte, nadie que conociera al señor de esta tierra pero siempre hay excepciones...

En los límites del páramo, cerca de un viejo y abandonado camino se pueden escuchar disparos, silenciados repentinamente con una explosión que sacude la tierra. Tres figuras humanas huyen en dirección contraria a la explosión, lo único más rápido que sus pies son sus bocas que lanzan maldiciones e improperios al aire.

Corren con todas sus fuerzas sin fijarse en los cuerpos que yacen entre la arena, al adentrarse una distancia considerable en el páramo se detienen, en medio de la respiración entrecortada y jadeos comienzan a hablar:

-¡Maldición... no quiero morir, maldición! ¿Por qué tuve que nacer? De saber que iba a estar en este lugar hubiera preferido que mis padres usaran anticonceptivos esa noche...

- ¡Ostia...! ¡Estamos jodidos, no hay lugar donde podamos sobrevivir! Capitán... nos habías dicho que el perímetro era seguro

- ¡Pueden callarse los dos! No puedo escuchar mis pensamientos con sus gritos pelados...

- ¡Todos están muertos...! Capitán... los asesinaron a todos... Alex... Bruno... Sandy... Parker... ni siquiera nos dio tiempo para defendernos... los vimos morir uno a uno y comenzamos a huir como maricas... -El hombre, de piel morena y estatura promedio se desploma al piso y comienza a llorar.

- ¡Compórtate como un hombre Sánchez! Este no es el momento de perder la compostura. –El hombre al que llaman capitán habla con voz autoritaria y firme, su pelo canoso y postura lo hacen claramente diferente de los otros dos.

El tercer miembro, de piel blanca y cabello castaño habla con un tono de voz que denota una mezcla de tristeza e ira:

- ¡Se los cargaron a todos! Incluso a Rubén y a Etsu... se suponía que eran militares igual que tú... capitán ¿Qué se supone que haremos ahora?

- ¡No había nada que hacer! No necesito que tu empieces a recriminármelo Leandro, usted y Sánchez vieron como las balas no hacían efecto, esas cosas gigantes eran rápidas y fuertes, solo nos dio tiempo de detonar el depósito de combustible... espero que hayan muerto o al menos hecho un daño grave... por ahora debemos enfocarnos en...

- Capitán –Sánchez interrumpe con su voz quebrada a la vez que muestra una cabeza humana que acaba de desenterrar de la arena.

Todos quedan en silencio observando con una expresión de asombro y terror los cuerpos que los rodean, enterrados a medias por la arena carmesí. Sánchez se pone de pie rápidamente y se sacude la ropa mientras que Leandro y el Capitán llevan la mano a la parte posterior de sus cinturas. El capitán extiende lentamente su brazo con una pistola, Leandro lo imita con el brazo temblando y Sánchez revisa frenéticamente sus bolsillos en busca de su arma hasta encontrarla. Todos se quedan observando, analizando cada minúsculo detalle en busca de algún movimiento, de algo extraño. El capitán lentamente baja su brazo y susurra:

- Guarden silencio, vamos a salir de este lugar lentamente y sin tocar ningunos de esos cuerpos... ahora muevan...

- Ya es tarde –una voz grave y sepulcral resuena en todo el paisaje- no hay escape de esta tierra.

Destino Trastornado: El hijo de la tristezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora