Capítulo 2

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En la vida terrenal, que embarca tantas travesías todos podríamos decir que llegamos a sentirnos vivos al experimentar lo infalible que somos al ser abrigados por lo conocido de lo peculiar que es la vida cotidiana.

Había empezado a lloviznar paulatinamente, creando una melodía tenaz llena de incertidumbre con un conjunto de truenos que llaman la atención porque se podía inferir que que el cielo se partía en dos de unos crujidos que para unos dan miedos. Para otros era pura deleitación de lo artístico que era observar una hermosa obra de arte atribuida por la sensibilidad de la naturaleza. Tal chubasco se puede divisar por la ventana, que está acompañada por gotas cristalinas que logran deslizarse en el cristal como lágrimas siendo derramadas ante la atroz gravedad que tienta la caída inevitable, ¿por qué de ella no hay escapatoria?

Eliette se encuentra abrazándose a si misma con sus brazos expuestos, mientras observa calmadamente la sombría atmósfera que es reflejada en sus ojos dejando una sed de nostalgia y parpadea tranquilamente cerrando el dúo de cortinas rayadas que llegan hasta el suelo siendo de color cremas para darse la vuelta hacia la sala de estar escuchando que la puerta se abre comprendiendo que alguien entro a la casa. Lo esperado era encontrarse con los empleados de la casa, ella hacía un diálogo de saludos como recién casada o algo así pero solo estaba ella esperando el equipaje. No era de menos el trato que se sentía hostil, ya que la privacidad es imperativa en la luna de miel pero lo interesante es que no se había percibido que el hogar estaba alejado de otras viviendas. Esto lo pudo deducir al entrar a la casa costera y tratar de ver luces que den señales de viviendas por las ventanas deslizantes. Su gran imaginación no tan errónea se había esfumado en el aire al ver quien entraba sumergido en aires de grandeza a la sala de estar y con una fría mirada de su amado esposo que no podía quitarle la vista después de la fiesta matrimonial. Se habían vuelto tan íntimos al verse con sus peculiares ojos delatando lo mucho que han llegado a conocerse en un corto tiempo.

—Quiero dejar algo claro...—dice estableciendo un semblante helado al dejar caer la maleta de cuero teñido de color café que resuena en la estancia deshabitada. Se despoja de su saco lleno de irritación y abruptamente tira el saco en el sofá para fijarse en el rostro de Eliette tranquilo examinandolo de pies a cabeza como si fuera un experimento para esa mujer que desconocía. Eliette le sonríe para observar cuidadosamente sus acciones amables con doble intención—. No hay un tú y yo en este arreglo, así que necesito que firmes unos acuerdos para convivir como personas normales. Porque en un periodo no se volverán a ver y se reconocerán.

La chica al poder escuchar lo engreído que llega al expresarse de esa manera tan racional que impone autoridad, pero eso de disponer de ella como que si él fuera el propietario de todo. Es una terrible personalidad ilustrada de superioridad cuando se ha burlando de ella en la entera fiesta haciéndola enojar en sus adentros paro no gritar lo cuanto que lo aborrece. Al aceptar que su llamado esposo solo es un frívolo hombre atribuido por su riqueza y poder que lo hace alabarse a sí mismo que es lo es todo tal vez un narcisista de la manera que es. Esa impresión que se había formado en su mente al verlo en el altar era todo lo contrario al tenerlo a lado como esposo y tal vez toda esa tontería de que era un amor se debía a la romántica escena que había afectado su razonamiento al juzgar a una persona. Todo ese cuento que se había hecho de llevarse bien con el futuro esposo que lo es solo por papeles, ya se había pasado de la raya para haber logrado un gran paso en el plan como actuar como una devota esposa ante alguien así.

—¡Perdón! No firmaría un contrato con mi esposo para estar conviviendo con él, cuando estamos casados por la ley—. Eliette exclama con voz aterrorizada por lo que acaba de decir tranquilamente como que de ella se puede deshacer fácilmente, si imaginara lo que le ha costado estar en esa posición que ella se encuentra. ¡Claro! Un hombre que tiene todo no podría comprender lo que ella siente o sería que no se digna a aceptar la verdad.

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